Mujeres que tienen que pedir permiso para desarrollar su voluntad.  Mujeres que preguntan si lo que tienen puesto, les queda bien o si deben cambiarse.  Mujeres que restringen su actuar porque “les queda mal” o “eso no se ve bien en una mujer”.  Mujeres que deben aceptar roles que no desean, como el de “ama de hogar”, el de “madre”, el de ser “femeninas” o “el de ser cuidadora”. Mujeres que deben aceptar inequidades como el de recibir un salario inferior al de un hombre por la misma labor.  Mujeres que deben callar su opinión o cuando intentan hablar no son escuchadas, que son reducidas a carne, a la voluptuosidad de sus caderas o de sus senos. Mujeres que aún hoy no pueden aspirar a ser “el máximo jerarca de la iglesia católica” es que ni siquiera “cardenales.  Mujeres que se deben callar cuando un hombre habla, bajar la mirada, ser recatadas.  Mujeres que en algunos países aún no pueden ser presidentes, o estudiar una carrera, viajar a donde quieran, vestir lo que deseen. Mujeres que “deben” atender a sus maridos por encima de sus propios intereses.  Mujeres cuyos deseos y sueños son sacrificados por atender los de otros.  Mujeres que son juzgadas por ser auténticas y libres.

Todavía escucho los ecos resabiados de mujeres que se resisten al rótulo “feminista”.  Han hecho creer tan fuertemente que ser “feminista” es un pecado que muchas mujeres se avergüenzan y hasta se ofenden con el solo hecho de ser llamadas así.  Increíble, peor aún que otras digan con tanto orgullo “yo soy machista”, o “a quién se le vino a ocurrir ese mal invento del feminismo”.

Las miro tratando de comprender su ADN mental, imagino lo que ha tenido que pasar en sus vidas, y en la configuración de su cerebro, para que la noción de libertad e igualdad, sea repudiada por ellas. La sujeción al otro es tan grande, el encapsulamiento en la estructura, tan fuerte, que un movimiento que plantea su libertad y la reivindicación de derechos de igualdad, les parece ajeno y descabellado.

Algunas cosas han hecho daño, lo sé.  Como tergiversar el propósito y creer que es un movimiento de exclusión al hombre…  ¡Ni más faltaba!, eso no es un planteamiento ni serio, pero sí un arma discursiva que quedó muy bonita, a los que se resisten a que las mujeres tengan derecho y decisión sobre sus vidas y sus cuerpos, y a participar en igualdad de condiciones en la esfera pública y social.

No sé si antes de marcar posición han siquiera leído que: el movimiento feminista busca crear conciencia y condiciones para transformar las relaciones sociales, lograr la igualdad entre las personas, y eliminar cualquier forma de discriminación o violencia contra las mujeres. ¿Quién podría ir contra ello? El hombre que se ha creído dueño de un ser humano y considera tener potestad sobre sus gustos, decisiones, preferencias, acciones y desarrollo. Además, a quienes les incomoda que la mujer esté en instancias de poder, pueda tomar decisiones con incidencias en sus vidas, pueda cambiar la narrativa histórica de conquistas y luchas exclusivas de un género que relegaba a las mujeres a un lugar fijo y predeterminado.

Me pregunto, qué podré hacer yo, las escuelas, las instituciones, la humanidad para que una mujer no se avergüence de ser feminista y pueda entender que el feminismo no es más que un movimiento que busca reivindicar nuestros derechos y salvarnos de estructuras patriarcales que desconocían nuestro valor y potencial para abarcar todas las artes, todas las ciencias, toda la humanidad, no solo en nuestro universo mental, sino en la posibilidad de desarrollarnos conforme a nuestros intereses y no siguiendo roles fijos, predeterminados que encarcelaban nuestros espíritus.

Ser libre es ser feminista y ser libre es el anhelo de cualquier ser.