La madrugada del 7 de diciembre de 2004, por la vía que conduce de Floridablanca a Piedecuesta, el sargento mayor de la policía metropolitana de Bucaramanga encontró, sin vida, el cuerpo de una mujer de unos 20 años de edad. Estaba desnuda, había sido estrangulada, tenía marcas brutales en la espalda y el dedo índice colgaba del resto de su mano derecha por lo que parecía ser un feroz mordisco.
Ese mismo día, sobre las tres de la tarde, los bomberos de Piedecuesta habrían de rescatar el cuerpo de una mujer de 32 años, que sobresalía en medio de una laguna a las afueras del municipio. Le faltaban todos los dientes de adelante.
Como si fuera poco, unas horas más tarde, el crimen más sangriento en la historia de Piedecuesta, conmocionó a los habitantes de Hoyo Grande. Esta vez la víctima fue un hombre de 34 años de edad. Le pegaron un machetazo en la cara, tenía desgajado el pecho y sus manos habían sido destrozadas con una roca.
Dado que los hechos suponían una amenaza para la tranquilidad de los civiles del sector, el Alcalde de Piedecuesta llamó al agente Morales, en Bogotá; pero el detective Morales se negó a pasar al teléfono y le pidió al hermano de su esposa que dijera que había muerto.
Por su parte, Benedicto Pavón, el policía encubierto que le seguía los pasos al tipo que vulneraba colegialas en los teatros de Bucaramanga, no encontró pistas que pudieran dar indicios claros del culpable de ninguna de las tres víctimas fatales.
Entonces, por orden del gobernador, fueron reforzadas las medidas de seguridad y reclutaron por el ejército varios adolescentes que no tenían la mayoría de edad.
Lo cierto es que éste no parecía ser el crimen de uno de los holgazanes del sector y las autoridades se codeaban por evitar una fila peor de asesinatos furtivos durante la navidad. La gente del barrio Hoyo Grande compartía la versión entregada por el párroco de la iglesia a Vanguardia Liberal, quien aseguraba que crímenes de esa condición eran el pan diario de los habitantes de la comunidad.
Los operativos de seguridad adelantados por la policía metropolitana de Bucaramanga, en conjunto con el Ejército Nacional, dieron como resultado la incautación de un laboratorio de licor adulterado en Barroblanco, siete puntos de expendio de estupefacientes en el área, cuatro hombres investigados por secuestro y extorsión, y otros veintiséis fueron encontrados con armas de fuego. De los responsables de los tres crímenes antes mencionados (durante mucho tiempo) no se supo nada.
DE CHOCOLATE CON ARROZ
Olga María Pedraza vivía con su madre en un barrio del norte de Bucaramanga y todos los días iba a vender, puerta a puerta, unas ofertas de chocolate con arroz (una libra de chocolate + una libra de arroz x $2.000). Los mejores días eran los viernes y los sábados. El peor día era el jueves, porque todas las viejitas decían que el arroz estaba muy partido, y el chocolate mohoso; que no.
Dice la madre de Olga que un día su hija se fue, y no volvió más. Ella estaba muy preocupada; no pudo pegar el ojo en toda la noche. Se la pasó rezando. Al otro día su hija volvió campante, diciendo que le había cogido la noche, ya no pasaba bus, y por eso tuvo que quedarse a dormir en casa de doña Leonor, una clienta que fabricaba tabacos en el barrio Hoyo Grande, en Piedecuesta.
UNA OFERTA MUY BUENA
Alirio Hernández estaba casado. Vivía con su esposa en el barrio Hoyo Grande, y era uno de los vigilantes de La Piedecuestana. Leonor trabajaba haciendo tabacos en su casa. En esta parte del sector, además de escuchar tecno-cumbias, toda la gente vive del tabaco.
Un día, llegó una muchachita vendiendo unas ofertas de chocolate con arroz. Leonor le pidió a su esposo que comprara una; pero su esposo no tenía plata. Pero, como Alirio vio que la oferta era buena, al final compró una. Se acercó a la chica que las vendía y él mismo le entregó los dos billetes de mil.
LA PAREJA DEL AÑO
Paseaban el parque los miércoles, comían raspado los lunes, los viernes iban a misa de las siete y todas las quincenas se citaban en un motel.
