¡Qué vergüenza, doctor Ardila Lule!

No hay nada más humillante para cualquier persona, natural o jurídica, que ser víctima de un “abuso de posición dominante” en cualquiera de sus modalidades, ya que éste no necesariamente se tiene que circunscribir a la obstaculización de la libre competencia en un mercado, conducta unilateral que está reglada en muchos país con respecto al comercio.

Las posiciones dominantes que se dan en los medios de comunicación, sobre todo cuando éstos son controlados por un “oligopolio”, y que tratan de imponer censuras en razón de simples veleidades o porque obedecen a dictados de índole político o de intereses económicos son abominables de por sí, por cuanto denotan inequívocamente una odiosa superioridad frente al periodista raso, y les permite a aquellos hacer uso de la “mordaza” en procura de ocultar una situación, violando flagrantemente el derecho que tienen todas las personas a la información oportuna y veraz de un hecho determinado, sea o no punible, y cuyo interés puede ser particular o general.

La libertad de expresión es un derecho fundamental o derecho humano que quedó plasmado en 1.948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, del cual se desprende la libertad de prensa, y contiene una gama de deberes y obligaciones, tanto para quienes reciben información y opiniones como para quienes la dan, sin sujeción a censura pero si a una responsabilidad ulterior que se fija expresamente en la Ley para asegurar respeto a los derechos o la reputación de los demás en su honra y dignidad.

La profesión del periodismo tiene como criterios universales éticos y deontológicos, el análisis crítico, respeto a los derechos a la información, a la honra y a la intimidad, sobre unos principios de veracidad, imparcialidad, equilibrio, credibilidad, independencia y, por sobre todo, responsabilidad, con una misión ineludible: capacidad crítica, analítica, interpretativa e investigativa que lo conduzca de manera inequívoca a la seguridad y veracidad de la información, principios éstos que con frecuencia son censurados, ocultados, sesgados o desconocidos o pisoteados por órdenes superiores.

El Poder que ostenta el periodismo es innegable, máxime cuando éste se encuentra en poder de unos pocos potentados, no siendo tan nocivo para una sociedad cuando se ejerce con sutileza y, ante todo, primando en su manejo una alta dosis de ética, responsabilidad y objetividad; lo grave sería lo contrario, cuando se cohonesta o se es connivente con la delincuencia de cuello blanco y se manipula o distorsiona la información obedeciendo a intereses no solo coyunturales, sino personales o económicos, como los que vivimos en nuestro acontecer cotidiano.

El periodismo como tal debe de ser objetivo, veraz, oportuno e imparcial, sin que se trate de sacar partido que obstruya o altere la verdad aprovechando la odiosa polarización y la politización, como tampoco, que se beneficien u oculten causas delictivas, y en perjuicio de terceros o en favor de persona determinada. Es lamentable la concentración del dominio que se da en los medios de comunicación lo que permite el encadenamiento radial y de ciertas alocuciones televisivas; el pésimo manejo que el Estado le da al espectro electro magnético, lo cual restringe la proliferación de canales y apertura a la libre competencia facilitando así la dicha concentración.

Los dos eternos canales de televisión abierta son omnímodos, omnipotentes y omnipresentes, el control estatal es casi nulo, les permite toda clase de atropellos para con el sumiso televidente, tales como: cambio arbitrario de horarios, pésima programación, y hasta se han atrevido a montar telenovelas y/o documentales sobre la vida y milagros de personajes siniestros que solo han dejado un legado vergonzoso para las nuevas generaciones, siendo esto una abierta apología al delito o a una vida disoluta, y todo movido por un espíritu mercantilista y comercial, con lo que se da al traste con principios éticos y morales.

En un comunicado de 5 puntos, poco creíble por demás, la presidencia de RCN- televisión explica las razones que tuvo para no emitir el programa investigativo dirigido por el periodista “Pirry”, y el cual tenía como protagonista al presidente del congreso, Mauricio Lizcano. Como argumento central arguye: “RCN nunca tuvo conocimiento de los contenidos del programa de Pirry”. “Desde la Presidencia de la compañía, jamás se sostuvo conversación alguna con Pirry sobre los temas que pensaba tratar en sus programas, porque ha sido pilar fundamental de este medio de comunicación, no intervenir en los contenidos informativos y de opinión”.

Y, por supuesto, la presidencia de la compañía jamás trató el tema con Pirry, y su conocimiento del contenido, según parece, por testigos de excepción, fue a través de una llamada que le hiciera Lizcano a las directivas de RCN, donde les hacía un “recorderis” por el favor del “azúcar” (léase bebidas azucaradas y su gravamen). Ahora, la programadora en comunicado aduce: “RCN, como cualquier medio de comunicación, es libre de tomar las decisiones que considere pertinentes y convenientes para estructurar su parrilla de programación”. Dentro de una sana crítica, es más difícil acertar esta adivinanza: “blanco es, frito se come y gallina lo pone”, que darle crédito a las razones expuestas por RCN, para justificar la censura al programa del mencionado Pirry. Pero, lo que sí queda en claro, y sin ninguna duda, es de que a Lizcano le dieron gusto y lo complacieron con dulzura.

Soy una persona casi de la misma edad que la del doctor Carlos Ardila Lule, y siempre he escuchado a lo largo de mi vida de sus virtudes y de las condiciones éticas y morales que lo han acompañado en su vida empresarial, es por ello, que no me cabe en la cabeza que él permita qué sus segundones con estas actitudes furtivas y/o hipócritas enloden su prestigioso nombre a través de sus prósperas empresas.

No obstante ser las Asociaciones de periodistas de todos los países democráticos defensores de la libertad de prensa y condenar la censura, resulta paradójico que un “pulpo” de las comunicaciones como lo es RCN, resuelva “autocensurarse” para tener satisfecho a un personaje que tiene un “prontuario macabro”, siendo de poca monta lo que Pirry y su equipo investigaba frente a sus otras oscuras pilatunas.

Por estas razones y otras más, para mi información y entretenimiento recurro a ver la televisión por cable y a leer los portales virtuales, que son estupendos.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, febrero 23 de 2017.

Apostilla: Leí con la mayor atención la crónica de Norbey Quevedo Hernández, “Las cuentas del senador Lizcano”, publicada por El Espectador el pasado domingo 19 de los corrientes. No sé si todas las mendacidades que aparecen en dicha crónica fueron escritas o transcritas por su autor. Jamás he hecho ninguna denuncia penal al perverso presidente del Senado. Lo que he hecho es transcribir en mi blog La Pringamosa una relación de todo su prontuario criminal plasmado en unos procesos penales, procurando que las autoridades judiciales, sobre todo la Corte Suprema, se pronuncien al respecto y terminen de una vez por todas con esta aberrante IMPUNIDAD. Preguntando, además, si este politicastro es de mejor familia que el resto de políticos que han sido condenados por Concierto para Delinquir en la modalidad de paramilitarismo y narcotráfico.
Quiera El Señor que mi próximo artículo sea leído con el mayor cuidado por parte de la Corte Suprema de Justicia.
Espero no correr la misma suerte que corrió el asesinado indígena de apellido Cartagena, y quien fuera candidato a la Alcaldía de Riosucio- Caldas.