Aerocafé: ¿Onanismo o contentillo a una ilusión?

Leí y releí el artículo “Arar en el mar” publicado por el Diario local hace unos pocos días y de la autoría de Luís Prieto, manizaleño de cepa y de preclaros conocimientos, y en el cual hace un análisis descarnado, escueto y sincero de la viabilidad del macro proyecto del aeropuerto para Manizales, para Caldas y para el País, antes de Palestina hoy del Café, ubicado en este municipio caldense, y cuya magnitud de la obra no tiene par en nuestro departamento, y que sólo podría ser comparable con la Catedral-Basílica de Manizales o con la belleza natural y tutelar del Nevado del Ruiz.

¡Y tiene toda la razón, doctor Prieto! Se dio al traste con todo este gran proyecto. Los caldenses perdieron hace rato el sentido de pertenencia; dejó de ser un departamento modelo, un semillero de forjadores de empresa privada y de industria, de intelectuales y de excelentes conductores o líderes políticos; se pisotearon sus ancestros, su raza se ha ido degradando, sus dirigentes empresariales y políticos está en un nivel crítico y vergonzoso, y sin la más mínima audiencia en el concierto nacional, sin ningún peso ni político ni económico ni intelectual, ante el poder central. Los caldenses estamos en la orfandad política, económica, ética y moral. Como Usted muy bien lo dice: “no hay con quién”, y yo, agregaría “¡O témpora! ¡O mores!”

La orfandad mencionada no es solo de ver como se desvanece una gran ilusión de tener un aeropuerto que, en verdad, se necesita, que nos acorte distancias y a mínimo costo, nos abra las puertas al intercambio comercial y tecnológico con el mundo, que coadyuve en la seguridad de la aeronavegación nacional e internacional. No. La orfandad la venimos sintiendo y padeciendo de manera marcada y progresiva en nuestra región; la inversión pública y privada ha decaído considerablemente por falta de credibilidad y confianza en nuestra dirigencia, no solo en cabeza del gobernador y alcalde capitalino, sino de los politicastros de turno que, inexplicablemente, están manejando los hilos del poder doméstico.

También, he leído todo lo que se ha escrito sobre este tema por eruditos y columnistas de diferentes medios escritos. Este proyecto, en vía de extinción, ha tenido detractores y defensores a ultranza. Para unos una utopía, para otros aunque con visos utópicos, habría podido ser viable. Su lánguida y lenta muerte es producto de unos pocos, identificables por supuesto, que tuvieron a su cargo la gestión y presentación del proyecto ante el gobierno central para su aval económico y financiero; y, posteriormente, la responsabilidad para la compra de terrenos y adjudicar los diferentes trabajos y obras civiles que darían comienzo a su ejecución.

Lo que nace torcido es difícil de enderezar, si los correctivos no se aplican a su debido tiempo; es por ello, que, de manera sensata y sin generar pánico, Germán Cardona Gutiérrez, en sus primeros días como ministro de Transporte, y como caldense, barruntó algo con hedor poco agradable, prendiendo con antelación y a tiempo las alarmas y advirtiendo sobre el especial cuidado que se debía tener con esta mega obra no solo por parte de los organismos de control, sino por las directivas del Aeropuerto, sobre la responsabilidad de los contratistas e interventores y, en especial, solicitar la colaboración de la ciudadanía en general, para ejercer una eficaz veeduría y seguimiento a la ejecución y terminación de la obra, dentro de los parámetros legales y contractuales.

A raíz de estas premonitorias declaraciones de Cardona Gutiérrez, en el mes de septiembre de 2010, escribí en mi blog La Pringamosa publicado en la revista Semana y El Tiempo, sobre el Aeropuerto del Café (ya le habían cambiado el nombre) y denuncié públicamente con certificados de existencia y representación legal de la situación anómala y poco entendible, pero con visos de corrupción, ya que la adjudicación de los contratos para la construcción de los terraplenes había recaído en firmas en las que se presentaba confusión entre contratistas e interventores, situación que pasó por alto o se hicieron los de la vista gorda y oídos tapados el gobernador y alcalde de Manizales y el resto de su junta directiva y los altos ejecutivos del Aeropuerto, lo que facilitó el paso a la corrupción y fue aquí en donde empezó la sal a corromperse.

