EL FUTURO DE
La proyección cinematográfica
Hay una señal que los antiguos proyeccionistas de películas en 35mm usaban cuando debían cambiar de cinta. Le llamaban ‘la guía’: un cuadro blanco en la parte superior derecha de la imagen, imperceptible para el espectador pero de suma importancia para quien en ese instante debía poner un nuevo rollo, si no, la función se interrumpiría. Las artimañas han ido cediendo con el tiempo, pues ahora la proyección digital tiene la parada en la escena cinematográfica mundial.
Jaiver Sánchez es proyeccionista desde hace seis años en la Cinemateca Distrital de Bogotá, el único lugar en la ciudad que aún dispone de proyectores de 35mm. Jaiver siente un orgullo visible cuando reconoce preservar las mañas del oficio y aún más, tener la responsabilidad más importante de todo el teatro, pues así el espectador no caiga en cuenta, presentar una película en este formato requiere una precisión milimétrica y una destreza que el propio Sánchez siente como arte. Se autodenomina ser el único en Colombia, quizás también el último, que lucha por exhibir películas en negativo, práctica que comenzó en 1882 y que estuvo presente, siendo protagonista, en los momentos más importantes de la historia del séptimo arte.
La transición a la proyección digital comenzó a principios de la década del 2000, cuando la industria del cine y las distribuidoras entendieron las ventajas de la innovadora versión computarizada. Por un lado, hubo una reducción de costos significativo, pues el proceso anterior requería un largo camino de revelado y de empalme que, también, necesitaba de personas experimentadas, entre esas el proyeccionista. Por otro lado, existe una mayor facilidad de preservación del material, ya que la copia del 35mm requiere un cuidado especial. De ahí que exista una entidad como la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, encargada de recuperar y conservar el archivo audiovisual nacional.
Sin embargo, no todos han adoptado estos cambios, hay cineastas que defienden y cuando pueden, graban y buscan proyectar ‘a lo vieja escuela’. El caso más actual es el de Quentin Tarantino, quien rodó su más reciente película The Hateful Eight en 70mm, formato que dobla el tamaño del celuloide pero que igual corresponde a un recurso clásico y que necesita de un proyector de 35mm para que el experimento visual funcione. Paul Thomas Anderson en 2012 con The Masters y Christopher Nolan en 2014 con Interstellar son otros ejemplos de artistas nostálgicos por el formato que los formó como directores.
Quizás por ello, Sánchez aún sueña con la resurrección del formato, aunque entiende lo inconveniente que sería para las grandes productoras porque, al fin y al cabo, el cine es una industria que se reinventa constantemente con tal de alcanzar más y mejores recursos. Él, aparte de ser un proyeccionista, es un cinéfilo por vocación, pues su oficio se lo pide. Cree que en los últimos 20 años ha visto alrededor de 7000 películas, casi todas en el mismo lugar. Por eso afirma tener el mejor trabajo del mundo, pues le pagan por ver y respirar cine. La muerte progresiva de la proyección en 35mm es algo que, aunque lo preocupa, no lo desvela. Aparte de ser el encargado de maniobrar con los dos antiquísimos artefactos que tanto cuida, está a cargo de la preservación de todas las cintas que alguna vez estuvieron en pantalla, aproximadamente 1500.
El deceso del 35mm no significa que el cine esté pasando por un mal momento. Al contrario, las innovaciones tecnológicas han permitido intensificar la experiencia del espectador con la obra. El Imax, formato que aumenta la resolución de las imágenes, es uno de tantos recursos que tanto la industria como los distribuidores han ido mirando más de cerca, pues los efectos, en pro de alcanzar un nuevo nivel en la manera de ver cine, permiten al usuario sentir de alguna forma que hace parte de la película. La proyección no solamente es el mediador sino que puede llegar a ser un elemento más de la historia, y esta es una de las apuestas a futuro. Para los nostálgicos del antiguo celuloide, como Jaiver, queda aprovechar los últimos resquicios de un instrumento al que, sin duda, todo amante del cine le estará siempre en deuda.
Diego Pérez