En Colombia nos acostumbramos a ver sillas vacías en las sesiones del Congreso, cuando los disminuidos noticieros nos muestran imágenes de peleas, gritos y/o agarrones, o cuando por error pasamos por el Canal Institucional. En un principio uno imaginaba que senadores y/o representantes estaban atendiendo asuntos más importantes dentro de las responsabilidades para los cuales los elegimos, hasta que con pena reconocimos la inocencia de nuestras suposiciones. Lo cierto es que de manera deliberada las bancadas deciden en qué participar y en qué no, para entorpecer el debido desarrollo de las funciones legislativas de acuerdo a sus intereses. Otros, sin tener intención alguna -peor que los anteriores-, simplemente no van.
Los proyectos de ley, algunos serios y otros cómicos, desfilan apilados entre los escritorios para luego quedar aplazados hasta una próxima legislatura porque «no hay quórum», lo que en términos coloquiales significa que a la mayoría no le dio la gana de trabajar en la sesión.
También estamos acostumbrados a pensar que muchas de las noticias que surgen del Congreso son parodias de Actualidad Panamericana. Al cabo de un tiempo es difícil diferenciar cuál sí y cuál no. Este martes fue complejo comprender que una no era un chiste: «Por ausentismo se hundió proyecto de ley que pretendía castigar al ausentismo en el Congreso», titularon los medios de comunicación. ¿Cómo es posible tanta desfachatez?
Ah, pero cuando se va a discutir aumentos de salario, mejores condiciones laborales parlamentarias, regulación de sus funciones y la marca de las camionetas de sus escoltas, ahí sí están todos.
El problema de fondo es que al colombiano promedio poco o nada le importa lo que sucede allá. Votamos por ellos, los elegimos, les entregamos responsabilidades y nunca más volvemos a interesarnos por su desempeño, sin saber si realmente cumplen o no con sus funciones. Como no hay un jefe, que colectivamente lo deberíamos representar todos como opinión pública, los empleados permanecen de fiesta.
Sepa usted amigo conciudadano que existen herramientas para evaluar sus congresistas, como Congreso Visible. Vaya a darle una mirada a ver si su voto ha servido para algo. Por otra parte, recuerde que es deber de todos hacer seguimiento a lo que sucede en ese edificio del centro de Bogotá y que con Internet tenemos los medios suficientes para denunciar públicamente a quienes no cumplen con sus obligaciones laborales.
Solo unidos podremos exigirle a los congresistas que no se roben el sueldo.
Nota: Gracias a Claudia López por publicar los ausentes que hundieron el proyecto para controlar y sancionar el ausentismo: