@YDesparchado
No me malentiendan, yo también apoyo el uso de la bici. Lo he promovido a través de infografías y artículos, o hasta en mis cuentas personales. Aunque no soy usuario ─porque no me considero capaz de cruzar la ciudad entera para llegar al trabajo─, entiendo la necesidad de hacer bici-carriles que no traumaticen la movilidad de los peatones, y mejor aún si no sale por un ojo de la cara, como pasó con las ciclo rutas en Bogotá. Entiendo también que todos debemos tener un espacio en la ciudad.
De la misma manera, entiendo que es la mejor solución de movilidad, que ayuda a mejorar la salud y de paso deja menos “huella de carbono”, y así beneficia a todo el mundo en general. Me siento orgulloso de vivir en una ciudad amigable con la bicicleta, aunque aún haya muchos aspectos por mejorar, como el uso de los parqueaderos y otros asuntos por el estilo.
También estoy de acuerdo con que los conductores son groseros ─los bogotanos en general lo somos con todos los ciudadanos: en carro, a pie, en bici o en moto─ y ponen en riesgo la vida de los ciclistas. Además, no es un secreto que el sistema de transporte se ha demorado en evolucionar muchísimo más de lo normal ocasionando (por suerte) que muchos se pasen a las dos ruedas, en parte por descuido de las alcaldías y por la tremenda corrupción del Polo Democrático que, pendejadas aparte, no es patrimonio exclusivo de ese partido, sino más bien de la política colombiana. Lo bueno es que ahí va de a pocos. Ha demorado tanto como el conflicto armado, pero ahí va.
Pero tampoco nos digamos mentiras: muchos de los que andan en bicicleta son de la misma calaña que los conductores que critican, o peor aún, pretenden que todo el mundo ande en bici. Y la verdad es que esa es una opción de movilidad. Está bien, lo ideal es desestimular el uso del automóvil, o al menos intentar su uso responsable (compartir puestos, por ejemplo), pero la actitud de muchos integrantes de la comunidad no sólo es molesta, sino además sectaria y contradictoria.
En el pasado día sin carro ─y el tercero del año─, la bici y el sistema de transporte público (más los blindados, que parecían media ciudad y demuestran que los que exprimen el erario son bastantes) son los homenajeados, y todo debía funcionar bonito. Entiendo, aunque no esté del todo de acuerdo, que medidas de ese estilo tienen una función pedagógica que, además, liberan de contaminación la ciudad.
Sin embargo, con lo que me encontré fue con lo que más he temido: los amigos de la bici también se unieron a la chabacanería grupal colombiana. Lo he visto en muchas ocasiones, pero hasta que pasó la hora límite del día sin carro lo entendí: se creen profundamente mejores que las personas que utilizamos transporte público y automóvil, y al hacerlo, no solo se toman la incómoda molestia de mirar a los demás por encima del hombro, sino que se toman atribuciones que no les corresponde, atribuciones irrespetuosas con los demás ciudadanos que eligen otras formas de transporte y, lo peor de todo, se ponen al nivel de los conductores de motos y de automotores que hacen las cosas mal en la vía.
Irrespetando al peatón, al propósito de las vías y los semáforos, los andenes y abusando del ruido, un grupo de más doscientos (o más) de estos personajes gritaban “huecooo” para avisar a los demás ciclistas de un bache, pero a la vez les importaba muy poco la cebra peatonal o que las personas necesitaban cruzar la calle. Muy por el estilo del conductor de “ejecutivo” de los 90.
Además, algunos andan por las vías sin cascos ni elementos reflectivos, se pasan por las aceras «a toda», poniendo en peligro la integridad del peatón y además la de los pasajeros de los automóviles y del transporte público que, por evitar matarlos en sus imprudencias, podrían causar accidentes.
El “bicifacho” se cree el dueño de la calle y del andén, de las ciclorutas y de la cuota moral y, por eso, va haciendo lo que le da la gana. Y eso no es consecuente. Se les olvida considerar que montar en dos ruedas no es la única forma de eliminar contaminación, y que algunas personas también eligen esas formas, así como ellos eligen la suya.
La bici es excelente, pero me temo que están degradando su uso, en cambio de dar el ejemplo. Hay que dejarlo claro: así como es complicado explicarle a un usuario de motor que la calle también es para los ciclistas, ahora también hay que explicarle al ciclista que la calle no es solo para su bici y su pobre superioridad moral, sino también es para el peatón, para los que eligen usar carro y transporte público.
También que pueden evitarse bastantes accidentes si, así como ¡todas! las personas, respetan las normas de tránsito.
No más bicifachos sectarios, como tampoco conductores sectarios o motociclistas sectarios. No puede ser tan difícil aprender a respetar las decisiones de los demás y comprender que todos podemos aportar un poco para construir la ciudad y que, al construirla, nadie le debe nada a nadie, porque no se trata de quedar en deuda con unos y con otros, sino cómo nos beneficiamos todos de su construcción.
Contrólense gente, que montar bici está chévere, pero no se conviertan en el “bully” gringo engreído que se cree mejor que los demás y se olvida de pensar más allá del que consideran, equivocadamente, su exclusivo altruismo.