A partir de la adjudicación de los contratos para la construcción de los tres terraplenes, el proyecto tomó un color de castaño a oscuro, incluyendo el contrato de interventoría, y el cual tenía un costo cercano a los 120 mil millones de pesos; varios socios se mezclaron en diferentes consorcios y ostentaban la calidad de dueños de empresas en común (contratistas e interventores), lo cual deja un sabor amargo con hedor pestilente y que pone en entredicho la óptima calidad de la obra contratada.

Este entramado o `confusión’ en los Consorcios, contratistas e interventores, ameritaba ser investigado hasta sus últimas consecuencias, ya que la responsabilidad no solo recaía en los contratistas por su mala fe, sino en el pleno de la junta directiva y funcionarios del Aeropuerto que hicieron parte en la elaboración de los pliegos de la licitación, como también, en la adjudicación de contratos, sin perjuicio de las acciones penales a que hubiere lugar. Sin embargo, establecido, casi inequívocamente, algunos hechos o situaciones anómalas que deberían haber preocupado y molestado, con sobrada razón, a los directivos del Aeropuerto y a los Organismos de control, nada se hizo al respecto, aquellos por no haber hecho a tiempo de la adjudicación el análisis objetivo de la documentación, y estos por su inoperancia y apatía en la investigación.

Pero una plena responsabilidad no se le puede imputar a los de la parte de acá. No, en la alta burocracia del poder central también hay cierta responsabilidad o culpables por el seguro fracaso que tendrá el Aeropuerto. ¿O sino para que sirve o cual es el papel que desempeña Planeación en el contexto nacional o es que no revisan los proyectos de factibilidad y que comprometen el desarrollo del país con grandes inversiones del Estado en sus regiones? Un gobernante serio y como jefe supremo de la administración pública, no puede permitir que sus agencias engañen o le den contentillo a las regiones con obras irrealizables como puntal de unos comicios electorales, ni que sus regiones permanezcan en un prolongado onanismo.

No soy defensor ni enemigo de este ingenioso proyecto que nació de una mente ágil y prodigiosa como la de Gustavo Robledo Isaza, quien me ha honrado con su deferencia. Le creo las bases en las que sustenta su idea, lo mismo que le creo a Carlos Enrique Ruiz o a Gonzalo Duque Escobar o a mi dilecto y nonagenario amigo Augusto León, epónimo indiscutible de la Santa Ana de los Caballeros. Para unos la obra es necesaria para el desarrollo y competitividad de la región, para otros faraónica y ostentosa. Al proyecto le llueven críticas a granel por sus errores garrafales en su diseño estructural y financiero. Algunos sostienen que con La Nubia como aeropuerto de ciudad intermedia era suficiente; otros añoran con nostalgia el de Santagueda, y no se explican como desapareció del registro catastral como propiedad del municipio de Manizales.

Estamos en un país asfixiado por la corrupción. Aquí ni se investiga ni se sanciona, las denuncias con pruebas incontrovertibles, se las lleva el paso del tiempo a la gaveta de la impunidad, mucho menos podemos esperar que se adelante investigaciones y se sancione a los culpables, cuando somos timoratos y pusilánimes en la denuncia o la hacemos recurriendo a eufemismos como ha sucedido con el tema del Aeropuerto del Café. El proyecto está fracasado más que por sus grandes equivocaciones, por la corrupción, por la coima, y todos lo saben y todos lo callan. La mitad de todo el dinero enterrado está en el bolsillo de muchos, y ahí están, contratistas y funcionarios, todavía no se han volado para el exterior. Lo cierto de toda esta novela es que despescuezaron la gallina de los huevos de oro.

No conozca cifras estadísticas del flujo de pasajeros ni sus destinos, ni el valor de sus pasajes, por lo tanto, no sé si serán costosos o económicos, pero como fui Director Seccional del Incomex, si conozco de primera mano los volúmenes de importaciones y exportaciones, y prefiero guardar silencio para solaz de mi espíritu. Alguna vez le comenté a Fabio Trujillo Agudelo (qepd): Que yo no conocía nada más parecido a un pobre que un rico de Manizales. Y como era tan cascarrabias, casi me pega.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, abril 29 de 2015.