La rutina a veces se siente como un suéter cómodo en un día frío. Nos envuelve con la familiaridad y nos da un sentido de orden en medio del caos de la vida moderna. La elegimos para después tirarle piedras con palabras llenas de cansancio y aburrimiento, entonces se siente como el suéter que en lugar de abrigar,  sofoca, o se siente igual que no tenerlo y fastidia. 

A veces  la rutina se rompe, por decisión o simplemente por un pelotazo que viene de afuera y nos quiebra una ventana. Comenzaremos a echarla de menos o también puede que nos haga feliz la ventana que nunca hubiéramos descubierto si no se rompe la que teníamos.

La atención a los detalles hará que no sea un accidente el descubrimiento de lo que está ahí para nosotros, ni que sea una sorpresa aquello que nos dolería, o lo que nos cambiaría, o lo que más nos gusta. Conocernos, conocer el mundo y conocer al otro, no sucede en una vida, pero es parte de la misión más importante, aunque prefiramos dirigir mayores esfuerzos a esas distracciones que luego diremos nos quitan el aburrimiento, pero son ellas las que nos llevarán a sentirnos aburridos y necesitados de más “adrenalina” cuando no es adrenalina lo que necesitamos, sino conciencia.

Abrir los ojos para ver cómo el zumbido de una mosca o el aleteo de una mariposa pueden ser principios de caos en nuestras propias narices. Despertar. Hacer silencio y escuchar todo lo que dicen los gestos, los silencios, la vida misma en formas de luces u oscuridades, en forma de lluvia o de sol, de salud o de enfermedad. Caminar el mundo con los ojos bien abiertos, no es algo que hagamos en plena conciencia. Mirar bien, tanto adentro como afuera no es un imperativo moral, pero sí de vida. Hay mucha actividad con la cual entretenernos. Aburrirse es un facilismo, pero también puede ser ese punto a donde has llegado y constatado, que hagas lo que hagas, hay cosas que no cambian y que requieren de una fuerza mucho más grande que la tuya y la de tus deseos.

El milagro ocurre todos los días, aunque miremos para otro lado. La monotonía es una negligencia de nuestra parte. De no ver, o de no querer romper el vidrio de la ventana.  Ojalá fuera tan fácil para algunos como solo vencer la inercia. Tener opciones es un privilegio, escapar no siempre es una decisión. Vivir también es cuestión de creatividad.

La salud es el joker, la enfermedad el jaque, con uno de ellos la partida es distinta. Viajar sin planes, vivir la incertidumbre, bordear los abismos de lo desconocido con la curiosidad del gato.  El resto de la vida puede ser demasiado poco, o demasiado mucho. Al tiempo, nadie lo domina. Hay peleas estériles, los recorridos jamás lo son. El punto de partida empieza con alguien distinto del que termina.  Como yo cuando escrito.  Como tú cuando lees.