«La palabra guerra no está en mi diccionario».
Juan Manuel Santos.
Presidente de Colombia
Por Diego García
En Colombia la moda es conceptual y política. Primero fue la oratoria, luego la demagogia y ahora está de moda el eufemismo. Pero qué es un eufemismo; según la Real Academia de la Lengua  es «manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante».  Prefiero abrir mi reflexión con este término y no con la ya trillada palabra demagogia, que caracterizo a un ex-presidente nuestro y también con el que tanto calumniaban a Jorge Eliecer Gaitán allá en los años 40 en nuestra patria.
El discurso dictado por el presidente Juan Manuel Santos, el día 7 de Agosto de 2010, le he llamado el «I have a colombian dreams»; Comparado con el manifiesto que Martin Luther King pronunció en Washington aquel 28 de Agosto de 1963, encuentro puntos convergentes, que sería necesario revisar, porque son declaraciones de interés públicos y como todo promesa de garantía de derecho, es justo reclamarlas en vida.
Primero, después de leer las promesas de Santos me detuve en esta línea:
«Es posible tener una Colombia en paz, una Colombia sin guerrilla, ¡y lo vamos a demostrar!
Por la razón o por la fuerza.»

Me trajo a la mente una frase del don Miguel de Unamuno cuando se enfrentaba al gobierno fascista de Franco: «vencer, no es convencer; Venceréis porque tenéis la fuerza, pero no convenceréis porque os falta la razón, y para convencer  necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha».
Cuando el estado se rebaja a usar los mismos métodos de guerra que el enemigo usa, entonces se hace uno con él. El primer atentado de la guerrilla en el gobierno de Santos fue el carro bomba en Bogotá, el primer ataque del gobierno a la guerrilla fue la muerte de Jorge Briceño. Los eufemismos de Juan Manuel Santos comienza con esta frase: «Esta es mi bienvenida a las Farc».
Señor presidente y esta palabra suya: la palabra guerra no está en mi diccionario. Como todo buen ciudadano, borrón y cuenta nueva.
En esta guerra no hay unas ideas a debatir, se habla de dialogo pero con un interlocutor imaginario. Colombia debe adquirir la paz por medio de la paz y no de la guerra. El uso de la palabra es reemplazado por los sonidos de los fusiles, las tropas de asalto y las estrategias militares en contra del otro.
La intervención militar de los Estados Unidos en asuntos internos del país, huele a rancio, y como diría mi abuelo «acá hay gato encerrado».
El problema es de raíz, no de frutos. No pretendo caer en defensa de ninguna ideología, (incluso el gobierno es una de ellas), pero no se puede querer obtener la paz por medio del asesinato de los líderes de las Farc-ep, como lo han estado haciendo los últimos 10 años.
La pregunta es: después de muertos los líderes de las Farc, ¿qué pasara?, acaso el gobierno ignora que las tácticas militares enseñadas a los líderes de este grupo les capacita para funcionar y vivir sin la cabeza.
El meollo del asunto es la erradicación del odio en el país. Hay que darle fin al odio que se regó como pólvora después del «bogotazo». (Pienso personalmente que este es el punto de partida de nuestros rencores nacionales; el libro «historia de Colombia: todo lo que hay que saber», lo confirma.)
Una apología de la muerte al «otro», como lo expreso las sonrisas del presidente y su ministro de defensa Pereirano Rodrigo Rivera, es la muerte a la dignidad del hombre colombiano, pobre Colombia, pobre mi Colombia hermosa.
Mi Colombia está enferma, la fuerza es la justicia de los mandatarios, ¿dónde queda la razón?; quien afirma que no esta doliente, porqué entonces se pagan recompensas a los informantes como si se tratara de un trabajo de mercenarios o una caza de brujas.
Otro eufemismo interesante:
«Por ello reitero hoy, ante la estatua vigilante del Libertador, que a los pobres no los defraudaremos.»
El presidente jura ante una estatua, y me golpeo esta declaración directamente porque meses atrás había elaborado un guion titulado: «Los ídolos imaginarios» para un amigo cineasta y las líneas centrales del primer acto se referían así:
-¡Busco un hombre!, ¡Busco un hombre!
Con mirada esquiva pregunta a varias personas lo mismo,  pero estás lo ignoran pensando que es un loco; El desesperado busca, mira a todos, camina. Por fin llega a la estatua de Bolívar
– ¡Por fin un hombre de verdad, un hombre que me dice mucho!,
Con grito bajo de victoria
-He encontrado un hombre, -señalando la estatua- «he aquí el hombre, el verdadero hombre de los colombianos», sonríe y comienza a dar vueltas como un niño alrededor de la estatua.
Para un momento y se inicia un corto  dialogo con la estatua frente a frente
-Bolívar dónde estabas. Quiero decirte un secreto, eres el  hombre que necesitamos acá, no veo sino maldad y opresión.
Con gesto de ruego
– Bolívar te lo ruego baja de allí y sálvanos, si dices ser el libertador de nosotros, demuéstralo bajando de allí y creeremos en ti.  Adoraremos y te rendiremos culto como a un dios.
-¡Bolívar! Háblame, ¡Bolívar! ¡Bolívar no me dejes!
Juramos y apelamos a estatuas, o a ciudadanos contemporáneos con realidades concretas y necesidades reales.
Perdónenme la expresión, pero acá hay un estúpido régimen de guerra. Porque la grosera psicología de gobierno es reparar daños suavizando conciencias con puestos de trabajo, -como lo hicieron con los desmovilizados de las Auc- y dignificar a los campesinos incrustándolos en la tecnocracia de la era global capitalista y materialista.
Erradicar la violencia es sacar los mal llamados eufemismos que se usan en los discursos, sin preocupación por cumplirlos. La pobreza, la muerte, la justicia, la igualdad social, la paz, solo será posible sobre la base de la verdad, los hechos, la evidencia, y la realización de ese «i have a colombian dreams».
Así y solo así, los miles de exiliados colombianos que se encuentra en la «diáspora», volverán a casa y a creer en este país que con su himno nacional reza en su capítulo X:
«Mas no es completa gloria vencer en la batalla,
Que al brazo que combate lo anima la verdad.
La independencia sola al gran clamor no acalla;
Si el sol alumbra a todos, justicia es libertad».
Diego García
Escritor LA LUPA
Diegogarcia473@gmail.com