Porque además soy tuya hasta el fin de mis días.  Porque deseo no ser una eterna espectadora inerme, porque tendré que pagarte el gozo de mi pertenencia y de haberte convertido en el lugar donde cesó mi permanente fuga.

Ser ciudadano aquí nos colma de ambigüedades.  Es imposible desconocer tu belleza, y es imperdonable permitir tanta miseria.

Miseria de amor, miseria de vida, miseria de lucha, miseria para defenderte.

Cartamía porque no puedo pedirte a ti lo que no te he dado. Puedo justificar mi abandono para simplemente hacerme indigna de ti.  Es que me venció el cansancio y el miedo, mi egoísmo y mi confort. Es que la injusticia ganó y yo lo he permitido otra vez.

No basta gritar, ni decirlo, las escenas se repiten con descarada perversión y yo sigo de espectadora.

Soy débil, tengo como arma un lápiz sin papel, ya ni siquiera escribo para incomodarlos, es como si hubieran adivinado la forma de callarme.

La consciencia y el pensamiento no son nada guardados, ahí morirán conmigo y nadie sabrá de mi amor a ti. Tan cobarde como los amores ocultos, tan inexistentes como los hijos abortados.

Algo tiene que nacer entonces y conocí a una gente que sabe que una golondrina no hace verano.  Saben que uno no es ninguno y la fuerza viene del bonche que está unido por el amor.  Amor a ti y entre los tuyos.

Así debe ser el bonche, un “yo” más tú. Un “tú y yo”, un “tuyo”, que intuyo, es la identidad sumada, la que reconoce al otro en su diferencia y nos enriquece en la diversidad.

Festejo entonces que mi letargo no es el tuyo.  Que lo nuestro es el movimiento, que vamos a danzar el ritmo que construye la Cartamía de cada cual, la Cartagena de todos, que incluye y que se libera de cada una de sus miserias.

Pueda ser que la revolución la inicie el periodismo como tanto lo soñé e inclusive aluciné, que un bonche de escritores (o de lectores) que la piensan mejor que uno nos tengan la receta. Que sin ser tibios, el contrapoder se manifieste desde una tribuna que no busca dividir pero jamás ser indiferentes, y hacernos “uno” en lo que tenga que reclamarse.

Porque no se puede mirar más para otro lado, porque la Carta Ajena ahora es Carta Mía, la que te dedico para reivindicarme, para merecerme lo que ya me has dado, la que cada uno deberá hacer para sumar y dejar de echarle la culpa a otros, dejar de creerse un inocente en este desmadre y comprometerse con algo más que decir que te ama.