Al igual que muchos ciudadanos me resulta difícil darle crédito a las noticias relacionadas con los casos de corrupción que han sido desvelados los últimos días. Llegué a pensar en un momento inicial que se trataba de un ardid de un reconocido portal de noticias falsas, pero lamentablemente no fue así. Debe ser cada día más difícil inventar noticias falsas con estos servidores públicos que no se cansan de sorprendernos con sus tretas e intereses. Parecía un oxímoron, el fiscal anticorrupción estaba siendo investigado por corrupción y gracias a esa investigación un exmagistrado. En serio, me cuesta creerlo, un exmagistrado que fungió de presidente de la Corte Suprema de Justicia, una de las personas a las que se les otorgó la responsabilidad de garantizar la equidad y la justicia del país está siendo investigado por el mismo delito. Increíble. Francisco Javier Ricaurte ha sido enviado a la Cárcel Picota al patio de servidores públicos como medida preventiva porque hasta que no se demuestre lo contrario es inocente. Y así sea declarado inocente el solo hálito de la sospecha pone en entredicho la institucionalidad del Estado. Me encantaría saber si en las cárceles de los Estados serios hay patios para servidores públicos y empresarios, de ser así, en esos países también presupondrían que hay delincuentes de primera, ciudadanos de primera, gente de bien…
Ahora, tampoco parto del supuesto de que la institucionalidad del Estado es inmaculada, es suficiente recordar los casos de detrimento, abuso de poder, despotismo, nepotismo, maltrato, corrupción, injuria, malversación de fondos, celebración indebida de contratos y otros, en los que se han visto envueltas instituciones como la Policía Nacional, el INPEC, la Procuraduría General de la Nación, la Fiscalía General de la Nación, el Ejército, las defensorías, los ministerios, las gobernaciones, las alcaldías, las presidencias, etc.
No para justificar pero sí para referirse cuando se han dado tales escándalos, los funcionarios más altos de cada institución coinciden en decir que se trata de casos aislados de algunos funcionarios corruptos, pero de tanto repetirse las acusaciones pareciera que no son «algunos» sino la mayoría. Los colombianos sospechábamos que casi todas las instituciones del Estado estaban conectadas y soportadas por una funesta red de corrupción y encubrimiento, también teníamos la esperanza de que la Corte Suprema de Justicia estuviera fuera de esa red. Confiábamos en la antonomasia de la justicia y parece que ni con eso contamos.
La firma de la Paz con las FARC no solo nos han mostrado que el cáncer de nuestro Proyecto Nacional es la corrupción, la mezquindad y la insensibilidad, tal vez ahora nos toque hacer un tratado anticorrupción y humanitario. Porque al igual que la paz, la corrupción es una prioridad para todos, no podemos pensar que la paz la vivencian solo los militares y los rebeldes, no podemos pensar que la equidad y la justicia solo corresponden a unos pocos. Nuestra sociedad que gusta tanto del dinero fácil y del estatus aristócrata ve en la corrupción, en el torcidito del contrato, en la coacción y en la extorsión, en el miti-miti, la posibilidad de conseguir la platica que hace falta para tener las acciones del club, el viaje a Europa con todo pago o asegurar una cuentica en el exterior para no pagar los impuestos del dinero mal habido en Colombia. No tenemos Estado, por lo menos no uno serio, y si lo hay no ejerce soberanía ni justicia, seguimos perjudicados por los que se creen aristócratas y por los que desean llegar a serlo, ya sea con algún torcidito y con asiduas visitas al club y a los cocteles de la crema y nata de nuestra sociedad para poder ser fotografiados y aparecer en las páginas sociales de las más reputadas revistas.
La putrefacción del Estado es evidente, – sería más adecuado escribir la palabra con minúscula inicial -, por tal razón algunos han sugerido un remezón, una purga de instituciones y funcionarios y eso es absolutamente necesario y obligatorio si queremos rescatar nuestro proyecto de Nación. La antigua Roma cayó en gran parte por la corrupción que desde dentro eclosionó; luego entonces, por más rico y biodiverso que sea nuestro país, por más que tenga reservas y empuje, fuerza y perseverancia, si no hacemos nada nuestro destino será la ruina y las futuras generaciones tendrán mucho por reprocharnos. No sé qué es peor: si la tranquilidad y la insensibilidad que tenemos como ciudadanos para seguir permitiendo la rampante violación a derechos por parte de “algunos de los elementos” de nuestra institucionalidad y esperar a ver con qué nueva corruptela nos sorprenden mañana o la fuerza oscura del delito que está como un manto sobre todo, absolutamente todo. A veces pienso qué haríamos como Nación ante una situación como la que vive en estos momentos México ¿Daríamos lo mejor de nosotros para reconstruir? ¿Buscaríamos beneficiarnos de la situación? ¿Les daríamos la espalda a los que ideológicamente no están con nosotros? ¿Seríamos capaces de ayudarnos?
Muchas gracias por la lectura.