Escapo del afuera para resguardarme en una burbuja que no puede protegerme de mí, mi más cruel verduga. Y es que en el afuera hay mucha gente de muchas partes, muchos ruidos, mucho desorden y entonces me olvido que soy hija del caos, anhelo la quietud y el silencio que es un privilegio cuando cientos de misiles impactan un territorio y hay un pueblo entero a punto de desaparecer, porque un soberbio delirando lo ha decidido… mientras lo veo en la cajita mágica como si se tratara de una película y no de la vida, de nuestra vida, en el mismo mundo que habitamos y que me invita a encerrarme en mis cuatro paredes para reducirme a una privacidad que también es pecado.

 Me aíslo, porque atravesar la ciudad contamina, y cansa, porque hay pesares que se curan en silencio, porque una pandemia, así lo quiso, y luego redescubro que el fastidio por el ruido también me había escondido de los sonidos.

 

Crédito: vocesdeljazz.com

Cultura del Jazz en Cartagena

Parte del recuerdo, de la historia y de la memoria cultural de la ciudad existe por cuenta de un buen señor, llamado Gustavo Tatis, a quien hay que grabarlo y escribir todo lo que como periodista cultural ha registrado, delante y detrás de cámaras.  El festival Voces del Jazz y del Caribe no es un accidente.  Manuel Lozano, junto con este buen señor, no solo documentan, sino que han producido parte de la historia cultural de la ciudad.  En 1993, este par se lanzó a la aventura de hacer el festival ‘Jazz bajo la luna’, me hablaron de él con ese recuerdo nostálgico que surge por las buenas cosas. Se hizo hasta 1.997 y no continuó por falta de patrocinio.

Emisora universitaria con programación de Jazz

Un 9 de octubre de 2008 se lanzó oficialmente UdeC Radio, Sonidos que integran, 16 años al aire. Los soñadores no despiertan y Manuel, amante del Jazz llegó con su idea del programa ‘Voces del Jazz’ a los 99.5 FM. Su voz educada, romántica e inconfundible, le dio nota de estilo a una emisora que se abría paso para abrazar por toda su frecuencia modulada el gran espectro musical que un destino como Cartagena puede albergar, con sabana y mar Caribe, con África en su corazón, con tantos venires que el mismito mar se lleva, pero que el viento se obstina en devolver.

Allí nos repetía como un pregón que era la “música para regresar a casa, la que hizo de los trancones un momento feliz. En 2010 hace el primer Festival Voces del Jazz invitando bandas universitarias. Del 28 al 28 de septiembre se celebró la versión 11 del mismo, en un evento que reunió a distintos países y continentes que dialogan entre sí con ese lenguaje universal que es la música, o el amor, que para los fines es lo mismo.

Un dial enriquecido con espíritus nobles

Los buenos recuerdos llegaron en forma de sonido, pero realmente son personas con un corazón muy grande y una mente superior, que llevaron sus pasiones a unos micrófonos para difuminar su saber y sentir, entre inquietos y también avezados oyentes. 

Fue en este festival de Voces del Jazz y del Caribe que nobles cartageneros retumbaron en mi pecho, Amalia y Polanco con su Encanto Caribe, la cuadrilla amada de Música del Patio (Juan Carlos Urango, Ruben Álvarez, Eduardo López y René Arrieta). Lingala Caribe, con el profe Juan Carrasquilla, Amaury Ligardo con Ahí na ma, Luis Mestra y Amilkar Wong con sus talentos versátiles llenando mil horas de música de una parrilla ambiciosa, Jassir Eljach y el doctor Darío Morón, con la música clásica y la ópera, el doctor Ales González y su Opus Vital, Tatiana Acosta y cromática, Sigfredo Gómez y Entretiempo, Ricardo y Gustavo Chica con Cineclub, Edward Cortés  y La Hamaca Grande, Haroldo  Estrada y su Jurassic Rock, Andrés Pinzón y Trovadores, Martha Olaya y Hojas Secas, y tantos otros que no es que se me escapen, sino que me quedé sin espacio. Hay gente bonita haciendo cosas grandes, ellos sueñan y transforman el mundo.

La radio es importante, en 2024 el Festival de Manuel Lozano nos lo recuerda, y la calle ruidosa que era mi “afuera” fue hogar, cuando me vi cantando y bailando -con extraños que parecían hermanos- la música que llevamos en las venas de tanto oírla en los trancones de Cartagena.