EL FUTURO DE
la desigualdad económica
La concentración de los ingresos en el mundo es un problema que está en la agenda de casi todos los países, pues pone en peligro la estabilidad desde el punto de vista social. Es más, tiene repercusiones en términos de crecimiento. Hay tanta desigualdad, que el Estado se ve amenazado no solo socialmente sino que también desestabiliza económicamente a los países.
Thomas Pikkety, un economista francés, recientemente hizo un aporte desde la academia con su libro Capital en el Siglo XXI, publicado en 2013. Uno de los argumentos principales que esboza es que en las próximas décadas el mundo sufriría una agudización de la desigualdad.
De ahí que, el futuro del capital, guiado por el mercado financiero principalmente, crecerá más rápido que el crecimiento de los países (ya usted verá por qué esto es importante).
Actualmente, la riqueza de tan solo 62 personas en el mundo equivale a la de la mitad de todos los países sumados.
¿Qué va a pasar?
El crecimiento del mundo comenzaría a reducirse en las próximas décadas. Es decir, en los últimos años la riqueza generada en el mundo se ha dinamizado a muy buen ritmo, pero esto podría dejar de suceder, entre otras razones, porque no es sostenible. Eventualmente, tiene que retornar a un nivel bajo, tanto que estará muy cerca de lo mínimo que necesita una economía para reponer sus gastos de producción.
¿Y entonces por qué es malo?
Si el crecimiento tendiera a bajar significaría que las generaciones se reproducirán igual y por tanto, también la estructura de desigualdad que impera. Actualmente, el 1 por ciento de las personas más ricas tienen el mismo nivel de riqueza que el otro 99 por ciento.
De manera que, el crecimiento económico facilita la ascensión social de personas cuyos padres no formaban parte de la élite.
Es decir, ¿crecimiento económico implica menos desigualdad?
Crecimiento no significa propiamente reducir desigualdades. La afirmación del Piketty sobre las bondades del crecimiento económico va más en el sentido de que un bajo crecimiento limita las posibilidades de mejorar la situación económica de las personas y a su vez, amplifica en el tiempo la desigualdad de la riqueza.
En Colombia, el 1 por ciento de las personas más ricas tienen el 20% de la riqueza del país.
¿Y por qué llevaría a ensanchar la desigualdad?
Esto conecta con lo que se conoce como convergencia: países que tienden a niveles similares y por tanto, las brechas entre estos disminuyen. Las proyecciones muestran que los países (ricos, emergentes, etc.) van a tender a una tasa de crecimiento parecida. Suena bien, pero, como se mencionó antes, en esas proyecciones hay algo que no tienen en cuenta y es que ese crecimiento será bajo en los próximos cien años y con la fuerza de divergencia, las desigualdades brotarían.
La fuerza de divergencia se refiere a que la tasa de rendimiento del capital crecerá más rápido que la del crecimiento económico. Es decir, la recapitalización -generar más riqueza con la que se produjo- de los dueños del capital será más rápida y se concentrará más. Entonces, ya no será tan claro que todos tenderán a tener un mismo ritmo de crecimiento, pues quienes detentan el capital ganarán más y concentrarán más la riqueza.
En el caso de Colombia, la capitalización en el mercado financiero creció en los últimos 11 años, el doble de rápido que el crecimiento del país. Nuestro continente ejemplifica muy bien dicha situación, pues en el caso de los más ricos, sus fortunas crecieron en trece años al 21 por ciento anual, mientras que las riquezas de los países lo hizo apenas al 3,5 por ciento. En el resto del mundo el panorama es similar: la recapitalización de los más ricos crece más rápido que el crecimiento económico de los países.
El capital, hoy
Piketty analiza que el principal componente del capital (y el de más implicaciones) es el financiero. Por eso, la preocupación es mayor, ya que la crisis de 2009 generó más desigualdad y no solo en términos de la elevación del desempleo: quienes tenían grandes valores en la bolsa los pudieron recuperar rápidamente (casi el 93 por ciento de lo que se perdió), mientras que, los de estrato medio y bajo tenían sus inversiones en vivienda y, con el desinfle de la burbuja del boom inmobiliario, perdieron gran parte de sus inversiones.
Fuente: Banco Mundial
Concluyendo
Dadas las condiciones actuales, los datos que estudió Piketty mostrarían que, en términos de producción, los continentes comenzarían a crecer de forma parecida. Sin embargo, recalca que esto no va a implicar necesariamente un proceso de convergencia en los ingresos de los habitantes (que tiendan a igualarse), pues la fuerza de divergencia producto de la concentración del capital crea muchos obstáculos, tanto que, habría más desigualdad.
La estructura de las desigualdades para Piketty está sustentada en la premisa de que el trabajo, principal fuente de ingreso de las clases media y baja, está lejos de ser una fuente de riqueza que genere capital y permita alcanzar en algún momento los niveles de capital que están en manos de unos pocos.
¿Qué reduce la desigualdad?
El mecanismo que sí permitiría esto sería la difusión de los conocimientos tanto a nivel internacional como nacional. Es decir, que el crecimiento de un país relativamente beneficie indirectamente a otro. Aunque, por su naturaleza termina dependiendo de la construcción de un poder público legítimo y eficiente, que es tener la continuación de un Estado Social de Derecho.
La propuesta
Ahí llegamos a la parte más criticada de Piketty: un impuesto al capital, ¿por qué? Se concentraría en grandes proporciones y se ensancharían las desigualdades. Ahora, Piketty es consciente de que este impuesto mundial sobre el capital es una utopía útil, una apuesta que más que técnica y económica es de carácter político ya que los impuestos han sido, a través de la historia, un aspecto político por encima de lo económico.
Por Jaime Vera