Hay gente que no sabe dar consejos. Lo sé porque durante el último año, cuando he necesitado una palabra de aliento al sentirme solo o perdido, he pedido ayuda con un grito silencioso en un estado de Whatsapp o Facebook y a veces con una llamada o un mensaje a un amigo o un familiar. Con una palabra de aliento alguien te toca una fibra del corazón, porque en esos momentos uno no quiere consejos ni regaños. Por lo general la tristeza viene de la ausencia de esa persona que se quiere pero que ya no te quiere, viene de ese mensaje que uno espera y sabe que no va a llegar, y a veces una palabra de consuelo en ese momento ayuda a no sentirse tan solo, a entender porqué pasan las cosas o porqué lo que uno hizo, lo hizo tan mal.

En ese momento es cuando se cae en cuenta de los pocos amigos que uno tiene, porque de verdad que son pocos. Y de algunos de los que aparecen, con buena o mala intención a veces, salen los peores consejos que uno pueda escuchar. Un tipo que vive a costillas de la mujer diciendo que no llore por un «culo», porque «culos» es lo que hay. El amigo que dice que qué se gana estando triste mientras los otros siguen con su vida. La amiga que comenta, a manera de cliché, que si el amor hubiera sido de verdad la otra persona hubiera esperado; o la señora católica que cuenta que hay gente peor y que antes se debe agradecer porque se tiene que comer, «no como los niños de África».

Y después de todos ellos estoy yo, que me he dado consejos toda la vida y mira dónde estoy ahora. Si hubiera sabido antes que era así, hubiera aprendido a meditar, a tomarme mi tiempo para reflexionar mis decisiones para tomarlas en mi mente y acto seguido hacer todo lo contrario. Me he equivocado sistemáticamente desde la infancia, y a veces siento que es como ese chiste de la suegra, que la entierran con el ataúd bocabajo para que si intenta salir se hunda cada vez más.

 

A pesar de eso, hoy siento que debo aconsejarte acerca de lo que he vivido los últimos dos años y medio y que me ha traído a esta depresión y esta locura que ya no me dejan distinguir lo que es real de lo imaginado. Tal como la señora católica dice, entiendo que uno debe agradecerlo todo: lo poquito, lo bueno y hasta lo malo, porque lo malo cuando duele siempre te deja una enseñanza. Cuando estaba en Colombia, llevaba una vida mediocre pero bonita. Y a pesar de no tener posibilidades de crecer laboralmente, tenía un buen trabajo. No tenía estabilidad ni posibilidades de endeudarme con ese tipo de contrato, y veía lejana la posibilidad de comprar una casa o un carro, por lo que me estanqué viviendo un presente continuo, aligerando mis temores con el alcohol y personas falsas. Hoy entiendo que solo no hubiera logrado nada, pero que cuando la vida pone a tu lado a alguien trabajador e inteligente como tú, esa es una bendición que debes agradecer, porque una persona así te ayudará a forjar un futuro.

No te eches toda la carga al hombro, compártela o si no ,cuando ya no puedas más, te van a dejar sola.

Entendí que había desperdiciado mi vida, saltando de trabajo en trabajo, renegando de mi profesión, porque a pesar de que me gustaba y era bueno para eso, nunca le encontré sentido a lo que hacía. Me parecía frívolo pasar horas y horas reunido con el elenco de los Monsieur Periné, gente de bigote engominado, sombrero cachaco y egresados del San George pensando cómo hacerle una campaña a una cerveza, a un banco, a un político. Por eso empecé a trabajar independientemente, y aunque me iba bien, nunca encontré en quién apoyarme para crecer, para crear algo bonito y duradero. Por eso me dediqué al día a día, a buscar proyectos, a trabajar y trabajar para sostenerme, sin poder ahorrar.

El crédito es la peor manera de conseguir algo cuando uno está solo. Es mejor ahorrar.

Al quedarme lleno de deudas, hace unos 13 años, los bancos me cerraron el paso. Sin la posibilidad de endeudarse o sacar créditos no pude comenzar nuevos proyectos productivos, estudiar o poner algún negocio. Sin embargo, me fue bien, pude dar clase en la universidad, tuve mis clientes buenos, hice cosas interesantes, proyectos y campañas bonitas con personas muy inteligentes con las que aún tenemos ideas para sacar adelante. Viví en un sitio muy bonito de la ciudad, me enamoré, me dejaron solo de nuevo, conocí gente muy interesante y especial, pero luego vino de nuevo la mala hora. Ante la posibilidad de salir del país seguí  los consejos de la familia y entregué el apartamento, vendí todas mis cosas y desafortunadamente cometí otro error en una cadena gigantesca de errores: regresé a ese barrio al que nunca debí haber llegado.

Escucha tu corazón, porque aunque a veces uno piense que hace lo correcto, en el fondo, el corazón sabe que algo está mal. Confía en ti.

Cuando regresé a ese antro fue como regresar en el tiempo. Nada había cambiado. Los mismos borrachos fracasados en el bar de la esquina, la misma tienda donde la aguacatera y el yerbatero se sentaban a ver los partidos de nacional en medio del líchigo regado por todo el piso de la tienda, el minimercado de la usurera, la pastusita, en fin, nada había cambiado. Cuando llegué allá me sentí derrotado, como si en los últimos años no hubiera hecho nada con mi vida y volviera al punto donde todo empezó, sin pena ni gloria, sin plata, sin nada. Yo entendía que era una opción para mejorar, algo temporal mientras salía el viaje, pero no fue así. Mi corazón sabía que era un error y aún así decidí regresar, hacerle caso a lo que me decían los demás y me quedé allá. Escucha tu corazón, porque en el fondo sabe lo que te conviene a ti, los demás no deben importar porque cuando los necesites ellos no van a estar ahí. Solo la familia se preocupa genuinamente.

Ten cuidado con la gente que dejas entrar en tu vida. La mayoría solo te quiere quitar lo poquito que tienes.

Cuando alguien se va a meter en tu vida aprovechará toda la información que le des. Va a fingir que te escucha, que te aprecia, que le interesas. Luego va a cambiar su forma de ser para hacerte creer que en realidad es así, porque como el camaleón, se va a acomodando a lo que tú quieres ver. Te van a cegar, te van a dejar ver solo lo que quieren que veas, y te van a decir lo que quieres escuchar. En ese momento, todo parece perfecto y el mayor logro de estas personas será acallar tu corazón, que no lo escuches, que no dudes, te van a hacer sentir que haces lo correcto mientras sacan lo mejor de ti. Perderás la confianza y el cariño de personas que te han conocido y que están cerca de ti, te llevarán a cometer errores y a cambio te dejarán los buenos recuerdos que se llevan las borracheras, así como se llevan el respeto y el amor de tu familia. Engañarte a ti mismo es sencillo, pero a tu familia no, y no solo ellos, sino que todo el mundo ve cómo son las cosas en realidad.

 

Nadie aprende oyendo consejos ajenos, especialmente las personas que no logramos conectarnos con nuestros padres. Uno va solo por la vida, tratando de salir adelante, sin darse cuenta que está enterrado, con el ataúd bocabajo y que su lucha lo está hundiendo cada vez más; que lo está alejando de la luz, que uno mismo se está enterrando.

Y hay gente que te ve así y antes te anima a seguir hundiéndote, sabiendo que uno está mal, que no tiene nada, lo único que hacen es taparte los ojos mientras toman lo poquito que queda de ti para ellos.