Aura María Saavedra Álvarez
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO
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¿Qué piensan los religiosos de esta celebración?
La relación entre el día de San Valentín y la Iglesia Católica es igual a la de una típica pareja de novios inexpertos. De esos que dicen sí sin conocer a la otra persona. Aquellos que terminan sufriendo una desilusión porque nunca se tomaron el tiempo de aclarar qué fue lo que los motivó a vivir su vida al lado del amor de otra persona.
A pesar de que en muchas partes del mundo – incluyendo a Colombia – varios de esos novios inexpertos, y unos cuantos con más trayectoria, festejan el 14 de febrero el Día de San Valentín, la iglesia católica no lo hace, aun cuando fue esta institución la misma que le dio vida a este festejo internacional que en nuestro país podría ser comparable con un día del amor y la amistad.
No fue traición ni mucho menos desamor, lo que motivó la ruptura entre esta celebración y la iglesia. En realidad fue la falta de claridad respecto a la veracidad que tiene la historia del mártir San Valentín.
La leyenda dice que fue un sacerdote que en el siglo II decidió ir en contra de las leyes del emperador del Imperio Romano, Claudio II, quien en aquella época le prohibió a los jóvenes casarse pues pensaba que los soldados trabajaban mejor si eran solteros.
El sacerdote San Valentín, al considerar injusta la medida del emperador, optó por casar a escondidas a las parejas que querían vivir su matrimonio. Una decisión arriesgada que le costó su vida en el año 270, precisamente el 14 de febrero. Desde el siglo quinto la iglesia empezó a conmemorar oficialmente al “santo del amor”.
El papa Pablo VI les aguó la fiesta a los enamorados en 1969, cuando eliminó la festividad porque no había un respaldo documental de la existencia del sacerdote del amor y su lucha por defender el amor de los jóvenes enamorados. A esto se le suma que la celebración santa terminó siendo un verdadero negocio impulsado por la globalización, el consumismo y el crecimiento de la industria en el siglo XX.
“El pueblo fue tomando el 14 de febrero y lo volvió una fiesta común y corriente: de los novios y de los enamorados. Uno no se puede quedar en cosas superficiales que van orientadas solamente a lo que se hace o se regala. Tenemos muy confundido lo que es el amor”, asegura Gladys Álvarez, monja del grupo de las hermanas contemplativas del cenáculo en Bogotá.
Ella, como los demás miembros de la iglesia, tampoco celebra San Valentín. Los 59 años que lleva en la vida religiosa le han permitido entender mejor el significado del amor. Por eso, mientras muchos están preocupados por comprarles flores, chocolates o peluches a sus parejas, esta mujer de 76 años tiene planeado pasar el día ayudando a una de sus hermanas religiosas que ahora sufre las secuelas de un derrame cerebral.
Así como la hermana Gladys Álvarez, los miembros de la iglesia católica prefieren recibir los dones de Dios en vez de estarse preocupando por regalos o pomposas invitaciones.
Los destinos de la Iglesia católica y la celebración de San Valentín parecía estarían unidos para siempre, solo que con el paso de los años el camino cambió y los dejó en contravía.