En Madrid no está lloviendo y nada sigue como siempre. En Cartagena de Indias caen algunas gotas que de un momento a otro pueden convertirse en un diluvio, que arrasa y desaparece como si hubiese cosas que dejaran de existir al mojarse, o la lluvia misma, por acabarse.
Hay compañía de muchas formas que no pueden sentirse. Hay un vacío profundo escurriéndose en una pantalla. Conectas con gente que le importas y te importa como número, pero no como ser. Es un “like” más, y nada más. Contabilizamos seguidores como si fueran a vaciar la soledad, pero seguimos miserablemente solos.
Los nuevos amigos se presentan como aviso publicitario, y tienes la opción de escoger y rechazar como si se tratara de cualquier artículo de compra. Escoges mal. No será posible hacer una buena elección basado en un aviso engañoso, editado, decorado, ensalzado, con atributos que eligen o se inventan para atraer.
Cada quien piensa en sí mismo, pero no en la necesidad del otro. Ese es el primer fracaso del anunciante, ofrecer cosas sin un estudio de mercado, pero, para el caso, el mercado es completamente predecible, hay una profunda soledad que quiere aliviarse sin entender cuál es el verdadero vacío. Los “solos” harían lo que fuera por cambiar un like por un beso, el problema es que no están dispuestos a dar si no van a ganar, o inclusive, aun ganando, dar les cuesta, han creído que el amor es una transacción más en donde obtienes algo que corresponda a la “inversión” hecha. Nada es gratis, dicen. Y así se van del mundo sin conocer el amor.
Amar es dar sin esperar y solo es posible cuando hemos aniquilado al ego. Mientras tanto, no habrá plenitud sino vacíos, y la soledad, en vez de ser el romántico lugar donde estás contigo mismo, es una oscura jaula.
En la soledad leo. Mis ansiedades se hacen pequeñas cuando puedo acercarme a lo vasto del universo, cuando la diversidad me cuenta que hay tanto por aprender y conocer, que soy tan diminuta e insignificante como para pensar tanto en mí. Por un amigo, de esos cuya lealtad te permite tener fe en la humanidad, llegó a mis manos “Obsesiones en manada” una antología de relatos, ganadora del programa nacional de estímulos. En ella se desarrollan dos premisas: “el amor no existe” y “el mito de la normalidad”, qué particular forma de mostrarnos los argumentos para cada una, con cuentos de diferentes autores, miradas que solo se encuentran en la temática mostrando una variedad de interpretaciones que te enfrentan con la realidad de que los significados no son fijos y están signados por la experiencia. No se puede entonces entender al otro, si no intentamos al menos visualizar y esforzarnos por sentir su recorrido. No podemos romper la soledad, si hemos dividido el mundo con la línea de la “normalidad”. Es la normalidad la que no existe. Y es el amor que da la empatía necesaria para entender que cada quien tiene un idioma, ojos para ver que la anormalidad es hermosa y la soledad una pretensión, cuando el mundo está que no le cabe un alma más, y es un dolor, cuando hay tantos, tan solos. No tengo todavía una evidencia que me permita ganar el argumento de que el amor existe, pero no podría negar su existencia, cuando lo he sentido saltar en mi pecho.