La Administración de Justicia está gangrenada y su olor es pestilente
El gran defecto que tenemos los colombianos: bregar a tapar el sol con la mano. Estrategia ésta que busca el verdadero e inequívoco corrupto cuando recurre a explicaciones infantiles y vacuas tratando de justificar su conducta repudiable y delictiva, creyendo erróneamente que sus congéneres son extremadamente imbéciles o gilipollas para creerlas, y que pertenecen a su misma o más baja calaña; claro, que a los personajes cuando son ministros, algunos le “tapan”. Dichas explicaciones son utilizadas como argumentos de la defensa y aceptadas de plano por los corruptos operadores judiciales, con excelente beneficio económico recíproco.
Y no es como sostiene el señor ministro de Justicia en entrevista concedida a Yamid Amat para el Diario El Tiempo: “La alta justicia del país atraviesa una de las peores crisis de su historia”. No, señor ministro. La justicia no es ni alta, ni media, ni baja, es sólo una, homogénea e integral; la diferencia entre sus operadores radica en la jurisdicción y en la competencia, y por qué no decirlo, en su mayestática; o sea, la crisis de la que Usted habla, hizo metástasis en todo el cuerpo del aparato judicial: magistrados de las cortes y tribunales, jueces y fiscales, incluyendo a los diferentes cuerpos de apoyo e investigación.
Tampoco es la panacea que arregla el meollo quitándole a las altas cortes las aberrantes funciones electorales, sino que se requiere una profunda reforma que excluya cualquier sospecha que pueda servir al usufructo del interés particular y que, respecto a los altos togados, introduzca cambios radicales en su sistema de selección, de designación, de periodos y de investigación y juzgamiento, y es en estos dos últimos sistemas en donde está apoltronada la mayor corrupción e impunidad, lo que facilita o proporciona el ignominioso “trueque de favores” (Yo te investigo, tú me investigas, pero nos absolvemos).Esta situación equivale a poner los ratones a cuidar el queso, y si éste está “curado o añejo”, su olor lo hace más atrayente.
Es inadmisible y repugnante que el Presidente, ministros, magistrados de altas cortes y algunos de tribunales, fiscal, procurador, contralor y, sobre todo, las directivas de los medios de comunicación, con una hipocresía pasmosa se rasguen las vestiduras cada vez que acaece un escándalo de las proporciones como el que salió a relucir en los últimos días en la Corte Suprema de Justicia, ya que estas situaciones, de mucho tiempo atrás, han sido ampliamente conocidas por todos guardándose un silencio cobarde y sepulcral, y que han sido divulgadas o denunciadas vanamente, y con sus mismos protagonistas, en el blog La Pringamosa, publicadas, de manera timorata y evitando que se destaquen, en el Diario El Tiempo, Semana, Cambio (cuando circulaba), con excepción del Portal Eje 21.
Y, lo más patético, es que los personajes mencionados como plañideras están solicitando al unísono que a los responsables de este bochornoso incidente les caiga todo el peso de la ley y se les apliquen “sanciones ejemplarizantes”, como quien dice calmemos los ánimos: con código en mano firme, corazón de hierro, pero con una conciencia endeble, permisiva y corrupta, siendo algunos de ellos los primeros responsables por no haber tenido el valor y la voluntad política para sacar avante las urgentes reformas a la justicia, y se han limitado sólo a servir de “sepultureros» recurriendo a argumentos baladíes y rastreros, movidos más por su interés personal en procura de no menguar su “poder”, el cual se ha cotizado considerablemente y les ha deparado inconmensurables y jugosos “lucros «.
Y claro está, que este pareciera ser el común denominador en esta torcida administración de justicia, ya que desde el inicio de las investigaciones y juzgamientos ocasionados por el destape de la “parapolítica” se han sustanciado procesos en los que ha ocurrido hechos inadmisibles, dando paso a una oprobiosa justicia venal y selectiva de manera cínica y descarada, condenas injustas a chivos expiatorios, sentencias y autos de preclusión e inhibitorios dictados en contra evidencia y sin ninguna vergüenza, y fue aquí donde se empezaron a valorizar desaforadamente estas decisiones judiciales, según comentarios de algunas víctimas que no tuvieron en su haber la “tarifa o peaje” exigido, lo que les valió su condena, muchos de ellos inocentes, pero pagaron un “delito de sangre”.
Y, ahora señor ministro, no es que haya problemas que se han diagnosticado de tiempo atrás. No. Se ha demostrado la existencia de hechos graves, evidentes e inequívocos de corrupción en toda la estructura estatal, siendo más preocupante, dañino y devastador que ocurran en la rama del poder judicial, y nadie ha movido un dedo para conjurarlos, ninguno en el gobierno ni en el congreso nacional han tenido la más mínima preocupación por buscar fórmulas efectivas y llevarlas a feliz término para combatir estas células cancerígenas, pareciera que la corrupción gozara de cierta connivencia en las altas esferas del Estado, y que de ella sacaran provecho económico.
Transcribo este aparte de la entrevista del ministro de la Justicia y del Derecho concedida al periodista para el Diario El Tiempo, y refiriéndose al escándalo de marras, situación que sólo provoca unas ganas de coger monte, así el arma sea una “cauchera”.
Periodista: “Por qué esta situación, que era vox populi, permaneció en silencio durante tantos años y solo ahora estalla?
Ministro: “La respuesta es sencilla y contundente: no hay controles eficaces para los intocables magistrados de las altas Cortes, quienes además son dueños de un poder casi absoluto con el que arrodillan al Congreso y al Gobierno.
Y no hay controles a los togados principalmente porque un grupo de ellos se ha opuesto visceralmente a que existan, dizque para salvaguardar la independencia y autonomía judicial. Los extremos son inconvenientes. Claro que en una democracia la justicia debe ser autónoma e independiente, pero sus magistrados están obligados a rendir cuentas porque no son inmunes.
Y cuando en el Congreso se ha intentado reformar la Constitución para hacer efectivos esos controles, las altas Cortes, con su inmenso poder, intimidan a los congresistas que están expuestos a pasar ante ellas como sindicados en procesos penales o de pérdida de investidura, y logran hundir los proyectos o que la Corte Constitucional haga trizas cualquier intento de modificar ese estado de cosas inconvenientes para la democracia”
Si esto lo dice un ministro de Justicia, es porque estamos más que jodidos. No creo que este sea el país que nos merecemos. Todo esto es una afrenta a nuestra dignidad, a nuestra libertad, somos “presos” de un Estado corrupto y pestilente. Es vergonzoso oír a un delincuente “senador” confesar que hicieron “vaca” con otros corruptos parlamentarios, para ayudar a otros con el precio del “peaje” para su absolución y pasar al limbo de la impunidad.
Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, agosto 24 de 2017.
Apostilla: ¿Será que Ramiro Bejarano tiene toda la razón en aquello de la revocatoria de los altos togados?