A partir de hoy, espere cada semana -en este espacio de Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO- la columna ‘Cambalache’, una reflexión en clave de humor sobre temas de la vida cotidiana, de autoría de James Alzate.


 

Un estudio reciente del joven científico chino An Chá-Nito —quien, como dato curioso, pesa 95 kilos y mide 1,50—, determinó que el principal problema de las personas adultas es el exceso de tiempo libre y que por ello proliferan cursos de croché donde se tejen vestidos para la nevera, lavadora y licuadora; hidroaeróbicos donde pasa más tiempo el instructor en la piscina que los alumnos y paseos a tierra caliente donde los tenis y las sudaderas por encima del ombligo son la moda.

An Chá-Nito concluyó, después de haber observado a su abuela durante tres meses y anotar cuántas faltas tenía a las diferentes actividades a las cuales se había inscrito, que los viejos tienen mucho por hacer pero no pueden hacerlo por problemas de salud. A diferencia de los jóvenes, que tienen mucho por hacer pero no quieren hacerlo.

Además, el científico en su ignorancia ‘millennials’, descubrió que a las guarderías de las personas adultas se les llama ancianatos, o centros de atención al adulto mayor para cobrar mucho más dinero por su estadía.

Sin embargo, la teoría del tiempo libre se cae por su propio peso —aunque también por el peso del científico— ya que con la masiva llegada de personas adultas a aplicaciones móviles el tiempo libre es cosa del pasado. Los achaques de salud sí siguen siendo los mismos. No obstante, los adultos mayores han encontrado nuevas maneras de relacionarse, de encontrarse sin tener que moverse de la comodidad de su casa, o en su defecto, de la comodidad de su silla de ruedas.

Y es tal el frenético ascenso de las apps, que mi abuelo, viudo hace cinco años, encontró pareja en uno de estos sitios recientemente, eso sí, con una foto mía. Ahí tengo a una catana detrás de mí.

El caso es, que ante el auge tecnológico en estas personas, mi mamá ha decidido montar un curso intensivo para enseñar a las personas adultas a manejar Whatsapp, una de las aplicaciones fundamentales en el desarrollo pleno de la última etapa de la vida. Por allí podrían mandar listas de mercado a sus nietos, compartirse cadenas de oración sin tener que ir hasta la iglesia, enviar audios a emisoras pidiendo canciones o enviando dedicatorias, consultar con su médico de confianza cualquier dolencia y demás cosas que les facilitarían la vida.

El curso sería virtual, obviamente, y entre los módulos que ofrecería están: cómo crear un grupo familiar y volver a meter a todo aquel que se salga; lectura rápida de memes y mensajes largos; cómo enviar videos de gaticos y perritos mientras se prepara el almuerzo; cómo utilizar la foto de perfil para echar pullas e indirectas y cómo aprender a utilizar los emoticones, porque el emoticón del ‘diablito’ no siempre hace alusión a un producto químico para destapar cañerías.

Así que adulto mayor, este curso sería una buena manera para invertir el tiempo libre y el dinero de la pensión, eso sí, al final del curso le garantizamos que no va a quedar con tiempo libre ni mucho  menos con pensión. Interesados me dejan un mensajito en Whatsapp.

‘CAMBALACHE’ – JAMES ALZATE