Cada día te levantas y justificas tu vida.  Tratas de que tu misión en la tierra tenga algún sentido.  La carrera que estudiaste o no, los hijos que tuviste o los que no, la persona que te acompaña o la soledad que elegiste, sea cual sea tu vida, te levantas para sostenerla y justificarla.

Entonces has creado una historia tan convincente, que no recuerdas que es una fabulación. Así como la COP 16, vamos a reflexionar sobre temas que decimos nos interesan, pero por los cuales no estamos dispuestos a hacer nada. Hablar de biodiversidad cuando decidiste que tus hábitos son inmodificables. O acaso me dirás que dejarás de comer carne, o irás al trabajo a pie, o que tus celebraciones prescindirán de globos y serpentinas, que no adquirirás una extravagancia, que harás una fiesta modesta solo para compartir alguna alegría y no para aparentar lo que no tienes o por el contrario restregar lo que te sobra, que dejarás la ambición de seguirte enriqueciendo a costillas del pobre, a quien explotas sin conmiseración, o de quien te robas recursos gracias a la posición que tienes.

La pandemia fue solo un parpadeo en el flujo incesante de esta civilización que se devora a sí misma, vencimos al covid-19 y aplazamos el miedo de morir para cuando nos anuncien un cáncer, o cualquier otra enfermedad, o sencillamente para cuando en la vejez no podamos tener otro pensamiento, pues salimos al mundo con el mismo hambre de destruirlo olvidándonos que transitamos el apocalipsis de millones de especies, y de nuestra vida misma.

Kohei Saito dijo que deberíamos poder catalogar las cosas innecesarias y, prohibirlas, que lo importante no debería ser si algo contribuye al PIB, sino si es sostenible. Paul Kingsnorth afirmó que “el concepto de sostenibilidad ha sido abrazado por el sistema industrial y por el consumismo. El debate de cómo deberíamos vivir en armonía con la naturaleza… se ha reducido a la pregunta de cómo podemos reducir nuestras emisiones.” Para él todo está perdido.

La COP16 nos ofrece la ilusión de que estamos haciendo algo, mientras dejamos que las sombras de cambio se deslicen por entre nuestras palabras, los soñadores haciendo el papel de justicieros y los pragmáticos controlando el mundo. La paradoja de nuestra época es la de un capitalismo que intenta redimirse sin cambiar, la crisis no entiende de cifras, ella está hablando de nuestras conexiones rotas con la tierra. Tal vez necesitamos un verdadero reconocimiento del fin que nos aguarda como especie, una aceptación cruda de nuestra autodestrucción, para dejar de intentar controlarlo todo y empezar a coexistir en los márgenes.

Mientras, seguiremos echándole cemento a la playa, y pensando en que el óxido de los carros de los ricos es más importante que el hambre. Con hambre, con qué moral se piensa en la diversidad de las especies, y es que hay hambre también de millones de dólares.

Seamos como Yeonghye, personaje de La Vegetariana, renunciemos a comer, así nadie tendría que pensar en el hambre del otro.