¿Quién pescará más votos en estos ríos de corrupción?
La mezcla de un poco de ignorancia con un poco de irresponsabilidad produce un resultado explosivo que puede ser letal y catastrófico. Esta nociva combinación hizo carrera en Colombia, el día de los comicios una mayoría considerable de los votantes terminan depositando su voto por unos pésimos y cuestionados candidatos, que a la postre salen elegidos para ocupar cargos en la administración pública y/o a conformar los diferentes organismos colegiados, a cambio de dinero o prebenda burocrática, lo que conduce indefectiblemente a reducir su personalidad a la mínima expresión y a coadyuvar en el crecimiento de la corrupción.

Los partidos políticos están atravesando una situación caótica debido a sus fallas estructurales y coyunturales que han debilitado ostensiblemente sus cimientos ideológicos y su fuerza de choque debido a la incapacidad, egoísmos e intereses personales de sus “gurús”. Su dirigencia nacional y regional es de bajo perfil, poluta, clientelista y politiquera, de escasa formación intelectual y académica, codiciosa por el poder personal económico y político, amigos incondicionales de los compadrazgos y parentelas, proclives a las componendas y a la utilización del movimiento para fines poco claros y en contravía de sus principios éticos e ideológicos, lo que ha llevado a una gran parte de su militancia a la apatía, al escepticismo y al transfuguismo.

En Colombia la batalla contra la pandemia de la corrupción debería ser prioritaria y tener el carácter de política de Estado, ya que su metástasis está haciendo estragos en todos los niveles de la administración. Si en verdad queremos comprometernos en una lucha frontal contra la corrupción, lo primero que debemos hacer es valorarnos, no perder la dignidad y tener un concepto claro sobre el derecho de pertenencia, exigiendo a las autoridades mano dura y cero impunidad en la represión de esta ignominiosa práctica, por cuanto la corrupción nos tiene asfixiados y sumidos en un estado de lamentable inercia, lo que nos convierte en objetos venales o cómplices o cohonestadores de una clase política corrupta y desaforada.

En las elecciones presidenciales de 2002, quedó plenamente demostrado que para alcanzar esa dignidad no se requiere dotes de estadista, ni tener oratoria, ni retórica, sino un manejo adecuado y oportuno de unas propuestas claras y concretas, como ocurrió con Álvaro Uribe qué con gran facilidad se ganó la confianza y admiración de la opinión pública, lo que le deparo la presidencia de Colombia. Sólo necesitó cambiar el discurso arcaico: Vivienda, Salud y Educación por el de una propuesta simple: arrasar con la guerrilla de las Farc en un lapso de un año (no la cumplió), pero la gente se entusiasmó y le creyó porque estaba hastiada de tanta corrupción, de tanta violencia y de malos gobiernos. En los comicios ganó en primera vuelta. No dejó títere con cabeza.

Las campañas para la presidencia de la república están prendiendo sus turbinas, y ya se empiezan a barajar diferentes nombres pertenecientes a los distintos partidos. Entre los que empezaron a sonar no están todos los que son, ni son todos los que están, y mucho menos que, algunos, sean merecedores de tan encumbrada dignidad, así, hayan llegado unos, a partir de 1974, de manera fácil y sin ningún mérito por aquello del delfinato o del oportunismo, producto de un infundado temor reverencial.

Entre todos los aspirantes a candidatos a la presidencia, y qué hasta ahora han salido a la palestra, tenemos de todo como en botica: buenos, regulares y malos; politiqueros y politicastros; serios y demagogos; megalómanos, prepotentes, veleidosos y, hasta, estultos y acémilas; he tenido una percepción que me ha llevado casi a la certeza de que sólo hay un candidato comprometido de tiempo atrás, y de manera seria y creíble, en luchar a brazo partido contra el corrupto “establecimiento”, llevando a cabo, por el medio más indicado y como prioridad de su programa de gobierno, contundentes reformas en la estructura estatal en lo concerniente a la justicia y a la política. En la primera están los guardianes y protectores de la impunidad, en la segunda están los delincuentes más redomados y de cuello blanco. La impunidad mantiene florecido el árbol de la corrupción.

Ojala que el partido Alianza Verde, al que pertenece este candidato (a), llegue a un consenso y termine acogiendo y respaldando esa candidatura, y que no acaben en peleas como las que se dan entre perros y gatos como ha ocurrido y viene ocurriendo en el Polo Democrático, y todo por procurar cada uno en saciar unos apetitos desordenados de poder, mal que han padecido casi todos los partidos de izquierda.

Claro está que hoy por hoy, todos los que aspiran a ser candidatos presidenciales se muestran como si se hubieran practicado una “catarsis” en el alma y enarbolan, matreramente, la bandera “anticorrupción”, como también, dicen que son los garantes del postconflicto, pero esto no pasa de ser otro ardid de la demagogia barata para cazar votos y que muchos incautos la creen y, con otros venales, terminan eligiendo estas “carroñas” nauseabundas, y de las cuales estamos saturados.

La verdad sea dicha, no le veo ninguna posibilidad de triunfo individual al resto de candidatos que hasta ahora se mencionan, y en cuanto a las coaliciones, para ganar en primera vuelta y garantizar el manejo del postconflicto, aunque se solidifiquen sus resultados son negativos dada la poca injerencia de los partidos sobre sus díscolos militantes.

Siguiendo la orientación que me brindan los estados oníricos, y sin ser Mago o Futurólogo, la aspirante a ser candidata presidencial por el partido Alianza Verde, es la única que puede disputarle la presidencia de Colombia al “gallo tapado” que tiene el partido Centro Democrático, como candidato para las elecciones de mayo de 2018.

Según la mencionada orientación, y como vivimos en el país del Sagrado Corazón en donde se mitifica a cualquiera o se le convierte en mártir con gran facilidad, la Corte Suprema de Justicia, más temprano que tarde, absolverá a Luis Alfredo Ramos Botero, quien es procesado por Concierto para Delinquir en la modalidad de paramilitarismo. Este caballero es el que sacará el Centro Democrático como su candidato a la presidencia de Colombia, periodo constitucional 2018-2022.

Luis Alfredo Ramos, aglutinará el partido conservador, su cuna de origen, y a todos fundamentalistas del partido de Uribe, que no son pocos. Candidato bastante difícil de derrotar. De pronto se repite el fenómeno Uribe que se dio en las elecciones del año 2002.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, febrero 16 de 2017.

Apostilla: Da risa que este gobierno en sus estertores esté anunciando que presentará una “nueva” reforma política. ¿No creen que este “dislate”, a estas alturas, es otra falta de respeto para con el pueblo?