¿El tiempo se ha detenido? No, no es el tiempo, es el viento, no hay una hoja moviéndose, y esa quietud parece muerte.
Pero ahí está el río, que dicen se mueve y nunca trae la misma agua ni el mismo bocachico, se mueve en esta quietud y hace aún más raro el ambiente. Nada está muerto realmente, soy yo que quiero cambiarlo todo para mi comodidad.
Hay una postal con un río en movimiento, una boca seca que exhala un suspiro, es una bocanada de aire caliente, preciso respiración, pero no brisa, preciso transpiración, por el río y un sol que impide la sonrisa, mi cara está arrugada, la luz y el calor parecen ser demasiado, mi cuerpo no se adapta aunque quiere desesperadamente sonreír porque el paisaje es bello, la gente amable y es necesaria una foto para el recuerdo, aunque muy probablemente sea más para las redes, ya el recuerdo no es tan importante como debería en estos tiempos de memorias frágiles. Nos va consumiendo esa forma fugaz de ser, en lugar de perdurar, como el tiempo, que parece que no estuviera pasando.
Por el río, no me río, me sofoco, él parece ser culpable de todo, pero me equivoco, él es protagonista y también víctima, yo en cambio, soy un animal de paso que ha hecho rectificaciones de su cauce, a mi acomodo, devastando la vida y sus pretensiones, porque aunque es vida para mí, es como si no pudiéramos armonizar él y yo, como si el árbol en su orilla no fuera tan útil para mi sombra, o para que aniden los pájaros, o para que produzcan el oxígeno que necesitan mis pulmones, y absorban el dióxido de carbono que me consume, o sencillamente como elemento estético para mis fotos.
Lo he hecho enfurecer, estoy pensando en una foto, en una carretera, en un cuarto con aire acondicionado, una estancia utilitaria, me he olvidado de que es mucho mejor sacar la mecedora y ponernos a conversar con el vecino, y el otro vecino de más allá, y comprender que ahí nacen todas las cosas que llenan al mundo de la verdadera humanidad. Que cuando llega la creciente, nos damos las manos para salir del barro, juntos, comiendo del mismo plato, siendo semejantes y no rivales. Tejiendo comunidad.
Es la tierra de Dios. No es mentira, la agenda del momposino la depara la iglesia. Otro tipo de cultura llega solo por unos días, algunos miran halagados, sorprendidos, otros indiferentes, también hay resignados, y otros que se incomodan o se enfadan por el abandono o por la forma decorativa de desarrollo. Los días seguirán repitiéndose en un tiempo que parece detenido mientras los cuerpos se marchitan a su compás.
El momposino, aunque rece cada día, no cambia su religiosa rutina. Sus días han quedado en un tiempo anclado. Y es paradójico, la tierra de Dios es caliente como el infierno.
Trato de sonreír por el colorido de las iglesias, un paisaje de árboles frondosos a los que no se le mueve ni una hoja, sí, otra vez… este calor sofoca, y no se puede pensar en otra cosa. Parece una pintura, pero el río se mueve, es real, aunque todo esté tan detenido, los turistas quieren esos colores, la belleza de postal. Mompox no es un lamento, el lamento soy yo y tú eres el reflejo del espejo en el que me estoy mirando.