El por qué los colombianos no podemos respetar la institución de la fila.
Acostumbro comprar los víveres en un supermercado muy conocido, de los que han dado en llamar «grandes superficies». El episodio que hoy estoy relatando ocurrió precisamente en una de esas ocasiones. Les juro por Dios que mi relato es fiel a los hechos. Yo iba acompañado de mi hijo Tranquilino. Todo fue muy normal; medio llenamos el carrito habiendo escogido lo necesario para procurarnos la alimentación quincenal. Llegó el momento de pagar. Tras una inspección a ojo de buen cubero, nos formamos en una fila que parecía ofrecernos un tiempo de espera razonable, habida cuenta del número de personas que había en fila y los tamaños de sus respectivos mercados. Así que estimé una espera aproximada de diez minutos.
La fila avanzaba lentamente. Transcurrieron ocho minutos. Delante de nosotros sólo quedaba una señora y a juzgar por el tamaño de su mercado, el trámite de pago no le tomaría mucho tiempo. Justo cuando la susodicha señora se disponía a descargar las mercancías en la banda transportadora, le hizo señas a alguien que se encontraba en un punto incierto a la distancia y emitió un grito que por poco nos deja sordos a Tranquilino y a mí: «JOHNATAAAAAN…». Por lo que alcancé a ver, Johnatan se formaba en otra fila alejada cinco cajas, abandonó su puesto en ella con carrito de mercado y todo y se acercó raudo a la nuestra. Entre la mamá de Johnatan -estoy especulando que fuera la mamá de Johnatan, pero tenía cara- y el mismo Johnatan se abrieron campo delante de nosotros y nos afrijolaron el carrito, mientras decían atropelladamente «perdón, perdón…». Ni para qué les describo el mercado reestructurado de Johnatan y su mamá. Con decirles que lo que sobresalía del borde del carrito era tanto como lo que había dentro. Luego la mamá de Johnatan largó otro grito pero en la otra dirección: «LEYDIIIIIIII…». A los cinco segundos llegó Leydi, una niñita que frisaba los ocho años. Era evidente que Leydi se había formado en otra caja. La estrategia de la mamá, según pude deducir, consistía en jugar a tres bandas con la complicidad de sus dos pequeños hijos; a la colombiana. Afortunadamente Leydi solamente portaba dos artículos en la mano.
En un arranque de dignidad, agarré mi carrito y le dije a Tranquilino con voz firme para que la señora oyera: «Vámonos a otra caja». Me sentía ultrajado. No me importaba comenzar en otra fila porque para mí el asunto ya no era de tiempo sino de honor. La mamá de Johatan me miró con cara de culo y barbotó algunas palabras. Mejor dicho, de ñapa le quedé debiendo.
Después, con cabeza fría, analicé el asunto y llegué a la conclusión de que el incidente era una fiel representación a escala microscópica de nuestro país. Me explico. Existe una institución, en este caso la fila, que sirve para regular de forma limpia el acceso a un recurso limitado, en este caso la caja. La mamá de Johnatan es una ciudadana que accede al recurso por medio de un remedo de respeto a la institución (la fila), y cree que con eso permanece dentro de los límites de lo lícito. Y lo cree sinceramente, de ahí su cara de culo cuando manifesté mi disgusto. Ella no repara en una sutileza: Lo que hace funcionar a la institución no es cumplir con el aspecto formal -hacer la fila y su versión distorsionada a la colombiana, guardar la fila en favor de otro-, sino la observación del espíritu con que fue concebida, que no es otro sino el sencillo principio de que el que llega primero es atendido primero. Y no tiene por qué saberlo, pues es asunto de educación que a todas luces no tenía. Si extrapolamos el ejemplo, nos podremos dar cuenta de que sucede exactamente igual con todas las instituciones de nuestro país. Me da risa mezclada con piedra, oír hablar a nuestros políticos y nuestros jueces con la boca llena de solemnidad, de las «sagradas» instituciones tales como los tres poderes, los cacareados contrapesos, etc., etc., etc. Si esas instituciones no están representadas por hombres probos que atiendan el espíritu de las mismas, al espíritu con el que fueron creadas antes de ser implantadas en nuestro país, esas instituciones no pasan de ser meros conceptos huecos.
