Dice Joha que cuando vio sonreír a la doctora Catalina Mosquera se le iluminó el día. Era 2 de julio. Antonia había completado casi un mes de hospitalización y la doc había llegado a confirmar lo que ya se sospechaba. Que Antonia tiene Artritis Juvenil.

El diagnóstico, por supuesto, derrumbó a mamá. Pero minutos después, con un abrazo, un “sé que no es fácil, pero vamos a salir adelante” y, claro, una sonrisa, la tranquilizó.

Así es la doctora Catalina. No solo una de las mejores reumatólogas pediatras del país, sino una profesional que hace de la calidez y el afecto una medicina más. Es de esas doctoras de niños que uno cree que es imposible conocer.

Abraza, consiente y examina con rigor, no sólo a su pequeño paciente, sino al peluche que lo acompaña. Es tranquila con los berrinches y generosa a la hora de brindar confianza.

 

Pero también es firme y directa. Exige disciplina en el tratamiento y analiza con claridad el presente y el futuro de la condición de Anto. Con ella, hay un camino seguro y organizado. Se cerciora de que los papás entendamos muy bien las causas, razones, resultados y consecuencias de cada cosa que receta.

También es clara acerca de las dificultades que se presentarán. No maquilla verdades pero tampoco las lanza agresivamente, un defecto que hoy por hoy tienen muchos profesionales.

Pero además es de una paciencia infinita. La relación con Anto no empezó ‘en color rosa’, por decirlo de alguna forma. La primera vez que se vieron, Anto le hizo uno de esos escándalos que la volvieron famosa durante su hospitalización. Gritó y pataleó:  “Vete, no te quiero ver, habla en otro lado”, decía mientras con sus manos golpeaba un brazo de la doc. Ella simplemente no se inmutó. La revisó, confirmó sus sospechas y listo.

A partir de ese momento, la vistamos una vez cada mes. La primera cita, Antonia lloró y tembló. Ella se acercó, le tomó la cara entre las dos manos y le dijo “tienes que confiar en mí”. Luego, se dirigió a los papás: “Tranquilos. Así empezamos. Luego seremos muy amigas”.

Hoy, cinco meses después, esas palabras se cumplieron. Cita a cita, Antonia pasó de una temerosa desconfianza a un cariño tierno. La ve y sonríe. Se deja examinar sin ningún problema y hasta imita a la doc mientras se sienta a llenar la historia clínica en el computador. Cada vez hay menos temor y más sonrisas.

El pasado martes tuvimos la última cita del año. Y además de la buena noticia de un muy buen avance en su tratamiento, Antonia se portó maravillosamente. Ya hasta disfruta el examen y llama a Catalina “mi amiga”.

¡Misión cumplida! A la doctora de sonrisa dulce le bastaron cinco meses para lograr que Antonia dejara atrás el pavor terrible a los médicos que cultivó tras casi un mes de hospitalizaciones y chuzadas. Ya empezó a asumir que cada vez que la examinan es por su bien.

Por supuesto, todavía siente ‘temor previo’ de ir a su cita y lo manifiesta con una frase que repite una y otra vez, como si fuera mantra: “¿No vamos a donde la doctora Cata, no?”.

Claro, esa es una costumbre muy de Antonia. Repetir una y otra vez la misma pregunta cada vez que algo le da ansiedad o temor. “¿Hoy no tomo pastillitas, no?”, pregunta cada viernes o “¿Yo no me voy en la ruta al jardín, no?”, decía cada domingo en la tarde-noche antes de iniciar su jornada escolar.

La diferencia ahora es que, si le respondemos «Si. Hoy tenemos cita» a su pregunta repetitiva, ya no lo toma como  tragedia. Lo asume y alista algún juguete para la visita. Ya sabe que la doctora Cata será parte fundamental de su vida y que es mejor ser amigas que andarse con pataletas.

Mientras tanto, nosotros agradecemos que ella esté en nuestro camino. Desde el día que la conocimos nos propusimos que fuera ella quien tratara a Antonia. Y por cosas de la vida lo logramos. Hoy, sabemos que fue la decisión más importante de este año. Gracias a la doctora Catalina, desde hace cinco meses se no ha iluminado cada vez más el camino.

Gracias a ella tenemos una sonrisa que no se nos quitará en este fin de año. Y gracias a ella tenemos una esperanza que no va ceder.

Ojalá cada persona tuviera una doctora Catalina en su vida.

 

Nos vemos la próxima semana…