La angustia de quienes se suicidan no la conocemos, sino estaríamos muertos.  Dicen las noticias que hay “varias” hospitalizadas por intento de suicidio.  Ya murió una.  El “diagnóstico” fue dado en enero.  Pareciera que lo importante solo era “descartar” que la vacuna del VPH no les hubiera  desencadenado los malestares que decían tener.

No me satisface de ningún modo recordar que lo presentí hace casi un año cuando fui a ver a las niñas de El Carmen de Bolívar.  Le comenté a mi amiga psiquiatra que podrían morir de depresión, que había que atenderlas.  La falta de sueño y de hambre por la preocupación que cargaban podía ser letal.  Es triste que una periodista pueda verlo más claro que un médico y que las autoridades de salud sientan que su trabajo concluyó el día que pudieron decirle al mundo que la vacuna (Gardasil) no era causante de los desmayos y demás malestares de cientos de jovencitas carmeras. Les quedó grande la situación.

Algo pasa en el pueblo y no es un asunto menor.  Ya murió una pequeña, murió con sus sueños, ilusiones y deseos de ser grande.  Murió con miedo, aburrida y desesperada de una situación que no comprendía y que siente que a nadie le interesaba comprender. Murió de abandono y a causa de una vacuna que sembró el terror entre las jóvenes de su comunidad.

Aunque quieran redimirla, murió por la vacuna del VPH, porque nadie pudo explicarle de manera que comprendiera que la vacuna era inofensiva, que decirle que era un asunto sicológico no buscaba ofenderla, ni señalarla de loca, que era necesario recobrar su confianza, su autoestima e intervenir aquello que no funcionaba bien para devolverle la calidad de vida que sosegara sus angustias.

Si a nadie le importa la depresión de nuestros niños, acabarán  suicidándose todos.  El resultado del informe del DNS no era un lavatorio de manos.  De alguna forma excluyó las responsabilidades de la vacuna pero no las del Estado, obligado constitucionalmente a atender a la población vulnerable.

Si bien la sustancia aplicada no provoca desmayos ni los otros malestares presentados por las niñas, si fue por la vacuna que empezaron a desmayar. La enfermedad psicogénica masiva se da  por el estrés o la ansiedad generada por una situación específica.  En este caso, la vacuna les generó ese estrés y esta enfermedad puede llevar a trastornos por conversión en los que el paciente puede sufrir, entre otros, parálisis real, la cual no se resuelve o supera por si sola sino con sicoterapia e incluso fisioterapia para el caso de los entumecimientos o relacionados.

Dejar a las niñas sin atención es hacer que su “sugestión” les quite las ganas de vivir. Pude ser testigo del terror en sus ojos, del pánico a vivir sin ser, sin poder desarrollar todas sus capacidades, miedo a tener una enfermedad terrible.  Hay otras que se les ve muy bien, juegan, hacen sus demás actividades cotidianamente y de repente caen desmayadas o ahogándose.  Otras en cambio no quieren salir de sus casas, no van al colegio, no comen, no duermen, están aterradas.  Unas y otras experimentan un algo desconocido, no todas le temen igual, pero a todas les ha cambiado la vida de sueños por una de malestares.  La comunidad entera a grito herido pide a las autoridades: NI UNA MÁS.

Sé que el asunto puede ser más complejo que el estrés post-vacuna. Sé que un trastorno por conversión puede ser el reflejo a conflictos sicológicos previos. Sé que la vida en El Carmen de Bolívar puede ser especialmente dura. También sé que a estas pequeñas no les han prestado la debida atención. Por eso, desde esta humilde y pequeña tribuna grito AUXILIO para las niñas de El Carmen.