No sufro de calor, por el contrario, el frío me marchita la piel y también por dentro. El frío me duele, tanto, que, aunque la nieve se vea bonita, nunca me ha interesado conocerla. Por eso, pensar en salir del trópico nunca ha sido un plan. Contrario a lo que puedan decir, yo llevo el frío por dentro, mi sangre Caribe es fría y por eso es que yo no sufro de calor.
Sufría, quise decir. De varios años para acá, el calor me sofoca, y me pasa lo que solía escucharles a todos constantemente en este lado del mundo, me derrito y no quejarme de eso es casi imposible. A la gente le encanta decirme que es la menopausia, para avejentarme y avergonzarme, no saben ellos que no lo logran, por el contrario, asiento y digo: “seguro es eso”, no es sino querer huirle a la vejez para que se instale con dolor. Además, viejos, pasamos la mayor parte de nuestras vidas, así que es mejor congraciarse con la vejez desde pequeños y amarla con todo lo bueno y lo malo que trae, porque de lo bueno se disfruta y de lo malo está hecha la sabiduría, que, sin ella, la monotonía nos consumiría primero que el calor.
La sensación térmica en Cartagena en 2023 fue inmisericorde.
En diciembre no llegaron las brisas, tampoco en enero. Al subir la Popa por la Candelaria no llevé abrigo, ya no me dirían corroncha, ya no nos reiríamos de nosotros mismos por eso.
El frío en el norte ha estado bestial. Los incendios forestales, terroríficos.
Todo esto ya nos lo habían dicho, el cambio climático no existe para mucha gente, aunque la piel lo sienta, y si haces silencio, se escucha de mil formas.
Esperaremos los días peores con los brazos cruzados. Con los mismos “locos” de siempre luchando por el planeta, diciéndonos que aportemos desde la conducta personal, porque la otra batalla está perdida, los Estados protegen los intereses de quienes acaban con el mundo. Lo que realmente haría la diferencia no podemos decirlo en voz alta, nos pueden matar. A los defensores del planeta, los persiguen, los amenazan y también otras cosas, de eso no nos asombramos con la misma inquina con la que deberíamos en otros asuntos, así que merecemos estarnos derritiendo.
El martes 6 de febrero sentí frío. Las brisas de diciembre llegaron hasta ahora y se van en dos días. Eso dijeron las noticias. También cayó una lluvia que esperábamos en abril. Los pájaros se pierden con frecuencia, el clima los tiene locos, como a los de “siempre”, nosotros nos ponemos el abrigo que no usamos en la Popa y seguimos esperando con los brazos cruzados el día en que la ola, además de los mototaxistas de la avenida Santander, lo tumbe todo. El mar se veía bonito y nosotros, miserables.
Adenda: las guerras no cesan, me pregunto cómo podemos seguir la vida siendo indiferentes al exterminio, indolentes de niños masacrados. Nuestras vidas se escurren en la alcantarilla, cuando la bala nos alcance tampoco importará.