…Mucho menos de la monotonía. Muy hermoso todo ese camino del autodescubrimiento y de hacerse responsable de lo que nos pasa. En realidad, sí creo que es un buen paso para sobrellevar mejor aquello que nos afecta. Pero eso es una cosa y otra es quitarle la responsabilidad a quienes ocasionan el daño al punto de decir: la culpa es mía.
Shakira nos tiene delirando con su poder, con su gran capacidad de levantarse y sacar de su peor dificultad un renacimiento asombroso. A sus 48 años, le grita al mundo que la edad es un número y que las mujeres no somos desechables, que nuestro valor puede afincarse en la experiencia y en el cultivo de las cualidades que nos atraen. Pero especialmente, ha señalado al culpable sin pena ni remordimientos, públicamente, no se ha ocultado en el lugar que nos obligan para “vernos mejor”, le han dicho ardida, que se hace la víctima, y ella solo brilla y se hace más poderosa.
Literatura de autoayuda ¿madurez o lo contrario?
A partir de tanta literatura de autoayuda que embebemos en el afán de ser mejores o de superar aquello que nos mancilla, perdemos el criticismo, el cual es muy necesario, pero poco práctico en la visión de algunos gurús de hoy. De joven odiaba la literatura de autoayuda y esto me lleva a la pregunta de si es que, con los años, somos menos críticos y más autocríticos y sí, es cuestión también de madurez responsabilizarse de los actos y bajarle a culpar a los demás. Sin embargo, aquí la reflexión es: ni tanto que queme el santo, ni tan poco que no lo alumbre.
Trabajaba en uno de esos videos, en los que trato de darle vida a lo que escribo (para aquellos que no leen, pero sí ven redes sociales) analizando la frase “es que tú y yo no somos nada”. Quise decir que las mujeres debíamos asumir la responsabilidad de elegir bien y no dejarnos obnubilar por atenciones que ocultaban las verdaderas intenciones de quienes se acercan buscando placer y no una relación. Y mi joven community manager me confrontó preguntándome si pensaba que “la culpa era de las mujeres”. Y fue la cachetada perfecta que necesitaba. ¿En qué momento dejamos que la víctima se convirtiera en culpable? Recordé que, en los últimos tres años, una persona muy importante en mi vida, me había entrenado eficazmente para cambiar de rol: de víctima a protagonista. No sabe lo que le agradezco, pero me preocupa haber caído en el otro extremo.
La culpa es de quien la tiene
Las redes sociales están inundadas de coaches que te dicen cosas como “las injusticias no existen” el “problema eres tú”, “el dolor es inevitable, el sufrimiento opcional (o decisión propia)”, “todo tiene su lado positivo”, “mira el vaso medio lleno” y así, una cantidad de mensaje que terminan distorsionando la realidad. Puedo, obviamente identificar la buena intención que hay detrás de estos consejos, pero como dije, una cosa es la psicología que se usa para superar algo que nos duele y otra quitarle responsabilidad al culpable.
Esta semana, una actriz conocida, en medio de una entrevista decía (parafraseando) “yo, era una regenera gamines, todos los novios que tuve, ninguno servía, y me dedicaba a “salvarlos”, estuve con un drogadicto, uno con enfermedad mental, uno en la quiebra, y yo me convertía en la salvadora pero al final, me dejaban, luego supe que la del problema era yo”.
Al escucharla, identifiqué, que, no se debe sentir culpa por intentar ayudar al otro. Y si ella, en su momento, se sintió defraudada, la villana no era ella por dar lo mejor que tenía, ni por esperar reciprocidad, el villano es quien no es honesto con sus sentimientos, no es recíproco, y sí es un aprovechado de la vulnerabilidad de los otros. Las cosas en su lugar. Ya las mujeres cargamos con muchas culpas que no son nuestras, como para que ahora, por cuenta del positivismo tóxico, también tengamos que ser culpables de los culpables. La culpa, de quien la tiene, claramente.