Andábamos caminando por la 26 con un grupo de amigos cuando, vaya uno a saber porqué, saltó el tema del billete de cien mil pesos. Uno de mis colegas del trabajo recordó que, según leyó, durante unos días hicieron “el amague” de que sería Gabriel García Márquez quien aparecería en el billete.
Sin embargo, contó que un tiempo después leyó que ya no sería el nobel de literatura colombiano —el único nobel colombiano y de lejos el único que habrá en, por lo menos, otro siglo si contamos con suerte— quien estaría en el billete, sino Carlos Lleras Restrepo, un ex-presidente colombiano.
Todos ya lo sabíamos, pero esta vez tuvimos un sin sabor superior a cuando nos enteramos, porque esta vez lo estábamos aceptando. En cambio de poner al único hombre en la historia de Colombia que ha logrado una obra universal reconocida por toda la especie humana, prefirieron poner a un ex-presidente, que no solo no es la gran cosa, sino que en la historia del país —como la mayoría de los políticos colombianos— protagonizó otro capítulo de oscuridad democrática: Carlos Lleras Restrepo tuvo que apagar el intento de golpe de estado por parte de los seguidores de Gustavo Rojas Pinilla, porque, dicen, se fraguó un fraude electoral desproporcionado en el que Misael Pastrana Borrero le ganó las elecciones a Pinilla.
No sabemos si es cierto o no, pero sabemos que cuando esos decires rondan por las calles es porque algo en realidad ocurrió.
Sin embargo, eso no es lo difícil, porque a fin de cuentas a los colombianos nunca nos han pedido permiso para hacer lo que hacen con el país, sino porque no solo pusieron por encima a un ex-presidente con un momento histórico dudoso, sino que con seguridad algunas personas lo celebraron.
Cuando me llegó la noticia de García Márquez en los billetes, me llegó a través de un diario que lleva por nombre el gentilicio para Colombia. Allí, en los comentarios de la noticia, decenas de personas escribían una serie de insultos y de quejas porque ¡cómo era posible que un comunista ateo “castrochavista” apareciera en un billete colombiano!
Eso tampoco me sorprendió, porque está claro que algunas personas no saben distinguir entre el valor de una obra de literatura por sí misma, y la ideología de una persona; pero sí me puso a pensar que aquí las cosas están patas arriba: en el mundo saben de Colombia por algunos elementos básicos, encabezando la lista Pablo Escobar, las FARC, la cocaína, Gabriel García Márquez y, recientemente, algunos jugadores de la selección, aparte de los futbolistas de la otra generación que nos hicieron sentir orgullosos, como el Pibe Valderrama o el Tino Asprilla.
¿A quién se le ocurre que de esta lista es una deshonra un nobel de literatura?¿A quién se le ocurre que es preferible un político colombiano que un Gabriel García Márquez?
Es por eso que, para ser realmente justos con unos y con otros —y con el ánimo de llegar a un acuerdo—, deberían considerar entonces otro tipo de gente para el honor de aparecer en el billete de mayor denominación. Como a García Márquez no lo pueden ver como un escritor sino como un actor político, es preferible poner a James, a Falcao, al “Pibe”, a Mariana Pajón, a Caterine Ibargüen, Nairo Quintana u otro de los deportistas reconocidos en el mundo.
¿Por qué? Fácil: en la cultura popular colombiana se resalta “la berraquera” del colombiano. Nada representa más esta característica que nuestros deportistas, que —la mayoría— vienen desde muy abajo y a punta de disciplina y talento han logrado salir adelante y, aunque nada le deben al país, se ponen la camiseta con la bandera de Colombia y dedican sus triunfos a su tierra.
Mucho, muchísimo más de lo que han hecho los políticos de nuestro país a lo largo de la historia.
En otras palabras: en pro de la no-politización de las pocas cosas buenas que le mostramos al mundo, es mejor que un billete no tenga políticos. Y si a algunos colombianos les molesta el pensamiento del ¡único! nobel colombiano —cabe recordar que otros países tienen más de uno—, entonces que tenga a los que se sudan las camisetas que llevan la bandera.
¡Salud!
@YDesparchado