Contra todo pronóstico, El Desafío The Box se estrenó el pasado lunes 15 de marzo; con una pandemia en el rastro y millones de colombianos a la expectativa.
En esta oportunidad, repite Andrea Serna como conductora. De nuevo la acompaña Daniella Álvarez y se desarrolla desde un lugar virgen en Tobia, Cundinamarca.
Desde el primer capítulo me rondó la misma pregunta que tuve desde que este famoso reality se convirtió en una lucha de ‘superhumanos’: ¿por qué El Desafío es ahora una competencia de crossfit?
Han pasado más de 15 años ya desde la primera temporada del reality y, sin duda, el comportamiento humano, de la audiencia, ha experimentado ciertos cambios. Los hábitos alimenticios han mutado. Las redes sociales trajeron consigo una oda de elogio a la belleza (un concepto tan polémico). La vida sana se ha tomado las agendas de muchos. Y el culto a los cuerpos esculturales se convirtió en una nueva religión (con todo lo que la palabra implica).
Era entonces de esperarse que estas variaciones en los hábitos humanos tuvieran un impacto en los contenidos televisivos que se producen hoy. El contraatacar al sistema alimenticio actual, con una producción que no solo da lugar a las personas que han decidido hacer de ese su estilo de vida, sino también a quienes lo desean, es más que lógico. Pero esto no blinda a la producción colombiana, que por tantos años ha acompañado a cientos de personas a vivir una aventura de supervivencia, a convertirse en un fracaso.
Al fracaso total del programa se le suma la deslealtad con un formato que prometía muchas cosas, excepto esta. No es una resistencia al cambio, es válido que los contenidos deban adaptarse a las variantes sociales, pero de ahí a destruir por completo la experiencia que proporcionaba El Desafío a sus televidentes hay mucho camino.
Lo que vemos hoy en pantalla no es más que una competencia de crossfit. Una disputa por quién tenga el mejor cuerpo o en su defecto quién lo muestre más. Una sexualización de los participantes, otorgándoles su valor únicamente en la cantidad de deseo sexual que despierten. Unas competencias que dejaron de poner a prueba todas las habilidades de un competidor, para asemejarse a una rutina de gimnasio. Una competencia que dejó de aceptar personas del común, para incluir a reconocidas personalidades del mundo fitness.
Será decisión de sus productores darle un giro a este programa. Que en lo personal, dudo que así sea. Es entonces decisión de nosotros como consumidores pensar en qué estamos invirtiendo la hora y media que dura el programa. Y si realmente vale la pena.