El desarrollo es un tema fascinante.  La dificultad que reviste el concepto cuando se analiza desde cosmogonías distintas entre una cultura y otra, lo hacen un verdadero reto para quienes soñamos con generarlo.

Es más o menos como la felicidad, terminan siendo conceptos tan abstractos y particulares, porque lo que puede significar felicidad o desarrollo para unos, no necesariamente lo es para otros.

Estas tensiones son claramente perceptibles cuando se llega a un territorio en donde se encuentran “resistencias” al “progreso”. Suele haber un enfrentamiento entre las formas distintas de concebir la vida. Y suele abusarse de la “autoridad” que da el creerse “superior” al otro, por venir de un lugar “desarrollado” hacia uno “subdesarrollado”. Y aunque se abuse de la figura de “consultas previas”, existen precisamente por esto.

Tal cual, la magnífica historia de los indígenas “salvajes” frente a la desvencijada aristocracia española, asesina, ladrona, ama y señora.

Es cierto entonces que la preservación de distintas culturas en pro de asegurar la diversidad para ampliar las alternativas de desarrollo y conocimiento, no siempre es una ecuación sencilla pues nos enfrenta a prácticas censurables desde el enfoque de derechos humanos que por más que se insista en el deber de “respetarlas”, son prácticas no tolerables.

Dicho esto, una reflexión. Científicos, adinerados, expedicionarios, poderosos o simplemente aventureros murieron a causa de una implosión en el submarino Titan que los transportaba para explorar el Titanic, embarcación construida también con la soberbia de su infalibilidad y en el que murieron cerca de 1.500 personas hace ya 111 años.

De otra parte, cuatro niños sobrevivieron al colapso de la avioneta en la que se transportaban, en la cual perecieron tres personas.  Estuvieron 40 días desaparecidos en una inclemente zona selvática y lograron sobrevivir. Ni tú, ni yo, amigo lector, probablemente estaríamos echando el cuento.

A la luz de los mencionados derechos humanos, muy seguramente muchas de las prácticas de culturas indígenas son censurables, como por ejemplo “el trabajo infantil”.  Pero ellos, en sus conocimientos, no sólo se manejan en estos lugares inhóspitos, sino que saben que, de su respeto, cuidado y protección, depende la sostenibilidad del planeta. Se salvaron “milagrosamente” los cuatro pequeños, de 13, 9, 5 y 1 años.  Mientras, toda la tecnología no logró salvar a los expedicionarios del Titan. La ambición nos consume. Hay necesidades naturales y otras artificiales. Saberlas identificar contribuiría a uno de los fines del desarrollo: corregir las desigualdades.

No dominamos la tierra, y creemos que dominaremos la IA. Como la guerra, pese a sus horrores, la repetimos.