El temor de que ganara Zuluaga en primera vuelta hizo que muchos votos de Clara Lopez, Enrique Peñalosa y el voto en blanco se fueran con Santos. Aun así, a Santos le tocó conformarse con un segundo lugar y el nerviosismo de que todo terminara sin segunda vuelta.

La primera lectura que se le puede dar, es que la gente no le comió cuento a Santos y pese a que los medios machacaron las cifras de sus “buenos resultados”, están muy inconformes con su gestión.

La segunda es que a Uribe si le creen pese a que los medios machaquen sus cifras de terror.

Uno pregunta qué pasa, ¿es posible que los escándalos no nos siembren la duda y nos hagan cambiar de parecer, que seamos tan ajenos e indiferentes a los abusos de tales candidatos?

Al parecer, el Gran Colombiano tiene la capacidad de hipnotizar a su electorado, que es mayoría comprobadamente, y hacerlo votar por él. Y lo que es peor, hacerlos creer que es lo mejor que puede pasarle al país, cuando su discurso es guerrerista y tiene en su haber cuestionamientos tan delicados como el de los falsos positivos, que a mi parecer es el peor de todos, aunque entre ellos se encuentre la profesionalización en chuzadas.

Es increíble que después de tantos dimes y diretes, los colombianos hayan preferido quedarse en casa y dejar la decisión a los seguidores de unos y de otros.  Es increíble que muchos hayan dado su voto por miedo y no por el candidato que preferían.  Es increíble que el miedo nos siga gobernando y aun así queramos regresar al terror.

Siento envidia por esas democracias que se movilizan y expresan su descontento frente a las injusticias, el mal gobierno y los escándalos.  Siento pena por un país que se jacta de democrático y prefiere hacer siesta el domingo de elecciones. Siento pena porque mucha gente no salió a votar porque no les pagaron el voto.  Las filas de gente en los puestos de votación de aquellas jordanas donde hay candidatos locales que empeñan hasta el alma para movilizar votantes, fueron sustituidas por el calor inmóvil en la ciudad de Cartagena. No sabremos si fue que no hubo dinero o se lo robaron, lo cierto es que al parecer el voto sin plata no se mueve por aquí.

Es increíble que haya tanta indiferencia para escoger la dignidad civil más alta del país que se encarga de administrar nuestro destino.  Es como si no nos importara el país que soportaremos.  Es como si ratificáramos que nos merecemos lo que tenemos.  Yo particularmente, siempre he creído que somos más que eso, pero mientras sigamos con miedo o seamos ciegos de la realidad objetiva, seremos instrumentos del poder y jamás el poder que decide.

En política no hay lealtades como se ha demostrado, por el contrario mucha guerra sucia. Que ellos (los politiqueros) hagan lo que quieran, pero ojalá nosotros, actuáramos con mayor sensatez.  Nos queda una segunda vuelta para reaccionar.