No más narcotráfico, ni secuestros, ni bombas, ni tableteo de ametralladoras, ni muertos. ¡Qué dicha!
No más narcotráfico, ni secuestros, ni bombas, ni tableteo de ametralladoras, ni muertos. ¡Qué dicha!
“El inepto vulgo”, como dijera Laureano Gómez, está creyendo erróneamente, o le están haciendo creer como medio de persuasión para que vote por el SI en el Plebiscito del 2 de octubre que el 3 de octubre queda protocolizada la terminación de la guerra, convirtiéndose Colombia en el Edén o remanso de Paz por todos soñado, sin que la pregunta del plebiscito ni su propaganda publicitaria ni sus promotores en su pedagogía hayan explicado que la confrontación se termina sólo con el grupo guerrillero de las Farc, con la excepción de algunos disidentes en sus filas, quedando vivo el conflicto con éstos y con los otros subversivos y con las bandas criminales, y que son muchos.
Se ha sostenido hasta la saciedad que la Paz es un derecho inherente a la persona y, como tal, pertenece a todos y a cada uno de los terrícolas, y jamás se podrá aceptar que este derecho sea utilizado en beneficio partidista o de una persona para un fin o fines determinados, sea éste o éstos de carácter político o económico. Es muy plausible todo acuerdo que se adelante en procura de alcanzar la Paz, siempre y cuando éste se logre sobre parámetros mínimos de legalidad, proporcionalidad y veracidad en su aplicación. Los acuerdos firmados en La Habana entre el gobierno y la guerrilla de las Farc, y los cuales deberán ser refrendados o no por el “pueblo” a través del plebiscito el próximo 2 de octubre, carecen de los mencionados parámetros.
Leí con mucho detenimiento el artículo ¿Y qué carajos significa el fin de la guerra? Publicado por la revista Semana, y en el cual la columnista manifiesta: “¿Por qué los colombianos están tan divididos ante un acuerdo de paz que busca acabar una guerra de 52 años?, me lo preguntan una y otra vez, los periodistas extranjeros que han venido a cubrir lo que está sucediendo en Colombia. Decir que tengo la respuesta a semejante interrogante, sería petulante”. Dicho interrogante no encierra esa magnitud de dificultad y tener esa respuesta a flor de labio no es ninguna petulancia.
Si bien es cierto que el país está polarizado frente a la respuesta del plebiscito, cada una de ellas liderada por Santos y Uribe, y cada uno movido más por su megalomanía y por su pulso político que por el bien del país, y teniendo el primero una gran responsabilidad histórica en la suscripción de los acuerdos, velando por su legalidad y proporcionalidad en las concesiones pactadas y primando el interés general sobre el particular, ante todo cuando se busca reconocimientos personales de organismos internacionales, también lo es, que una gran mayoría partidaria del No, y pacifistas por excelencia, consideran ciertas prerrogativas concedidas a los subversivos como ilegales, claudicantes, indignas e inmerecidas, sin ser, en ningún momento, ni guerreristas ni seguidores ideológicos del Líder del NO.
El texto del Acuerdo Final para terminar la Guerra en sus 297 páginas, es sin duda alguna, tedioso para leer y de difícil comprensión e interpretación en su alcance, es farragoso no sólo por tener una sintaxis desordenada, algunos contenidos superfluos y otros de gran calado y de difícil cumplimiento, lo que los convierte en nugatorios, así como también muchos compromisos leoninos, por supuesto, en favor de las guerrillas de las Farc, y en detrimento de la democracia y del patrimonio estatal. Situaciones estudiadas y analizadas por muchos que son amigos de la Paz, pero de una Paz negociada con dignidad y equidad, así ésta se esté logrando con uno de los tantos actores del conflicto.
Y, claro está, los acuerdos firmados en La Habana contienen puntos neurálgicos que fueron acordados y escritos de manera vaga y gaseosa, tal es el caso, y sólo por citar unos pocos ejemplos, de la Reforma Rural Integrada respecto al acceso, adjudicación y uso de la tierra, así como a la creación del Fondo de Tierras, ¿se imaginan quienes serán sus beneficiarios y el uso que le darán a la tierra? La Participación en Política: se aseguran 10 curules, 5 Senado y 5 Cámara, incluidas las obtenidas de conformidad con las reglas ordinarias, creación de 16 Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz para la elección de un total de 16 Representantes a la Cámara de Representantes, de manera temporal y por 2 períodos electorales, de antemano ya se sabe quiénes serán los elegidos.
