Partidos políticos ‘parasitarios’ y ‘excretados’.
“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Winston Churchill.
El resquebrajamiento de los Partidos políticos tradicionales, sin duda alguna, obedece en gran parte a fallas y debilidades que agobian de manera protuberante a sus cuadros directivos, quienes han demostrado su falta de autoridad y jerarquía y de coraje para tomar decisiones cruciales en favor del Partido, lo que ha permitido la infiltración de grupos al margen de la ley, el empotramiento del clientelismo y la corrupción y el ingreso de personas non sanctas a sus filas con aspiraciones a cargos de elección popular; todo esto ha creado caos y ha generado apatía para la participación de sus seguidores en los comicios electorales, engrosando así el abstencionismo.
De tiempo atrás, y ante las diferentes crisis que han padecido, los Partidos o movimientos políticos se han ido convirtiendo en unos ‘entes parasitarios’ y ‘excretados’, tirando por la borda sus principios ideológicos y reduciéndose a su mínima expresión a cambio de pírricas prebendas burocráticas y lucros económicos personales, lo que les ha hecho perder respeto, credibilidad y jerarquía entre sus adeptos y, también, ante la opinión pública, quedando como simples correveidile, amanuenses y ‘palabreros’ encargados de la pobre misión de componedores de diferendos legislativos en virtud de la “ley de bancadas”.
Es inaceptable y triste constatar que día a día los Partidos tradicionales, quienes en otrora fueron los protagonistas de primer orden de los grandes cambios y avances en nuestra vida republicana, han menguado su identidad, han perdido su independencia frente al mandatario de turno, su criterio es poco lo que pesa en el acontecer nacional, han dejado de ser una alternativa de poder, porque las mieles y sinecuras de la burocracia los ‘arrendó’ o ‘amansó’ y les borró la palabra oposición. Hoy, no son otra cosa distinta a una ‘bolsa o agencia de empleos’ de mala muerte, teniendo para la oferta sólo cargos de celadurías, mensajerías o de ujieres.
Colombia y su democracia requiere de sus Partidos, liberal y conservador, no de grupúsculos de garaje con tinte efímero y charlatán. Necesita los partidos tradicionales fortalecidos, revitalizados y, ante todo, que realicen una catarsis extrema que depure sus filas, con especial énfasis y cuidado en aquellos que aspiran a cargos representativos de elección popular o de designación, fieles a su ideología, que recuperen su identidad, que ejerzan jerarquía y autoridad sobre sus huestes, que su independencia y criterios pesen sobre el poder ejecutivo, que recuperen su credibilidad y sean una constante alternativa de poder.
Leí cuidadosamente, el pasado domingo 24 de noviembre, la entrevista de Yamid Amat, publicada en El Tiempo, fueron protagonistas un señor Cepeda, costeño, y el presidente del Directorio Nacional Conservador, el caldense Yepes Alzate. La verdad sea dicha, las declaraciones o percepciones manifestadas por el señor Cepeda me dejaron atónito y con algo de vértigo y retorcijones de estómago no tanto por su séxtuple elección al Senado por el Partido conservador ¡qué horror!, sino porque constaté inequívocamente su metamorfosis neuronal, y creo que en este brusco cambio lo acompañan varios colegas y copartidarios, causado por el efecto del menjunje edulcorante que suelen suministrar los gobernantes a los súbditos contrarios a su ideología a fin de volverlos obsecuentes.
Nunca antes había leído una serie de declaraciones más incongruentes, deshilvanadas y que causaran más repugnancia que las que suministró Cepeda al periodista de marras, afirma el político ‘santistagodo’ : “Lanzar candidato propio es un error”. “Podríamos perder la opción de llegar a la presidencia dentro de cuatro años”. El error para Cepeda radica en no poder cumplir su palabra de apoyar la reelección del presidente Santos, ya que ve la candidatura a la reelección con buenos ojos , situación embarazosa porque le puede vinagrar su ‘mondongo’ burocrático, y, en cuanto, a perder la opción de llegar al poder dentro de cuatro años, es una disculpa infantil para justificar su posible ‘esquirolada’ o felonía a su Partido, porque con qué autoridad se presentaría el conservatismo y qué cosa distinta podría ofrecer como alternativa de poder habiendo estado en la misma comitiva. ¡Habrase visto semejante galimatías!
Una persona como el senador Cepeda puede recibir (o pedir que sería tráfico de influencias) todas las gabelas burocráticas que le pueda dispensar el gobernante, y callar por defensa de su curul aunque cuente con la connivencia del Consejo de Estado, y agradecerla a motu propio, pero es inaudito y desconsolador que su ‘agradecimiento’ llegue al extremo de pedir públicamente que su Partido, el conservador, renuncie a sus convicciones e ideologías y a tener candidato a la presidencia por acompañar la reelección de su benefactor. No hay que olvidar que una batalla se pierde cuando la contraparte gana la confrontación. Jamás se alcanza el poder si no se lucha por esta meta. O se le olvidó al señor Cepeda como llegó a la presidencia Mariano Ospina Pérez o Belisario Betancurt.
Conozco de vista, trato y comunicación al doctor Yepes Alzate, y se de sus condiciones y calidades humanas, de su ponderación y de su frialdad analítica, sus declaraciones son acertadas y de gran sindéresis y le asiste toda la razón en su pensamiento y enfoque para bien de su Partido en su identidad e ideología, y, por sobre todo, para el fortalecimiento de nuestra democracia, ya que entre más candidatos haya en esa proporción habrá más y mejores propuestas de gobierno y la opción participación ciudadana será más copiosa, y es eso precisamente lo que requiere la democracia para así erradicar el abstencionismo. Los Partidos pueden perder las contiendas electorales, pero jamás su principio ideológico y la dignidad por buenas que sean las mieles burocráticas.
Las coaliciones se dan en cualquier país del mundo, pero, comúnmente, nacen después de la confrontación electoral y se hacen entre el triunfador y el perdedor, su origen tiene diversas causas una ellas, la principal, es la gobernabilidad , y por lo regular se busca cuando el triunfo no es muy holgado o, también, se pueden dar antes de los comicios entre Partidos o movimientos minoritarios y débiles presentando un candidato para enfrentarlo a otro con apariencia mayoritaria. Pero ese no es el caso del Partido liberal y conservador, entre estos lo que se ve es un arrodillamiento o postración vergonzosa.
De las declaraciones del doctor Yepes Alzate, se desprende que la mayoría de la bancada de los Partidos tradicionales está con el presidente -candidato- del Partido de la U., pero ese acompañamiento no obedece a un dictado de conciencia o de ideología, sino a no perder ciertas gabelas estatales y seguir calmando su estado famélico burocrático. Ese no es el querer del elector raso, y en este país las mayorías terminan doblegándose ante una pírrica minoría, porque esas mayorías son desvergonzadas y pusilánimes.
Manizales, noviembre 28 de 2013.
Marco Aurelio Uribe García.