A veces algunos pecan de ilusos y hasta de maniqueos y, erróneamente, creen ser los portadores de la verdad revelada y quieren mostrar que somos la perfección y paradigma de un Estado democrático, atreviéndose de manera “cantinflesca” a criticar y condenar ciertas actuaciones de algunos gobernantes, especialmente de nuestro continente, y que muchas de ellas son inocuas comparadas con las que nos han tocado vivir y padecer en carne propia, sin que se haya escuchado por ello la más mínima voz de protesta de parte de los censores gratuitos de las causas ajenas.

Si bien es cierto que la situación catastrófica que vive Venezuela por el pésimo y desacertado manejo político y económico que se le viene dando desde la implantación del embeleco “socialismo del siglo XXI y su República Bolivariana”, por cuenta, primero, de su fundador el “militar tropero y megalómano” Hugo Chávez Frías, y, en la actualidad, por su señalado heredero Nicolás Maduro, persona de ignorancia supina y lenguaraz empalagoso, también lo es, que nosotros aquí en Colombia hemos tenido cuartos de hora amargos en los últimos 20 años por los desaciertos políticos de los gobernantes y por la corrupción e impunidad de una clase dirigente desvergonzada.

Los “gurús” o politólogos a escala mundial sostienen que las razones por las que perdió el oficialismo (chavismo) en Venezuela en los pasados comicios electorales, fueron la falta de garantías para el ejercicio de la política, la poca libertad de expresión, la inseguridad y la crisis económica, omitiendo inexplicablemente el cáncer de la corrupción y de la impunidad; sin embargo, en Colombia se sigue padeciendo de todos estos hechos perturbadores de la democracia, sorteándose con relativo éxito sólo el de la crisis económica, y hasta el momento nada ha pasado, se ha procurado hacer cambios timoratos para que nada cambie, y que todo siga igual o peor en las tres ramas del poder público, con marcada podredumbre en la legislativa y la judicial.

Es lamentable y vergonzoso que la mayoría de los países de América del sur nos den ejemplo de coraje, de dignidad y de sentido de pertenencia, como lo acaba de hacer Venezuela con su decisión electoral tomada a través del voto en las urnas, y que en forma masiva y sin temores sacó y puso de patitas afuera a unos diputados parasitarios y corruptos de la Asamblea Nacional (Parlamento unicameral), empezando así a desmontar un régimen oprobioso, ignorante y vulgar que se dedicó sistemáticamente a atropellar a una población sana e inerme violando los más elementales derechos humanos, atropellos cometidos por una dictadura disfrazada de gobierno democrático y bajo el timonel de un desequilibrado mental.

Venezuela tiene una población de 31 millones de habitantes y el poder legislativo se ejerce a través de una Asamblea Nacional, conformada por 167 Diputados. Colombia tiene una población de 43 millones de habitantes y el poder legislativo se ejerce por un Senado de la República, conformado por 102 Senadores, y una Cámara de Representantes conformada por 166 Representantes, o sea, 268 parlamentarios. Colombia tiene 101 miembros más en el poder legislativo que Venezuela, pero, la gran diferencia no radica en el número de miembros ni en el ejemplo de austeridad, sino en que el sobresaliente de la Asamblea Nacional de Venezuela es Diosdado Cabello, quien es una “alma impoluta” al lado de uno cualquiera de la mayoría de los 268 parlamentarios nuestros.

En Venezuela la persecución policial y el constreñimiento o la amenaza por parte del establecimiento o de los adeptos oficialistas, han sido el “caballito de batalla” para atropellar y desconocer las garantías en el ejercicio político. En Colombia los partidos de oposición y los nuevos actores que pretendan incursionar en la política no tienen un verdadero y completo estatuto de la oposición que vele por su seguridad e integridad personal y el respeto por sus derechos y garantías, quedando expuestos al genocidio como el que se dio con el Partido de la Unión Patriótica. Además, con el descarado patrocinio presidencial a través de los nefastos “Cupos Indicativos” la ventaja es enorme, siendo casi un imposible ser alternativa legislativa en contiendas electorales contra los Partidos “enmermelados”.

El presidente Chávez (q.e.p.d.), y, ahora, su heredero Maduro, hostigaron y cerraron medios de comunicación, tanto televisivos como radiales y escritos, a diestra y siniestra sin ninguna consideración y sin fórmula de juicio, solo obedeciendo al dictado de sus veleidades. En nuestro país no tiene cabida estos procedimientos arbitrarios, pero en cambio sí se recurre al espionaje por medio de grabaciones electrónicas y a métodos macabros como son los asesinatos de periodistas por parte de organizaciones al margen de la ley, y, en la mayoría de los casos, en contubernio con agentes del Estado, quedando casi siempre en la impunidad.

Venezuela tiene mucha inseguridad en las áreas urbanas, mas no en las rurales, en éstas campean plácidamente nuestros violentos, los índices de atracos a mano armada y de homicidios son alarmantes, todo esto por causa de una economía resquebrajada con una inflación disparada, alto desempleo y, ante todo, escasez de productos de la canasta familiar, casi se podría decir que gran parte de la comisión de estos delitos se deben a causas famélicas, sin que esto sea una causal de justificación. En Colombia la inseguridad rebasa cualquier estadística, tanto en las ciudades como en el campo.

Cada pueblo es dueño de su propio destino. Los males que aquejan a un país, en gran parte, tiene un primero y principal responsable: el pueblo. Los venezolanos están pagando caro su error garrafal en la escogencia de su gobernante, olvidaron que la revolución se hace con el lumpen, pero el gobierno se hace con los inteligentes y capaces. En Colombia no hemos sido ajenos a estas equivocaciones, pero se ha rodado con mejor suerte o fortuna, gracias a los buenos oficios de algún Presidente de estirpe conservadora que tuvo la brillante y sana idea de “consagrar a Colombia al Sagrado Corazón de Jesús”, razón por la cual quedamos colmados de una pusilanimidad extrema.

Colombia necesita con urgencia, pero con valor y con dignidad, dar el primer paso para empezar una renovación total del establecimiento: aprender a votar con libertad y a conciencia, sin hipotecar su futuro ni el de su descendencia; comenzando por cambiar hasta los pupitres de los 268 parásitos que dormitan en el Capitolio Nacional.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, diciembre 10 de 2015.