Reflexiones para elegir un “Señor Alcalde”.

“No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico”
(Aristóteles).

Me pareció importante recurrir a este interregno antes de escribir la parte II del artículo Ay, Manizales del alma. ¡Qué Candidatos!, procurando realizar un análisis que permita una aproximación a la realidad que se dio y vivió con el resultado de las elecciones de octubre de 1997, y la similitud que se refleja con las próximas del 25 de octubre en las que se elige Alcalde de Manizales, a fin de hacer una reflexión que nos lleve a tomar la decisión acertada para su elección. .

En la contienda electoral de octubre de 1997, para la elección del Alcalde de Manizales, periodo constitucional 1998-2000, se presentaron dos candidatos a saber: Jorge Enrique Rojas Quiceno, Médico Cirujano y Naturista, y Hernando Arango Monedero, Ingeniero Civil y Abogado, los dos con excelente formación intelectual y académica, conformando un dúo de lujo y orgullo para la capital caldense, digna de ser imitada por el resto de capitales y de cualquier pueblo de Colombia.

Rojas Quiceno, se convirtió en el fenómeno electoral al obtener 75 mil votos a su favor; hombre humilde, bonachón y sano, con amplios conocimientos en la Botánica, de extrema ingenuidad como pocos, sin ninguna experiencia política ni administrativa, pero con “virtudes descontaminadas”, y rasgando la guitarra como buen solista, logró granjearse la confianza de un electorado abstencionista y apático concentrado en los estratos del 1 al 5, quienes le depositaron su voto creyendo que empezaría la anhelada renovación. Pero no fue así, porque la elección recayó en la persona equivocada y, además, en la más lega en el manejo de la cosa pública. Se desperdicio este efímero despertar abstencionista, y perdió mucho Manizales con esta elección; a los 14 meses la fiscalía le dictó medida de aseguramiento por violación al régimen de inhabilidades e incompatibilidades y fue destituido por el gobernador de turno. Triunfó la casta política sobre el fenómeno electoral; después de causado el daño al galeno y a la ciudad, en el 2003 fue absuelto en fallo de segunda instancia por el Tribunal Superior de Manizales.

Arango Monedero, persona de encumbrado estrato social, de gran calidad humana, de inconmensurables principios éticos y morales, bastante avezado y curtido en las lides políticas, descontaminado de clientelismo politiquero, sobresaliente ex alcalde de Manizales y gran paradigma como ex parlamentario de Caldas, ex Director Nacional del SENA con excelentes logros, de vastos conocimientos y experiencia en el manejo de lo público y de lo privado; sin embargo, con todos estos haberes a su favor fue derrotado por un profesional de la Medicina que, inexperto en los intríngulis del sector público, de manera inexplicable se ganó el respaldo en las urnas de la mayoría del pueblo raso, y a quienes jamás les interesó si la decisión a tomar por medio del voto era buena o mala para el desarrollo e intereses de la ciudad o si el Médico tenía el perfil que reclamaban los ciudadanos para ser el burgomaestre ideal. Sin duda, Manizales desaprovechó un excelente administrador en cabeza del perdedor. No se ha podido establecer si el derrotado fue Arango Monedero o lo fue la coalición Barco-Yepista, reforzada por algunos paracaidistas politiqueros que aterrizaron en la campaña, en procura de “pescar en rio revuelto”.

El próximo 25 de octubre se realizaran los comicios electorales para la escogencia de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales. Como la elección del Alcalde de Manizales realizada en el mes de octubre de 1997, tiene una similitud, como ya se dijo, con la que se realizará en esta ciudad el 25 de octubre del año en curso, aunque se espera que su efecto y resultado sea inverso al de 1997, para bien de Manizales y de todos los que la habitamos, es bueno hacer un análisis preciso, conciso y objetivo que bien puede coadyuvar al electorado a tomar la mejor decisión para la elección de “un Señor Alcalde”, y elegir al más conocedor de la administración pública y al de mejor formación académica.

