¿Por qué la merma electoral del Centro Democrático?

Así se rasguen las vestiduras los enfermos de “temor reverencial” y los nefelibatas y fanáticos del ex presidente y senador Álvaro Uribe, y sostengan lo contrario a lo evidente de las cifras electorales aduciendo un imaginario fortalecimiento, la verdad incontrovertible es que el Centro Democrático obtuvo en las pasadas elecciones para concejos en el país 1.150. 000 votos, perdiendo en su “gallera” y en su principal sucursal (Antioquia y Caldas), distante de los partidos de la Unidad Nacional y muy lejos también de la izquierda que suman entre verdes y Polo más de 2 millones de sufragios.

Para nadie es desconocido que el fenómeno político que se dio en las elecciones presidenciales de 2002, no tiene precedente, quedando plenamente demostrado que para alcanzar ese digno cargo no se requiere dotes de gran estadista, ni tener oratoria, ni retórica, sino un manejo adecuado y oportuno de una demagogia que no peque por extrema utopía , tal como ocurrió con Álvaro Uribe Vélez qué con gran facilidad se ganó la credibilidad y admiración de la opinión pública, lo que le deparó la presidencia de Colombia.

En sus “charlas” de campaña, no peroratas veintijulieras, Uribe cambió el discurso arcaico y repetitivo sobre vivienda, salud y educación por el de una propuesta concreta y simple: acabar con la guerrilla de las Farc en un lapso de 1 año, no mencionó ni a los ‘elenos’, ni a los ‘paramilitares; Congreso unicameral; supresión del Consejo Superior de la Judicatura y exterminio total de la corrupción política y burocrática. La gente creyó, y hastiada de tanta corrupción, de tanta violencia y de malos gobiernos, se entusiasmó y votó en las urnas por estas nuevas propuestas puntuales, arrasando con todos los pronósticos de las encuestas electorales y no dejando títere con cabeza.

No obstante haber tenido una mayoría legislativa aplastante en sus dos periodos presidenciales, no tuvo la voluntad política suficiente para haber sacado avante unas verdaderas y urgentes reformas en la estructura estatal, ni procuró gestión efectiva en buscar acuerdos de paz, sólo limitó el poder bélico del Estado a mantener un poco a raya a la subversión fariana y a los elenos, dejando intacta la capacidad de maniobra macabra de los paramilitares, hasta su mal llamada desmovilización. Sin embargo, después de ocho años de regular mandato salió con un porcentaje altísimo de favorabilidad entre la opinión pública.

Aprovechando esa coyuntura de favorabilidad, fundó el partido político Centro Democrático con unos principios ideológicos de recalcitrante extrema derecha, con énfasis y abanderados en la doctrina de Manes, exigiendo una lealtad férrea a sus nuevos militantes y sometimiento a su férula omnímoda y omnipotente. Así, obtuvo una copiosa votación en las pasada elección presidencial y legislativas de 2014 (7 y 2.5 millones de votos, respectivamente), con un revés o descalabro protuberante en las elecciones regionales del pasado 25 de octubre, resultado que se abona a favor y en bien del país y, en especial, de todas sus regiones, lo que demuestra inequívocamente que el vulgo empezó a reflexionar y está saliendo del oscurantismo.

El primer error político que cometió el Centro Democrático, como Partido opositor, fue empezar su ejercicio mal planificado y sustentad en habladurías y en pruebas conseguidas de manera ilícita o, al menos, haber divulgado su fuente. La oposición no se puede ejercer como charlatanería, solo por el prurito de ser el personaje in o de alcanzar un amplio espacio mediático o hacer creer y ganar la fama de “frentero”. No, la oposición se hace con responsabilidad y con conocimiento de causa sobre hechos concretos de manera clara, precisa y concisa, consultando siempre lo bueno para coadyuvarlo y procurando disuadir de lo malo o perjudicial por medio de la denuncia pública y, aún, recurriendo a instancias judiciales competentes.

Además, esas listas cerradas y elaboradas de manera omnímoda (caso Caldas y creo que en Antioquia), terminan incluyendo personas desconocidas o que no tienen el suficiente carisma y talante para atraer electores o que por sus condiciones personales y sociales no han tenido un contacto directo con el lumpen, son situaciones perjudiciales para cualquier movimiento político, máxime si éste es nuevo en la contienda, por cuanto produce un rechazo o una apatía en su participación, cosa que incide notablemente en su caudal electoral y, por ende, en su fortalecimiento y peso como partido opositor.

El Centro Democrático perdió terreno político muy importante, tanto en casa de Uribe como en la de Óscar Iván (Antioquia y Caldas), y el cual es casi imposible de recuperar. El caso de los dos departamentos mencionados, referente a las candidaturas para gobernación y alcaldía, son muy similares tenían a su favor todo el favoritismo, lo cual es de gran influencia sicológica en el electorado, sin embargo, sufrieron una estruendosa derrota a manos de candidatos humildes y de bajo perfil, sobre todo en el aspirante a la Alcaldía de Manizales, eso sí, de gran idoneidad y excelente formación académica.

Y, por supuesto, a Uribe le asiste toda la razón en la conclusión que sacó después de la “zurra” y de la contrición de corazón y propósito de la enmienda: la derrota recae, en primera instancia, en unos directivos regionales muy estirados y perfumados, pero sin el más mínimo olfato político, además, cicateros, y la política con hambre no funciona; los candidatos, pésimos, sin ningún discurso, sin nada que ofrecer, sin argumentos, sin oratoria, sin sindéresis, sin retórica, mejor dicho, de nulidad extrema; y, es cierto, el dueño del balón se demoró mucho para tomar decisiones correctivas y arreglarle el caminado a su Partido, pero ese no es su único pecado, tiene muchos.

En cuanto a los dineros corruptos del gobierno, a través de los cupos indicativos, el Jefe opositor tiene toda la razón, pero éstos hicieron su agosto no solo en el Centro Democrático, sino en el conservador, el Polo y en el liberal, en algunas regiones como en Caldas. En lo que si no tiene por que quejarse es por las acusaciones prevaricadoras del Fiscal, ya que estas lo que producen son buenos dividendos, sus desvariados señalamientos son una buena carta de presentación y una expectativa promisoria para una demanda por daños y perjuicios en contra del Estado, así genere contratos a diestra y siniestra para ex magistrados de las altas cortes. Y si algo sobra, que le guarden uno a cualquier politóloga desocupada.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, noviembre 12 de 2015.