Ideología desenfocada, criminal y perversa.
La fuerza bruta y de las armas es el argumento de persuasión que utilizan los bárbaros. (Mauriga)
“El poder nace del fusil”, frase acuñada por el líder y revolucionario comunista chino Mao Tsé Tung, fundador de la República Popular China; desarrolló las teorías del materialismo dialéctico, guerra de guerrillas, la dictadura democrática del pueblo, la revolución cultural, el gran salto adelante, etcétera, como programas de gobierno y cortapisa para evitar la restauración del capitalismo; siempre combinó el poder del fusil con el poder de su ideología, jamás utilizó la fuerza para hostigar las Aldeas habitadas por campesinos hambrientos y desvalidos, su revolución no se financió con narcóticos (Opio), ni con secuestros o extorsiones.
Cosa parecida, sucedió con la revolución Francesa de 1789, con la Rusa de 1917, con la Cubana de 1953, para solo citar algunas y establecer lo paradójico que resulta si las comparamos con estos mercaderes del narcotráfico y del secuestro, como lo son las guerrillas de la FARC y del ELN., que se dicen ser revolucionarios y protectores del pueblo oprimido por un capitalismo despiadado y que operan en las montañas colombianas, sin pena ni gloria, solo constriñendo a un campesinado paupérrimo y a las comunidades indígenas para obligarlos a los cultivos ilícitos o forzándolos al abandono de sus parcelas.
La izquierda, como tal, es un espectro político que tiene unos principios y propósitos comunes fundamentales y universales: progresismo e igualdad, velando por una sociedad laica, progresista e igualitaria sobre la base de los derechos civiles, con un modelo económico prioritario en la justicia social y en la defensa a ultranza de la soberanía nacional. La guerrilla colombiana pareciera no tener un mínimo de estos principios comunes en favor de las clases más vulnerables y de pobreza franciscana, y cuya justificación y razón de ser descansa en esta falacia que pregonan con cinismo extremo.
Las revoluciones en América, caso de Cuba y Nicaragua, han triunfado por la aceptación y solidaridad de la mayoría de la clase popular y el apoyo financiero y militar de determinados países de reconocido régimen democrático, y cuyo fin ha sido el de coadyuvar al derrocamiento de gobiernos dictatoriales, corruptos y opresores, en bien del interés general, y, por sobre todo, de las clases menos favorecidas. Jamás, estos operativos fueron dirigidos a hostigar y arrasar pueblos inermes y, menos, con fuentes de financiación inicuas como el delito: secuestro extorsivo y tráfico ilegal de estupefacientes. Estos grupos que se esconden en las agrestes montañas de Colombia, tienen más proclividad a ser delincuentes comunes que evangelizadores de la izquierda.
Y ha sido tan equivocada la lucha subversiva de las guerrillas qué, sin lugar a dudas, no hay en el planeta ningún país como Colombia en el que se hayan dado a plenitud todos los presupuestos, más que necesarios y justificados, para una revuelta de inconmensurables proporciones con la absoluta certeza de triunfo. En alguno de mis escritos anteriores, me preguntaba: ¿Qué hubiese pasado si Ernesto “Che” Guevara, en vez de irse para las montañas de Bolivia habitada por indígenas que no hablan el idioma español se viene para Colombia a adelantar y seguir su proyecto revolucionario?
Tengo infinidad de argumentos para no creer en el cuento chino de que las guerrillas son unas víctimas más de esta ‘balacera’, condición que sería difícil de desconocer si su actividad de rebelión se hubiere circunscrito a una lucha armada, por supuesto, pero sin perder de vista la ideología izquierdista en busca de deponer el gobierno por diferentes causas justificadas en aras del bien común y de una mejor calidad de vida para sus habitantes de menos ingresos, y proscribiendo desafueros e injusticias sociales, sin involucrar por ningún motivo en el conflicto armado a la población civil, sobre todo a las mujeres y a los niños.
Las FARC tienen que aterrizar de una vez por todas y ser conscientes de la trascendencia histórica que representa la culminación de este conflicto, poniendo de su parte una alta dosis de voluntad política procurando facilitar sin trabas u obstáculos el avance de los diálogos que permitan lograr acuerdos para alcanzar la paz; suspendiendo de entrada todo ataque violento, cobarde y artero a poblaciones donde solo predomina una escandalosa miseria que rodea a sus aterrorizados e inermes habitantes, lo que empezaría a facilitar y a despejar así el camino hacia una copiosa refrendación ciudadana a los acuerdos.
Se cumple más de medio siglo de estar el grupo subversivo autodenominado Fuerza Armadas Revolucionarias de Colombia- FARC -, y surge, posteriormente, el Ejercito de Liberación Nacional- ELN- librando, si así se le puede llamar, una lucha sangrienta, absurda, estéril y sin un objetivo concreto y razonable que vislumbre la posibilidad de alcanzar el poder a través de las armas, habida cuenta del enfoque y finalidad que arrojan sus descabellados, oprobiosos y alevosos operativos, y que son diametralmente opuestos a la ideología y filosofía rectora de su fundación: doctrina comunista, inspirada en el pensamiento de Marx y Lenin y adicionados por los del líder Mao Tsé tung.
Los ataques demenciales, absurdos e irresponsables que han realizado las guerrillas en los últimos días a la infraestructura petrolera y energética, dejan un sabor amargo y una profunda preocupación sobre el daño que se causa al ecosistema por su impacto ambiental y la larga espera que demanda su recuperación, siendo ellos, los protagonistas del terror, los primeros afectados junto a una población civil desprotegida y a una fauna y flora que quedan sin recursos hídricos potables para su consumo, oxigenación y supervivencia, olvidando la no renovación de los recursos naturales y la extinción de especies de la flora y la fauna. ¡Habrase visto semejantes hienas depredadoras!
Y lo más triste y desconsolador, creen erróneamente estos cabecillas de la jauría, con arrogancia extravagante y prepotencia desmesurada, que con estos acciones “heroicas” se granjean las simpatías de la población y desestabilizan el régimen, olvidando, de paso, que el Estado es perenne y solo desaparece ante la desintegración del planeta; y ni de uno ni de lo otro, las instituciones y los que las conforman siguen impávidos y sin ninguna incomodidad, las necesidades y desesperos siguen entronizadas en los pobres habitantes de los lugares aledaños a su desenfrenado terrorismo. Este izquierdismo trunco solo tiene cabida en el jugoso y lucrativo negocio del narcotráfico, el secuestro y la extorsión, y en donde se mueven como pez en el agua.
Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, junio 11 de 2015.