Las cortinas de humo existen para que no veamos más allá. Estamos llenos de ellas, los medios suelen ser cómplices, incluso artífices. Mucho del periodismo de hoy es una vergüenza.
Todavía hay quienes dicen que aquí no hay censura, pues el Estado «no persigue» a la prensa, aquí sólo matan periodistas, o los destierran, o los chuzan. “En buena parte de los casos las agresiones más graves se perpetraron a periodistas que trataban asuntos relacionados con irregularidades al interior del Estado, que tuvieron como consecuencia atentados de muerte, asesinatos y amenazas colectivas” dice la FLIP en el informe 2013 sobre la situación de la prensa en Colombia.
En el Hay Festival, unos periodistas prefirieron los tecnicismos al respecto, dijeron que no se podía hablar de censura en Colombia sino de autocensura, como si la mordaza que pone el terror fuera responsabilidad exclusiva del periodista con miedo, otros les dirán cobardes, cuando no hay mayor cobardía que enfrentarse con violencia a una pluma. Escribir es la forma más pacífica de lucha.
Pero bien dijeron que la primera censura viene del editor en jefe, quien define lo que va según la línea editorial del medio. Medios en las manos de poderes políticos o económicos o de ambos, que “desinforman” al vaivén de sus intereses. Verdades que se ocultan en la falta de ética, en el hambre, la amenaza, en la necesidad de un trabajo, en la preocupación por una familia; verdades mancilladas por un mal sueldo, relegando el compromiso y la responsabilidad al ático de las utopías.
¿Y quién cree en la prensa? El desprestigio nos pasa cuenta a todos, sin embargo demasiados incautos siguen creyendo que lo que pasa en los medios es la realidad. Es así como creemos que en Venezuela censuran a la prensa y aquí vivimos “en el país de las maravillas”. Cuando hay polarización, la primera afectada es la verdad, que se distorsiona con los odios y las pasiones de cada bando. Sin objetividad no hay información sino deseos.
La noticia de la lesión de Falcao se repite sin fin y un equipo de periodistas ya en Brasil emite noticias que no suceden. La de Petro, si acaso se nombra. Luego de noticieros donde los presentadores dramatizan pesares y alegrías de una nota a otra, no hay programas de análisis que pongan en contexto realidades exuberantes e incomprensibles como que un día se vocifera que se investigará “qué fuerzas oscuras espían a nuestros negociadores en La Habana (…) tratando de sabotear el proceso de paz” y al otro día las “chuzadas” son operaciones totalmente legales.
Un montón de novelas plagadas de estereotipos que destruyen complejas identidades usurpan el espacio de análisis que merece un Estado que se burla de sus ciudadanos persiguiendo a un alcalde que no quiso gobernar con la política tradicional. Que aplacen la revocatoria por falta de plata es un insulto, pero mejor veamos las “noticias” del espectáculo.
@MarthaAmorO