PIETRO ROCA
LA PIEDRA AFUERA
Correo: pietro.roca@hotmail.com
Blog: http://www.eltiempo.com/blogs/la_piedra_afuera/
Bueno, entonces si soy muy colombiano. Mire que el argumento no se cae por su peso, pues fue exactamente lo que le pasó a usted y lo que le pasó a la fila donde estaba Jonatan, entiendo de su escrito que éste tenía el mercado más grande, entonces, la gente que se hizo detras de él tenía su estimado de tiempo (mucho mayor al que tenía usted) y como resultó?, saliendo de la fila.
Pdta: Me gusta su espacio, y pese a que no compartí su primer escrito, me parecen muy agradables de leer.
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Aquí son bienvenidas las opiniones contrarias a lo que expongo, no importa que sean polémicas o incluso crudas siempre y cuando privilegien el argumento. Así que por favor pido encarecidamente evitar la burla a la opinión o a la persona de otros comentaristas o sino me veré obligado a ejercer un derecho que detesto profundamente: la censura.
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Agradezco el comentaro de MurDoC13 porque sirve para dar claridad. Él dice que tecnicamente la señora no se coló y es exactamente a lo que me refiero cuando digo que ella aplicó un remedo de respeto al mecanismo de la fila. Ese es precisamente el meollo del tema. Es cierto que no es posible calcular EXACTAMENTE el tiempo que uno va a demorar en la fila y que uno siempre busca la manera de minimizar ese tiempo. Se cae de su peso ese argumento pues uno no va a buscar la fila que lo haga demorar más. Pero sí es posible hacer un ESTIMADO basado en lo que hay formado en la fila, considerado el número de personas y lo que lleva cada una. Y funciona relativamente bien, siempre y cuando todos estén jugando a lo mismo. Cuando la señora hace tres filas, realmente está tomando tres turnos para finalmente usar solamente uno y desbalancea el mecanismo a su favor. Es como participar en una rifa comprando tres boletas y esperar al resultado. Si no gano no pago, pero si gano solamente pago la boleta que ganó. Eso funcionaría si todos hacen lo mismo pero se desvirtuaría el mecanismo de la rifa. Cuando dice que técnicamente la señora sí cumplió, también introduce otro vicio mental propio de los colombianos que es confundir lo que es legal con lo que es correcto.
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Pero técnicamente no se colaron. Así como usted tuvo su método para tratar de salir lo más rápido de la fila, la señora también lo hizo. No se si seré muy colombiano, pero creo firmemente en que la demora en una fila (sea la que sea) es completamente impredecible, como dice jufema, en las otras dos filas descansaron, más aún en la de Jonatan, que llevaba su carrito lleno.
Haga memoria y acuerdese si usted evitó la fila donde se encontraba Jonatan, si estuviera ahí, seguramente usted hubiera «celebrado» que se saliera.
Osneyder: Seguramente lo que tienes de sudaca no es solo la estatura y el color, también el nombre.
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He pensado en eso, y sabe que las otras 2 filas respiraron cuando se salieron los hijitos.
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Vivo en canada hace 24 meses… y esta gente me ha ensenado el valor sagrado que tiene el hecho de respetar, hacer una fila, decir la verdad, llegar puntualmente, sonreir, son valores indisoensable para esta sociedad…. cada dia me averguenzo mas y mas de ser un sudaca, y no es por mi aspecto de indio bajito, sino por nuestras feo y malsanas costumbres de ver la vida..
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Parece que no miró que llevaba la señora, o no lodcie, presupongo que no llevaba nada, lo que hacía sospechar. Como dice la seciión «no se quede callado, reclame», le hubiera dicho a la señora «vea acepto su jugada, pero permítame pasar antes que llevo poco».
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Amigo Pietro, la que cuentas es abusiva, pero es pasable. Al fin y al cabo son personas de la misma familia. Peor el que haciendo fila en el banco mete a los amigos, o que si es un teléfono público se eterniza haciendo varias llamadas interminables, o los que en mundo aventura pasan a los niños por encima de la fila, etc.. Una vez yo haciendo cola para un teléfono público, necesitaba hacer dos llamadas. Hice una, pero como había una chica en la cola, le dije que pasara ella. Ella hizo cinco llamadas cada una más larga que la anterior. Ahi recordé que los sapos mueren aplastados en la carretera. Afortunadamente ahi si, ya existe el celular.
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