Todo el tiempo estamos buscando fórmulas mágicas para resolver la vida, el desarrollo de la ciudad, crear sentido de pertenencia, identidad, cultura ciudadana, y a veces tenemos referentes que no analizamos en toda su dimensión y que pueden servir de inspiración.

Ketty Tinoco no es solo la creadora de vestidos bonitos, o la dueña de una tienda de ensueños o “la dama del lino”, como mejor se le conoce, ella hace parte de uno de los símbolos convocantes que tiene la ciudad. Esto se comprobó en el desfile con el que conmemoró 40 años de historia de la marca. Cartagena estuvo presente de muchas formas, su lado más nacional e internacional, y su esencia, en los rostros de tantos trabajadores, orgullosos de lo que ellos también han hecho parte.

De esto principalmente se compone el hacer “tejido social”. Vincular el ser, el saber y el hacer de los individuos en propósitos que además de crecimiento económico les generen un bienestar, un sueño y una razón que supere su individualidad para creer y ser parte de un proyecto colectivo que genere orgullo y sentido de pertenencia.

Entre la marca, la diseñadora y la ciudad hay una unión interesante: el lino. Entre tantas telas ella escogió una que podía reforzar la identidad. Ha podido tener ropa de miles de texturas y diversificar su oferta, y no lo hizo. El lino es el material ideal para vestir en una ciudad húmeda y calurosa en extremo como es Cartagena, compuesto de celulosa, tiene gran capacidad de absorción y aporta frescura y durabilidad. No es azar, es intención. Es llenar de sentido una marca con elementos identitarios que hoy 40 años después emocionan a más de uno.

La dama del lino está clara. Además de todas las cualidades que se requieren para crear un producto de calidad sabe que los otros no son un instrumento para sus fines, entiende que sin ellos, no es nadie. En el desfile con el que conmemoró estos 40 años, sus costureras desfilaron al lado de afamadas modelos, transmitiendo un mensaje de inclusión e integración: las unas no son sin las otras. Y Ketty brilla porque su obra es mucho más que ropa.

Cuatro años de edad, un baúl lleno de pertenencias de la tía Hortensia, una niña inquieta y consentida, sacó del preciado baúl un mantel y de allí salió el primer corte, el primer molde, el primer vestido que marcó una vida, una pasión y una vocación, que en palabras más exactas, del recordado Carlos Villalba representa “el asedio de la vocación” de la cual nunca rehúye.

Otro ingrediente para esta fórmula exitosa es la familia, todos, un equipo, creadores, generadores de empleo y de la alegría, son artistas, pero sobre todo, ejemplos de cartageneidad, sino miren a Jose y su ciudadanía activa.

Pensar en Ketty Tinoco es evocar a Cartagena desde lo bonito de su ser, por eso gracias. Esta ciudad requiere más símbolos convocantes como corazón y nervio de lo que somos.