Por: José Caparroso

Caras de incertidumbre, desespero y desesperanza pude ver el fin de semana, eran las de decenas de personas que rodeaban a una reportera que transmitía desde la ciudad de Gainesville, Georgia en Estados Unidos, donde de acuerdo con la periodista, más de la mitad de la población son inmigrantes.

La escena se presentaba en el programa especial “Inmigración: las nuevas reglas” de la cadena Univisión, un panel de expertos en el que explicaron los cambios que llegan con la tan anunciada política migratoria que está implementando el presidente Donald Trump. Al tiempo que se transmitía, miles de personas bombardeaban de preguntas a 20 abogados que estaban en el estudio principal respondiendo por medio de Facebook, Twitter e Instagram.

Para Estados Unidos el asunto de la inmigración no es nada nuevo, es una nación fundada y construida por inmigrantes. Los indocumentados se han mantenido por décadas en la agenda de los presidentes estadounidenses porque además de los millones que ahí habitan, la cifra se incrementa todos los días. En 1989 el presidente Ronald Reagan logró sacar adelante una “amnistía” que pudo arreglar la situación jurídica de más de tres millones de personas, el beneficio fue otorgado a quienes demostraron que residían en el país desde 1982.

Sin embargo, todos los que llegaron después de ese momento son considerados “indocumentados”, lo que les impide hacer muchas cosas, por ejemplo, trabajar legalmente.

Según el Pew Research Center, al menos 11 millones de los habitantes de Estados Unidos son indocumentados. La mayoría de ellos provienen de América Latina, en especial de su país vecino, México. Muchos de ellos son los ‘dreamers’, es decir, que llegaron siendo niños al país, crecieron como indocumentados, apropiando su cultura y considerándolo como su hogar.

Hablé con la ‘dreamer’ colombiana Angy Rivera. Ella nació en Armenia, Quindío hace 26 años, pero llegó a Estados Unidos junto a su mamá el 29 de agosto de 1994. En ese momento su madre tenía unas amigas que la ayudaron a establecerse como indocumentada, logrando encontrar trabajo y donde vivir.

Se considera una activista “desde siempre” pero fue en 2009 cuando se unió al Consejo de la Juventud del Estado de Nueva York. Estando ahí comenzó el blog “Ask Angy” en el que responde preguntas a jóvenes que comparten la misma situación que ella. En el 2015 lanzó el documental ‘No Le Digas a Nadie’ (Don’t Tell Anyone) y desde entonces se la pasa viajando para proyectarlo en distintas ciudades.

Con la llegada de Trump siente el ambiente complicado. Aunque el mayor número de deportaciones en la historia lo tiene la administración de Barack Obama (casi 3 millones), durante su gobierno se implementó la acción ejecutiva DACA, por sus siglas en inglés, que le otorgó un estatus legal temporal a los dreamers. Así mismo Obama impulsó algunas iniciativas frenadas por la Corte Suprema de Justicia que intentaban detener la deportación de al menos de 5 millones de personas. Para Angy, hace algunos meses la gente se sentía “un poco protegida y aceptada”.

Dice que no siente miedo, pero que en el ambiente sí hay mucho miedo, que la gente tiene miedo de salir de sus casas o llevar los hijos a la escuela. “Es normal sentir temor. Sí, son tiempos feos y hay mucha violencia también de parte de los simpatizantes de Trump. Pero a pesar de tener miedo, debemos organizarnos y salir a luchar, no nos podemos dar por vencidos”.

No cree que Trump pueda deportar a 11 millones de personas por lo costoso que sería. Sin embargo, de acuerdo con la Constitución de Estados Unidos, los indocumentados tienen derechos. Si un policía detiene a alguno en una redada, no pueden deportarlo inmediatamente; puede mantenerse en silencio, no firmar nada y defenderse ante un juez. Ella los conoce muy bien y los difunde.

“Creo que tenemos el derecho y la obligación de luchar el uno por el otro. No debemos vivir con miedo. Luchamos en comunidad a pesar de sentir miedo, y eso es lo que importa. El miedo nos limita” es su mensaje.