No hay manera de que Cartagena avance con esfuerzos aislados y sin una verdadera integración y participación ciudadana en los procesos de desarrollo.
Pero cómo hacemos para revertir la tendencia de echarle la culpa al otro y esperar de los gobiernos las transformaciones que deseamos, sin una participación y acuerdos frente a lo que queremos ser, el lugar a donde queremos llegar y a quienes vamos a elegir para que ejecuten los propósitos que como colectivo tengamos, con la vigilancia y supervisión suficientes para que no traicione o incumpla el mandato que se le es entregado. Mientras esto no sea diferente, Cartagena continuará siendo una ciudad de nadie, donde cada uno hace lo que le da la gana, impera la ley del más fuerte y el desorden despunta como característica principal de nuestro modelo.
El camino de la cultura ciudadana es largo y culebrero, máxime en una ciudad donde no hay garantía de derechos, ni las necesidades básicas satisfechas de la mayoría de la población.
En este escenario, hay que insistir por lo pronto en la buena elección de un bienintencionado dirigente, quien junto a un Concejo que privilegie los intereses de la ciudad, comiencen a transformar la realidades de los cartageneros, con trabajo duro, honesto y sostenido, llevando a resolver las necesidades más apremiantes y así generar condiciones de una participación más consciente que redunde en los cambios sustanciales que tanto anhelamos. Toda una utopía.
En las difíciles condiciones que nos encontramos, requerimos de una autoridad que brinde las oportunidades necesarias para comenzar a cambiar los patrones que hacen de esta una ciudad disfuncional. Vamos a requerir también de mano dura, que ponga en orden la casa, y exija a los ciudadanos y a los visitantes el cumplimiento de deberes elementales para la sana convivencia, es triste hablar en estos términos, pero hemos demostrado no ser capaces, por el momento, de otra cosa. La educación en todas las dimensiones del ser, es fundamental para generar el cambio. Solo ciudadanos libres para hacer el bien por convicción y decisión, abona el espacio para la práctica de una cultura ciudadana, que se da bajo la comprensión de que una incomodidad personal es un bien mayor que se capitaliza en los usos y las apropiaciones de lo público.
Una sociedad como la nuestra, que viene de transformaciones abruptas donde no se alcanzó la maduración de una modernidad e irrumpe una posmodernidad con identidad fragmentada por procesos de globalización cultural que estandariza identidades hegemónicas, nos genera divisiones difíciles de conciliar que nos alejan de un proyecto colectivo claro y convocante. Entiendo la indiferencia que pueda despertar unas elecciones en la ciudad, pero solo tenemos ese camino: los jóvenes y la gran clase media que ha crecido en Cartagena, tienen un poder de decisión gigante, usémoslo y al menos elijamos bien esta vez.