Hay dejación de armas, mas no de entregar. La diferencia en el significado de estos dos verbos es abismal. Los farianos, al entrar en vigor el Acuerdo, tendrán 3 voceros en cada Cámara con voz pero sin voto e igualmente tendrá un delegado en el Consejo Nacional electoral. Y es más saludable para el corazón no seguir, porque como estás las apuestas por el SI, embadurnadas de tanta mermelada, se necesitarán más de 30 días para el conteo de los votos.
Mucho cuidado con la financiación estatal para la reincorporación a la vida civil, económica y política de los guerrilleros de las Farc, ya que todo parece indicar que la cascada de impuestos será impresionante y hasta las pensiones se gravarán para sostener a estos señores que engrosarán la fila de desempleados. Como todo en este gobierno es tan “cristalino”, ¿por qué no se le cuenta al pueblo raso, y también a los 3 o 4 dueños de Colombia, sea por parte del establecimiento o de algún acucioso economista, el monto aproximado de lo que puede costar todo lo acordado en los Acuerdos de Paz con las Farc para que sea sostenible?
Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, septiembre 22 de 2016.
Apostilla: “Hay una guerra menos en el planeta, ¡Y es la de Colombia!”. Con esta frase terminó su intervención el presidente Santos ante la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas. Frase que se le atribuye a la cosecha del Jefe negociador del gobierno en los Acuerdos de La Habana, Humberto de La Calle Lombana. Pero, ante tan buena noticia, modestamente me pregunto: ¿Sería que se firmó la Paz con el ELN y con todas las bandas criminales que existen en Colombia, y los ingenuos colombianos no nos dimos cuenta?
Como se ira a llamar la Up que salga de este proceso?
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Muy bien expresado, aunqeu coloca en el mismo plan de ego al expresdiente Uribe con el actual presidente. No creo en ello.. Yo creo que Santos fue bien intencionado, pero no menos lo es Uribe. Lo que pasa es que quie tiene la rzon es Uribe, a mi modo de ver. Aqui la guerra no se acaba: por el contrario. Comienza la toma del poder por los comunistas, con gente sentada en nuestro Parlamento sin tener derecho a ello y con brazos armados haciendonos la vida uan pesadilla (eln, bacrims, frentes no demsovilizados de las mismas farc). El horizonte no se ve claro.
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Que dicha el pueblo arrodillado por criminales, obligados a votar por el si o los siguen matando, que dicha.
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Felicitaciones Marco Aurelio. Captas el pensamiento de 48 millones de colombianos.
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Este sr. Marco cree que los colombianos cree que somos igual que tarados a el. Sr. Uribe Uribestia, no creemos ni por un momento en rios de leche y miel despues de firmar la cesacion de hostilidades con las farc. Si que deja de existir la guerrilla mas grande del continente que durante 5 decadas ha estado alzada en armas y que muchas zonas del pais ya notan el desescalamiento del conflicto. Sentado en su comoda silla usted no nota nada de eso, pero salga no mas a Salamina a ver si no hay un cambio en la percepcion. El inepto vulgo son aquellos como usted que creen licito mandar a la guerra a otros mientras habla m1erda desde su casa. Asi llegue la paz usted jamas la va a ver en su corazon, salvo cuando sea la del sepulcro.
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De acuerdo con ud, señor Marco Aurelio.
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oiga usted no podia faltar repitiendo las mentiras del lider de su secta sobre la ya desmentida version de la ley barreras no? que fanatismo por ese caballista por dios
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Muy objetivo el artículo. El llamado Acuerdo contiene apartes farragosos, otros de corte retórico, otros bien disimulados pero claramente perversos. En todo caso, la cacareada justicia transicional es un golpe al espinazo de nuestra justicia que aunque es corrupta, en sus líneas se lee que no hace distinción alguna, ni se premia a los bandidos. Y lo más grave: la clase media vamos a pagar todos los platos rotos de la violencia protagonizada por más de 50 años por estos criminales.
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