Soy antiuribista hasta los tuétanos. Esta aclaración es pertinente, porque en estos momentos quien critica a Santos, es señalado de uribista y no lo permita Dios se me considere partidaria de semejante personaje.

Entrando en materia, lamentable ver los enredos del presidente Santos en plena época crucial para sus intereses de reelección.  La sagacidad y astucia que reseñan sus “biógrafos” brillaron por su ausencia en sus más de tres años de mandato. Por el contrario, ha dado muestra espléndida de torpeza y fallos de cálculo.

Es que es cierto, no se puede complacer a dios y al diablo al mismo tiempo y con esa política errática, Santos no sólo no pudo convencer ni a unos ni a otros, sino que desdibuja una imagen sólida que al final es de aquellas cosas que pesan en el marketing político.  Su doble mensaje, confunde.  Lo hace tan ambiguo, que pareciera que ni él mismo tuviera claro cuál es su norte más allá de reelegirse si o si.

Los reveses en sus decisiones marcaron su estilo desde el inicio de su periodo. Cada vez que notaba que sus decisiones generaban avalancha de críticas y afectaban su popularidad, las cambiaba con una naturalidad pasmosa. Sin embargo, nunca creí que podía sostener sus incoherencias por tanto tiempo, es decir, abrigué la esperanza que un día, en el camino, iba a casarse con una idea porque finalmente entendería lo perjudicial que era para su imagen tener un discurso para cada plaza.  Obvio, que mi esperanza no abrigaba sensatez, simplemente conciencia de lo malo que era para él mismo.

Pero, sin haber tenido expectativas sobre su bondad, si las tuve respecto a su inteligencia y me sorprende que cada día que pasa, sus cálculos políticos no son imprecisos sino aberrantes.  Es que en pleno proceso de paz; bombardeado por los amantes de la guerra, las armas, la sangre, las lágrimas, el dolor, el desplazamiento, la persecución, el terror; no se entiende cómo Santos hace pública la noticia de que las Farc planean un atentado contra Uribe, para luego decir que no se trataba de una noticia porque eran planes que venían desde sus tiempos como ministro de Defensa. Sea cierto o no, con esa sola acción, dio pie para que lo único rescatable de su gestión, lo hicieran trizas.  Concedió todas las razones que desde trinos ensordecedores, los opositores daban para empañar la empresa más seria y sensata que ha emprendido gobierno alguno de este país, frente al flagelo más largo y complicado de nuestra historia reciente. Menos mal, los colombianos sí la tenemos clara.

¿A qué juega Presidente? Si quiere iniciar una campaña digna ponga sus ideas en orden, la única «vaca sagrada» con la que cuenta son los diálogos de paz. En términos del pragmatismo uribista,usted sólo tiene un huevito que cuidar, no lo rompa o antes de tiempo, ni permita que la historia le robe el mérito de liderar el primer diálogo serio que el país tiene con esa guerrilla.  Ya no se distraiga más, se le acabó el tiempo, enfóquese en la paz y déjela firmada, eso sería suficiente para honrar un apellido que por cuenta suya y de su primo viene en picada.