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¡Qué vergüenza con Manizales!

Se ha sostenido que lo último que se pierde es la esperanza, pero, no; lo último que se puede llegar a perder es la dignidad, quedando la persona reducida a su mínima expresión y perdiendo así toda su valía ante la sociedad, y esto es precisamente lo que viene ocurriendo con la clase política en Caldas, con Manizales a su cabeza, desde la década de los 80, cuando se ostentaba con orgullo ese reconocimiento nacional de ser el departamento modelo de Colombia en honor a la brillantez de un nutrido número de personajes que descollaban en el concierto político nacional por sus capacidades y ejecutorias.

Esta decadencia de la clase política se empezó a dar paulatinamente desde esa época cuando se fue corrompiendo con el ejercicio desaforado del clientelismo burocrático, y comenzaron a imponer sus fichas claves e ineptas, sobretodo, en los cargos oficiales, después con malos candidatos para los de elección popular, y de corporaciones públicas sin interesar su pasado, ni las condiciones sociales, económicas, intelectuales, ni su formación académica, solo bastaba su compromiso servil e incondicional para el logro de las metas y objetivos perversos que depara las mieles del poder político, oxigenado hoy más que nunca por el presidente Santos a través de los nefastos y corruptores cupos indicativos.

Pero esta corrupción en la política hizo metástasis en gran parte de la sociedad con gran afectación en nuestro sistema democrático. El derecho al voto se ejerce por una mayoría de electores en forma irracional y degradante, en donde prima su valor económico o la promesa burocrática o la expectativa de ingresar al carrusel de la contratación, actuaciones y procedimientos inicuos para alcanzar el poder, siendo lo más ignominioso de la feria electoral la compra – venta de la conciencia, sin pudor alguno, la trashumancia, el constreñimiento al elector, etcétera, etcétera.

Sin lugar a equívocos, Manizales, desde la implantación de la elección popular de Alcaldes, tiene el record, sin pena ni gloria, de tener, hasta hoy, el mayor número de mandatarios cuestionados o incursos en delitos contra la administración pública, personajes de bajos principios éticos y morales que alcanzaron esa dignidad sin aptitud y aparentando una posición social o un ficticio “linaje”; debacle que sólo es atribuible a la imposición de candidatos por los caciques o gamonales políticos y respaldados en las urnas por el “inepto vulgo” y con la irresponsabilidad de los desvergonzados que venden su conciencia por dinero o prebendas burocráticas.

Antes, la designación de los alcaldes se hacía por medio de Decreto departamental y eran recomendados por los jefes políticos locales y la selección se hacía por su prestancia económica, social o política, así recayera el nombramiento en un “asno bípedo”, pero jamás en un delincuente. Se buscó combatir esta práctica clientelista con la elección popular de Alcaldes, resultando más dañino el remedio que la enfermedad. Hoy, las partidos o movimientos políticos tienen una nueva modalidad de corrupción y enriquecimiento, a través de la venta de avales por elevadas sumas de dinero o por un compromiso solemne para constituir un concierto para delinquir en la modalidad de la contratación, lo cual se hace de manera descarada y pública, sin importar la ideología, ni el pasado y presente del nuevo socio y futuro elegido.

Los caldenses, especialmente los que residimos en su capital, no hemos sido ajenos a estas abominables prácticas, y muchos por sumisión vergonzosa, otros, por temor reverencial y otros por diversos intereses, resultan eligiendo al candidato impuesto y qué por lo regular es el menos recomendable por su falta de formación académica o de experiencia o porque su pasado o presente deja bastante que desear y/o están incursos en procesos penales o disciplinarios o por sus relaciones intimas con personas al margen de la ley, y, todo esto, pasa desapercibido por ser el candidato de rancio abolengo, adinerado o pertenecer a las altas élites.

Caldas y Manizales exigen respeto y que no sean objeto de imposición de unos candidatos que aspiran a ocupar cargos o dignidades de elección popular en los comicios del próximo 25 de octubre, ya que algunos no llenan las expectativas que clama el constituyente primario, ni su pasado los acredita para alcanzar tal distinción; y como un hecho extraño, entre más señalamientos tenga y más procesos penales cargue, tiene más opción de triunfo. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo con el candidato del Centro Democrático y de la Unidad Nacional, y que aspiran a ser elegidos Alcalde de la ciudad.

Todos ellos cargan con significativas y protuberantes peculiaridades, unas admirables y respetables, y otros, con unas muy inadmisibles y repudiables. Algunas candidaturas a la Alcaldía fueron producto de veleidades de uno cualquiera de los jefecillos del nuevo poder político en Caldas, no obstante haberse dado unos cambios sustanciales en la política parroquial de manera paulatina y degenerativa, lo cual se ha reflejado en la renovación de la clase dirigente, pero no en sus marrullerías clientelistas y politiqueras, ya que la actual, como lo dijera un ex candidato a la gobernación, es más clientelista, perversa y corrompida que la anterior coalición integrada por Barco y Yepes.

Aceptando, en gracia de discusión, que los candidatos a ocupar la Alcaldía de Manizales, Adriana Gutiérrez Jaramillo y Luís Roberto Rivas Montoya, del Centro Democrático y de la Unidad Nacional, respectivamente, sean un dechado de virtudes y unos consumados píos, que fueron convertidos en unos mártires o víctimas por una corrupta, politizada, polarizada y selectiva justicia, con la Corte Suprema de Justicia a la cabeza, y que también irresponsablemente fueron blanco del escarnio público y señalados e investigados por infringir la ley en diferentes tipos penales, por cuanto jamás el delito existió o porque no los cometieron o porque la ley no los tipifica como delitos, lo damos por aceptado.

Pero, sobre todo en Manizales, y pensando en su futuro, debemos elegir el mejor candidato, el mejor formado académicamente y el de más experiencia en el sector público. Habiendo revisado minuciosamente, de tiempo atrás, la hoja de vida de los candidatos que aspiran a la Alcaldía de Manizales, elección que se realizará el próximo 25 de octubre: Adriana Gutiérrez Jaramillo, José Octavio Cardona León, Luis Roberto Rivas Montoya y Luís Fernando Acebedo Restrepo, pude llegar a la conclusión, sin mucho esfuerzo mental, que la de José Octavio Cardona León, es la que ofrece más garantía y seguridad para el ejercicio del cargo, ya que es la más pletórica en títulos académicos y muestra vasta experiencia en el manejo de la cosa pública.

Y para refrescar la memoria de los electores, veamos la que presenta Cardona León, de profesión Abogado, especializado en Derecho Penal, Derecho Administrativo y en Administración Pública; Catedrático de la Universidad Nacional; fue Subgerente de la Licorera de Caldas, Personero y Concejal de Manizales; tiene oratoria y retórica y sus ideas son claras y realizables; conoce muy bien las afujías de las gentes, sobre todo de aquellas más pobres, vulnerables y necesitadas. Si alguno de los otros candidatos tiene una mejor hoja de vida, les ruego encarecidamente hacérmelo saber y poder corregir y salir de mi supina ignorancia.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, octubre 22 de 2015.

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