EL FUTURO DEL

teatro

El futuro es incierto, pero el presente es el teatro. En esta arte escénica cada función es única, pues cada noche el público es distinto y los actores son diferentes a los de la función anterior. Tal vez esto es precisamente lo que lleva a que el lazo entre el público y el actor sea inmediato e irrepetible.

Para la profesora del Teatro Libre, Patricia Jaramillo, es esta sensación característica lo que ha permitido que el teatro haya perdurado por más de 25 siglos, defendiendo al teatro de la banalización que los seres humanos hemos propagado en esta sociedad de consumo.

El teatro de ideas -ese que retrata la genialidad y el dolor humano que ha guiado la historia del mundo-, ha tenido que luchar por sobrevivir, jugando con las leyes del mercado para no maltratar el sentido clásico de la actuación teatral, explica la profesora Patricia. Los grupos de teatro trabajan por sobrevivir a la inmediatez, al empobrecimiento escénico de las creaciones burlescas de una risa fácil sin análisis y a la errónea idea de pensar en el teatro como un arte de la élite.  

El hombre y el teatro se conocieron varios siglos atrás, cuando los taparrabos de piel de tigre, acompañados de las lanzas de piedra y palo, representaban la fuerza. No se trata del Halloween del año pasado cuando se puso de moda en disfraz de Tarzan por el movimiento ‘fit’, sino de la época prehistórica donde el hombre en sus ritos de caza empezó a escenificar teatralmente los sonidos de los animales.

Luego, llegaron los ritos religiosos que, tanto en las tribus africanas como en la antigua Grecia, combinaban movimientos corporales que al juntarse se convertían en una danza enérgica, guiada por el ritmo de una música de tambores y decorada con máscaras que representaban estados de ánimo.

 Con la evolución del lenguaje, las representaciones también comenzaron a progresar, siendo la tragedia el principal protagonista. El hombre empezó  a sentirse identificado con el desamor y la injusticia que transmitían obras como las de Shakespeare. O quién no recuerda esas palabras que  encendieron la historia de aquel doloroso romance indebido: “¿qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta, el  sol! (…) ¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo?” O el discurso político de Hamlet que grita venganza: “ser, o no ser, esa es la cuestión. ¿Cuál es  más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con  atrevida resistencia? Morir es dormir”.

 El teatro ha persistido y lo seguirá haciendo porque logra recrear el sentimiento humano desde su mínima expresión, produciendo lazos de conexión e identificación entre público y actor, entre personas desconocidas y ajenas a la historia representada. Por otro lado, la perseverancia del teatro también está animada por una idea romántica que Patricia Jaramillo, profesora del Teatro Libre, llama mística: el sacrifico y la dedicación que aportan todos aquellos que hacen teatro, por creer en la fuerza y el poder de la expresión de este lenguaje que, como se mencionó anteriormente, es única. El dinero y el prestigio quedan opacados por la posibilidad que brinda cada noche de reproducir una situación humana, buscando responder las preguntas a los hechos más dolorosos de la vida. “En estos días ocurren diálogos entre grupos y personas que hacen teatro y esa es una manera de crecer en el oficio teatral y en las tradiciones que se forjan a través de intercambios de experiencias creativas”. Explica Juan Carlos Moyano, director de teatro colombiano y fundador del Teatro Tierra.

Los invito a que se dejen llevar por la curiosidad y sientan por ustedes mismos esa sensación única que transmite el teatro. El Festival Iberoamericano de Teatro ofrece funciones hasta el 27 de marzo y si no saben cuál podría ser de su agrado, este test los podrá guiar.

Colorín colorado, aquí sí hemos acabado.

Por Natalia Gutiérrez

@lint93