Hace muchos años un tipo muelón, gafufo y feo fue capaz de atrapar a la audiencia colombiana hablándole de manera inteligente y divertida de la política nacional, y burlándose de los noticieros y de los protagonistas de sus noticias. Jaime Garzón comenzó con un programa en un formato diferente, arriesgado, sin grandes inversiones en publicidad y sin acceso a medios másivos más allá de la media hora que le daban para burlarse de los colombianos en Zoociedad y más adelante en QUACK el noticiero. Fue esta apuesta por un contenido diferente en un formato divertido lo que le abrió las puertas y las pantallas de los hogares colombianos.
Hoy en día la hazaña de Garzón palidece junto a las audiencias que cautivan pelados de colegio que narran sus vidas en videos de dos minutos realizados sin mayores pretensiones y publicados de manera gratuita a través de youtube, los cuales niños y adolescentes consumen ávidamente a través de internet.
El colombiano promedio -ese mismo que se las sabe todas y no acepta nada- cree que el youtuber es una especie de gomelo que parlotea sin cesar en youtube mientras se enteca el pelo con las manos, sin saber que su verdadero poder radica en la sencillez, la honestidad y lo superfluo de su discurso. Más allá de la plataforma que se use para subir los videos, el youtuber se caracteriza por su capacidad para traer gente que se identifica con su discurso a su canal. Su lenguaje desenfadado y sus videos poco elaborados por lo general son grabados con un celular y se popularizan por la calidad de sus contenidos gracias al voz a voz de su audiencia. Pero hasta a eso el colombiano avivato logró hacerle la trampa: El nuevo youtuber colombiano es el dueño de los medios masivos, revistas, canales de televisión o actores medianamente vigentes que aprovechan su imagen para asegurarse 15 minutos de fama en las redes sociales. Tener acceso a medios masivos le asegura al payaso de turno buenas cifras en su canal, además de hacer mella en la opinión pública con material poco impactante.
Esto es lo que sucede con el señor Samper Ospina, triste encarnación del adulto contemporáneo, ese ser que se rehúsa a aceptar su realidad a pesar de que ya tiene que cortarse los pelos de las orejas y las verrugas se le crecen sin control. Echando mano de cuanto medio tecnológico encuentra para demostrar su ingenio y creatividad logra el éxito gracias a sus influencias y la prestancia de sus medios a pesar de lo desabrido de su discurso.
Y el hecho de ser mayor no lo descalifica, a menos que como en este caso, el señor youtuber no tenga nada que decir y solo busque una figuración pública. Estos personajes logran halagos y loas de tuiteros viejos, explotando lo desagradable de su aspecto físico, tratando de burlarse de sí mismos en un fallido intento de reírse de su realidad, cosa que su ego aristocrático no les permite. También tratan de hacer comentarios chistosos de descarada facilidad que acomodan a los eventos del día, haciendo una supuesta crítica -política y social- en un medio donde ellos y sus familiares son los mismos verdugos de dicha realidad -política y social-. Contenidos fáciles, chistes previsibles, exageraciones y humillaciones típicas del circo periodístico en el que se mueven logran aplausos y risas del común de la gente, acostumbrada a verlos en realities y programas de la mañana.
Aprovechen a reírse de estos personajes mientras se humillan a sí mismos, ya que en la calle no soportan que la gente los señale y los mire. Y no me paren bolas que en Youtube uno ve lo que quiere ver, hay tanto material que mal harían ustedes en hacerme caso y perderse de este triste hito de la historia mediática colombiana.
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