Dejémonos de fatalismos. Hay que reconocer que en gran medida, y en los últimos años, el cine colombiano ha crecido como la espuma. Y si bien las taquillas siguen dándonos un par de decepciones, nuestro país ha visto nacer a varios directores que sí están marcando un antes y un después.
Laura Mora, con ‘Matar a Jesús’ (2017) está siendo un gran ejemplo a seguir, no solo para muchos directores sino para Colombia entera. Ni hablar de Ciro Guerra con ‘El abrazo de la serpiente’ (2015) y ‘Pájaros de verano’, esta última que aún no ve la luz. No olvidemos tampoco a Iván Gaona que sorprendió a más de uno con el western ‘Pariente’ (2016). Jhonny Hendrix Hinestroza con la preciosa y muy bien construida ‘Chocó’ (2012). Jaime Osorio arriesgándose con un thriller bélico que tuvo el nombre de ‘El páramo’ (2011). Andrés Baiz en ‘La cara oculta’ (2011). Los jóvenes Daniel Paeres y Camilo Medina que juntos dirigen ‘Una mujer’ (2016). O Marcela Rincón, quien se convirtió en la primera mujer en dirigir una cinta animada con ‘El libro de Lila’ (2017).
En fin, un gran número de directores que le están apostando a contar historias muy naturales, orgánicas, colombianas. Esta nueva ola que resalta lo mejor del país está haciendo que se nos vea desde afuera con respeto. Nuestro país está construyendo al cine y nuestro cine está construyendo al país.
Desde la creación del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC) y la ley 814 del 2003 se han facilitado los temas de financiación para los nuevos directores. No en vano semejantes piezas como las nombradas al principio han nacido en los pasados años.
Pero lamentablemente nos estamos quedamos sin público. Por eso se piensan historias que no pasan de un rato de entretenimiento. Porque ‘al público no le interesan esas cosas’. Porque el público ‘solo busca reírse’. Señoras y señores, del cine también se aprende, del cine también se abren cuestionamientos sobre la vida.
Siempre recordaré una frase de mi exprofesor de guion:
«Una buena película es la que nos hace hablar de la vida y de nosotros. No de la película en sí».
Ahora el gran problema que estamos enfrentando es la audiencia. Nos hemos visto frenados por una audiencia que no cree en esta nueva ola. Una audiencia que nos permite estar, por mucho, 4 semanas en cartelera. Y eso es una hazaña. Por favor. No todo en la vida es Superman vs Batman o Transformers. Abramos nuestros ojos, agudicemos nuestros sentidos, no se trata solo de explosiones y Megan Fox en bikini. El cine es mucho más que eso. Y el cine colombiano está siendo aún más.
Para los académicos: disfrutemos del cine sin tanto rollo, alejarnos de lo formal de vez en cuando funciona para ver la magia que cada película lleva por dentro. Por supuesto, no debemos olvidar la técnica, pero también tener en cuenta que la técnica no hace a una película del todo.
El cine colombiano está cambiando, se ve, se escucha, se huele. No podemos dejar morir a todos los que se atrevieron y que están construyendo piezas audiovisuales únicas y representativas. Dejemos de tildar al cine colombiano como aburrido.
No se trata de ser condescendientes ni regionalistas, se trata de reconocer y aplaudir el talento real. Apoyémonos. Ahí si: entre colombianos, hagámonos pasito.