La gran responsabilidad que se viene para la Nación.
Por Nicolás Osorio.
Termina un año lleno de motivos de celebración para algunos de nosotros, para otros termina con un sinfín de pérdidas invaluables y muchos no lograron siquiera llegar al final de este 2010 para celebrar. Ese parece el drama natural de la vida cada, pero este año se despide de nuestro País dejando a un gran número de nuestros compatriotas en el segundo grupo y con más de un ser querido dentro del tercero, todo por cuenta de una tragedia de la que, con el facilismo y la irresponsabilidad que tristemente nos caracteriza en ciertas circunstancias, hemos culpado a la Naturaleza.
Los problemas que afrontaban muchas regiones del País año tras año durante la temporada invernal, este año se acrecentaron bruscamente desbordando la capacidad de reacción tanto de los habitantes de las zonas afectadas, como de las autoridades locales y nacionales. El invierno ha llevado consigo muchas vidas, innumerables hogares y, a muchos, literalmente los desterró sin la menor tregua. Alrededor de una veintena de municipios tendrán que ser reubicados, la cifra de damnificados sobrepasa ampliamente los dos millones de personas y las pérdidas materiales son incalculables. Tienen razón muchos al calificar esta ola invernal como «la peor tragedia natural de la historia de Colombia».
Pero en medio de la tragedia existe una luz de esperanza para el País, pero depende de nuestra capacidad de aprender y corregir que se pueda llegar a ella.
La inundación de un gran porcentaje de los municipios cercanos al río Magdalena evidenció algo que desde hace mucho se conoce pero se ignora: el riesgo de desarrollar asentamientos humanos en zonas ribereñas. El daño en el Canal del Dique ha llamado la atención sobre la función de las Corporaciones Autónomas Regionales; en adelante se esperará un mayor control sobre ellas. La necesidad de reubicar algunos municipios obligará a desarrollar para ellos nuevos Planes de Ordenamiento Territorial (POT), lo que a su vez hará evidente la manera irresponsable como estos se desarrollaron en la mayor parte del País, y probablemente obligue a un replanteamiento de muchos de ellos.
Sin embargo, pese a lo positivo que pueda parecer el aprendizaje de esas lecciones, Colombia enfrentará en 2011 un reto de la misma magnitud que esta tragedia. Una importante porción de la tierra cultivable de nuestro territorio ha sido reclamada por la naturaleza y pasarán varios años antes que ella misma nos vuelva a conceder su uso. La reconstrucción y reubicación de las zonas afectadas representará un enorme esfuerzo en términos económicos, además de la enorme labor que tiene el Gobierno Nacional de desarrollar una estrategia eficiente de recuperación.
No obstante, esos esfuerzos, tanto los económicos como los políticos, son la primera oportunidad que tiene el País de corregir su rumbo en muchos aspectos y son a su vez una oportunidad sin precedentes para la generación masiva de empleo, bien sea en las labores físicas de construcción que requerirán un enorme número de mano de obra calificada y no calificada, o en el diseño de las políticas públicas que designarán el rumbo de la recuperación una vez se brinden las primeras atenciones a los afectados.
Dicha generación de empleo pude traer un importante crecimiento económico que de la mano con políticas macroeconómicas responsables por parte del Banco de la República y el Ministerio de Hacienda, pueden enrutar a Colombia en la senda del desarrollo, un desarrollo sostenido y digno, un desarrollo, en sentido amplio, humano.
No se trata de un pragmatismo extremo en el que se pretenda plantear que la tragedia que hoy afrontan más de dos millones de colombianos deba ser visto como algo positivo para el País ¡Tal premisa sería inconcebible e inaceptable! Se trata de llamar la atención sobre la necesidad de no dejar que esa tragedia sea en vano. De no permitir que el drama de nuestros compatriotas quede solo como un triste recuerdo.
Ahora existe una enorme responsabilidad, no solo para el Gobierno y para el Estado, sino para toda la Nación colombiana, de convertir la mayor tragedia de nuestra historia, en el inicio de nuestro camino hacia el desarrollo en honor a quienes estoicamente debieron resistir ésta y otras tragedias a causa de muchos errores históricos y muchos contemporáneos.
Colombia, mostremos también en esto nuestra solidaridad con los afectados por el invierno. No dejemos pasar esta oportunidad en honor a ellos.

Nicolás Osorio
Periodista LA LUPA
nicolas@nicolasosorio.com