La encuesta reciente para la Alcaldía de Manizales arroja un resultado que le da el primer lugar a doña Adriana Gutiérrez, la del Centro Democrático, y el place o segundo lugar para el liberal Octavio Cardona. Sin ser futurólogo, ni conocedor de las ciencias esotéricas, y sin estar definidos los candidatos como lo están hoy, sostuve de tiempo atrás (febrero de hogaño), y en esta misma columna, que sólo había dos personas que tenían inmensas posibilidades, en caso de ser candidatos los dos o uno de ellos, de ser elegido Alcalde Manizales, Adriana Gutiérrez Jaramillo y Octavio Cardona León, por razones obvias y bien conocidas: tienen carisma y tienen votos propios. Este aserto lo hice contra todos los pronósticos de los politólogos criollos y de los medios locales de comunicación, que creen y especulan de ser los portadores de la verdad revelada.

No es ningún secreto que entre los dos aspirantes a la Alcaldía de Manizales, existen notorias y abismales diferencias: Doña Adriana Gutiérrez Jaramillo, mujer atractiva, de estrato social alto y de otras arandelas que le depara el dinero, de profesión Administradora de Empresas; ex –parlamentaria (senadora y representante a la Cámara); ocupa un lugar de privilegio en esa rancia, discriminadora y opresora casta plutócrata y latifundista; ambiciosa y codiciosa en todo el sentido de la palabra; en política no tiene recatos con tal de aumentar su cauda electoral y ostentar poder; es indolente por su naturaleza, su contacto con los estratos bajos es superficial y solo se da en época electoral, basta leer el slogan en sus pendones publicitarios; su oratoria y retorica es deficiente y nada convincente; en pocas palabras, no conoce a fondo la problemática social que agobian a las clases más vulnerables y desvalidas de la ciudad. No tiene conocimiento profundo del manejo administrativo, fiscal y financiero del ente municipal. Eso sí, se mueve como pez en el agua en la interpretación y ejercicio de la filosofía e ideología de ultraderecha que catequiza Álvaro Uribe.

José Octavio Cardona, el león de la Cabaña, persona joven, amable, jovial y emprendedora, de extracción humilde y franciscana, Abogado de profesión, especializado en Derecho Penal, Administrativo y en Administración Pública; Catedrático de la Universidad Nacional: fue Subgerente de la Licorera de Caldas, Personero y Concejal de Manizales; tiene oratoria y retórica y sus ideas son claras y realizables; se desenvuelve y se siente cómodo, sin prejuicios, en todos los estratos sociales, aprendió a sentarse a manteles, conoce muy bien las afujías de las gentes, sobre todo de aquellas más pobres, vulnerables y necesitadas.

La verdad sea dicha, veo a Octavio Cardona con inmensas posibilidades de triunfo sobre Adriana Gutiérrez en la contienda electoral por la Alcaldía de Manizales. Esta percepción obedece a comentarios generalizados, en cafés, cafeterías, restaurantes, taxis y supermercados, de muchas personas apáticas y abstencionistas que han manifestado su intención de votar por Cardona León, porque lo consideran el más indicado y preparado para regir los destinos de la ciudad; no obstante cuestionarle, abiertamente, su cercanía con la clase política, especialmente con la liberal, posición que coincide con la de otros, y son muchos, de la academia, especialmente, los de la Autónoma y La Nacional. Si el triunfo se da, solo obedece al despertar de los mencionados apáticos y abstencionistas, no al perjudicial abrazo asfixiante de ciertas medusas politiqueras, repitiéndose así el fenómeno de 1997.

¿Se dan cuenta del por qué de las diferencias entre los dos candidatos? ¿Y por qué el electorado manizaleño no puede cometer el mismo error y que se repita la historia triste y traumática de la inolvidable elección de octubre de 1997, y que resulte elegido el más incapaz?
Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, agosto 13 de 2015.

Apostilla: Como el hombre o mujer pública, no tiene vida privada, nos ocuparemos en próximos artículos, y a su debido tiempo, de las andanzas y diabluras non sanctas de los candidatos, con pruebas a la mano.