LOCA, MARIHUANERA Y VIZCA
Cuando Leonor se enteró de todo dijo que iba a partir a esa perra. A media noche, cuando la vio en la cocina (porque se estaba quedando quién sabe desde cuándo en su misma casa, en el cuarto de abajo), la tomó del pelo y la tiró contra la pared. Perra sucia doblehijueputa, le dijo. Olga tenía puesta una bata amarilla. Leonor se la quitó con violencia y Olga, descubierta, echó a correr por toda la casa, gritando AUXILIO, SOCORRO. Leonor la alcanzó en la sala y la cogió a puños, por piroba. Pero ella se volvió a escapar. Entonces Alirio pescó a su esposa por el cuello y le clavó tremendo cabezazo…
A Leonor le decían ‘la loca’, tenía la mirada pérdida y fumaba marihuana desde los 18.
NOCHE DE BRUJAS
Solo alcanzó a librar una manta y en medio de la noche todos pensaban que era un fantasma. Piedecuesta, de noche, el es el sitio perfecto para favorecer una escena de horror y desesperación. Por eso Olga supo que nunca llegaría al norte de Bucaramanga y se cree que muchos taxistas no le dieron crédito a sus muecas desesperadas. Dicen que una ambulancia estuvo a punto de arroyarla.
“V” DE, BÚSCALA Y MÁTALA
El caso es que Leonor escapó de las garras de su esposo y se fue a buscarla como una loca. Tomó el primer taxi que pasó y recorrió, de cabo a rabo, el barrio Hoyo Grande. Inspeccionó el cementerio. Fue al centro, le preguntó a un portero; pero el portero la mandó a que le preguntara al limosnero de la carpa. Luego de hablar con el limosnero de la carpa, tomó la autopista principal. Leonor le dijo al chofer del taxi, vamos para el norte, mi señor. Sin embargo, por la vía que de Floridablanca conduce a Piedecuesta, 100 metros más allá de Cajasan, la vio. Dejó andar un poco más el carro y se bajó. El chofer advirtió, cuando ella le alcanzó un billete de cinco mil, que le temblaban las manos.
EL JUICIO
Tenía heridas en toda la cara, marcas sangrientas en su espalda, y cojeaba. Se cubría con la manta que llevaba y no sabía cómo le iba a explicar a su madre lo sucedido. Entonces, cuando comenzó a lloviznar, la vio. Se acababa de bajar de un taxi… Olga gritó que la ayudaran, de por dios, y luego de salir corriendo, tropezó en la canaleta… Tuvieron un encuentro brutal. Lucharon como un par de perras en medio de la tormenta. Se revolcaron como niñas en el barro de la calle. Olga trató de defenderse con todos los dientes, le clavó las uñas en la cara a Leonor; pero Leonor logró inmovilizarla, boca abajo, y la desnucó.
EL DÍA DE LAS VELITAS
Amanece en Piedecuesta y los de la DIJIN practican el levantamiento. Es un día soleado, el espíritu navideño está presente y toda la gente, en la noche, prenderá velitas de colores en la verja de su casa.
Mientras tanto, en Hoyo Grande, Alirio da lo que sea por saber algo de sus dos mujeres. No sabía a cuál de las dos quería más, pero no era justo eso lo que quería saber.
Le preguntó por ellas al tipo de la frutería de Campo Verde, a las abuelitas del parque y a los mendigos de la calle; pero nadie daba razón de nada. En la cara principal de una Vanguardia, que colgaba en la caseta del parque de Piedecuesta, se enteró del misterioso crimen que desafiaba a las autoridades en el área. No tenían identificada a la víctima, ni había denuncias; nadie sabía nada.
EL PERSEGUIDOR
Alirio, endemoniado, toma prestado uno de los autos que cuida en la Piedecuestana y comienza a buscarla. Examina primero todos los barrios del sur de Piedecuesta. Luego va al centro; habla con las amigas de su esposa, pero ninguna la ha visto desde el martes. Va a casa de su cuñada Victoria, en La Feria, pero Victoria no abre la puerta porque piensa que es el tipo del pagadiario. Alirio la busca en toda Piedecuesta, recorre el municipio sin hallar huellas de su despiadada mujer.
SACRIFICE
En una vía despejada, a las afueras del municipio, Alirio la encuentra. Al verlo, ella empieza a correr, y a gritar; pero él la conquista con artificios. Le hace pensar que no sabe nada, nada de nada, le dice miamor, y logra embaucarla a punta de promesas. Ella acepta subir al carro. Él la golpea y ella se desmaya. Alirio toma la vía que conduce a Los Santos y, en el Guayabal, sigue el desvío que lleva al Duende. Se detiene, gira el volante y se mete a la fuerza en un potrero. En medio del huerto saca a su esposa del carro (la viola) y antes de arrojarla al charco, la golpea con una cruceta.
DEL TIPO DEL MACHETAZO
Del tipo del machetazo… La gente cree que fue un lío de faldas. Porque los problemas entre machos, se resuelven a machete.