¿Sabes que Cartagena es tuya? Que te quiere, que te arrulla, que te mece en su regazo, de playas y brisas, de sol y mar, de Caribe, de alegría, de fiesta y lucha, de resistencia y fortalezas, de abandonos y olvidos, de pobreza y miserias, de gente linda, de gente enferma, de gente con tanto potencial para regalarle belleza, para hacerla sostenible, para convertirla en una casa donde todos queremos estar y quedarnos, a la que todos hacemos más nuestra, más grande y eterna.

Tómala, ámala, hazla tuya.  Vístela de mejores galas, abraza cada una de sus heridas, piensa que es posible reparar los daños que tú y yo le hicimos, por acción, por omisión o indiferencia.

Hazla tuya, escríbele a ella, hazle una declaratoria de amor como promesa,  que no pase más tiempo que profundice la crisis, que te duela no en la boca, sino en todas tus entrañas y te movilice. No aguantes impávido más dolor, actúa.  Renómbrala, hazla Cartatuya, tu prioridad, tu elección, el producto de tus acciones diarias, deja de lado la quejadera, ¿es que acaso no das cuenta de que todos hacemos parte del problema? Y así mismo de la solución.

Cartatuya porque se nos agota el tiempo. No hay que ir más hondo, ni tocar otro fondo,  ya ha sido suficiente.  Nos hemos equivocado pero el amor es más fuerte.  Cartatuya porque no es más ajena, piensa en tu cartamía, piensa en la Cartanuestra, más allá de lamentos y contriciones, es momento de movilizaciones.

Deja ya tu inercia, deja la indiferencia.  Ya no desde tu ventana, sino desde el recorrido que te cansa, que te fastidia, tu razón de queja.  Si, cuando la vives, cuando la andas, cuando te pesa, sólo quieres que te cargue pero ¿quién la carga a ella?

Quienes están en modo subsistencia, no tienen otra cosa en qué pensar.

Para ellos, pensar en ciudad es una especie de lujo.   Atacarlos en lugar de atenderlos, es por decir lo menos, injusto

Sé entonces que me dirijo a una audiencia con ciertos privilegios, educada, con acceso a la prensa, a internet, a un computador, cosas que no tienen las mayorías de acá.  A ese público entonces, además preocupado, puedo pedirle que primero escriba su propia Cartamía, su autocrítica, y declaratoria de amor. Este sería un ejercicio individual, que puede contagiarse desde la inspiración, pero nadie puede influir más que la propia decisión de querer hacer parte de las acciones del comienzo, del recorrido completo y de los pasos en el camino que nos lleve a una ciudad nuestra.

Yo no puedo escribir tu carta, pero puedo invitarte a que escribas tu cartamía.  Luego escribe Cartatuya a ese vecino que no lee la prensa, pero que podrás inspirar a repetir el ejercicio hasta que reconociendo que, no haremos verano sin otras golondrinas, podamos escribir la Cartanuestra, y renombrar a la Cartagena herida y también querida, desde las buenas intenciones de quien sabe que la responsabilidad es compartida y que nada hacemos sin la acción del amor hacia nuestra ciudad.