Los “Aquelarres” en el Partido Liberal
Cualquier parecido que hayan tenido, desde la década de los 80 a hoy, las mal llamadas “convenciones liberales” con los “concilios de brujas” no es mera coincidencia, su diferencia es imperceptible, son como gemelos; los temas a tratar en esas “arregladas y manipuladas” convocatorias son vacuos e inútiles, pero comunes para las dos mencionadas agrupaciones por su contenido y cometido inocuo. Las convenciones liberales que se realizan hoy, son una burda comedia de bufones que sirve sólo de hazmerreír y para maquillar lo poco que han ido dejando del cadáver liberal.
Desde su fundación en Julio de 1848, plataforma ideológica propuesta por el periodista Ezequiel Rojas, el liberalismo ha soportado dos grandes crisis: la del ostracismo en la hegemonía conservadora de 1886 hasta 1930 y, la actual, de 1998, con su “enterrador” Samper Pizano, hasta hoy, la cual se puede considerar de caótica, y más grave que la anterior, por el cúmulo de hechos y fallas estructurales y coyunturales que lo han debilitado ostensiblemente en sus cimientos ideológicos y filosóficos y en su fuerza de choque, lo que le ha hecho perder credibilidad como alternativa de poder.
Desde la década de los 90, el Partido ha tenido una dirigencia espuria, tanto nacional como departamental, de bajo perfil, poluta, clientelista y politiquera, de escasa formación intelectual y académica, codiciosa por el poder personal en lo económico y en lo político, amigos incondicionales de las corruptelas y compadrazgos, proclives a las componendas y a la utilización del movimiento como mampara para fines oscuros, lo que va en contravía de los principios éticos, morales e ideológicos que lo rigen, prácticas ignominiosas que han llevado a una gran parte de su militancia a la apatía, al escepticismo y al transfuguismo.
Todas estas manipuladas “convenciones” han servido como trampolín para que algunos “personajillos” se hayan ido apoderando del Partido, a través de las mencionadas “convenciones” avaladas, al parecer, por dinero mal habido o ilícito, y aprovechando las afujías de los indignos, los sin carácter y de los famélicos convencionistas; esta “inversión” en la compra de voluntades cuenta con una jugosa tasa de retorno representada en la venta de avales, sin importar quién sea el adquirente, en el valor individual que reconoce el Estado por cada votante y en el acceso a las mieles de la contratación que consiguen a través de los altos burócratas afiliados al Partido.
Todo lo anterior, ha valido para que el Partido Liberal, en otrora el “Gran Partido”, haya quedado reducido a su mínima expresión como una simple “agencia o bolsa de empleos” de mala muerte, “dirigida” por indeseables lagartos y clientelistas corruptos, en donde impera la anarquía extrema y sus adeptos se confunden entre sí por su modo individual y desordenado de actuar, lo cual es generado por la carencia absoluta de dirigentes serios, respetables, con autoridad moral e intelectual y con carisma y talante para imponer respeto, orden y disciplina.
Lo ideal en toda democracia es la participación colectiva y responsable de toda la ciudadanía en los asuntos que requieren de su concurso, tanto en la elección de funcionarios, miembros de corporaciones públicas y en la conformación de directorios, siendo perjudicial para su pleno ejercicio y legitimidad la apatía y la abstención, lo que ha permitido la llegada a estas dignidades de ciertas “acémilas” que resultan elegidos por el voto cautivo y/o vendido de una minoría sinvergüenza frente a los de una mayoría abstencionista.
Ahora, estos “trepangos” o “saltimbanquis” de la politiquería actual con sus modales y actuaciones dictatoriales, apoltronados en la Dirección General del Liberalismo y en los Directorios departamentales, se han convertido en míseros sepultureros de lo poco que queda de ese “gran partido”, concediendo avales para catapultar personajes de prontuario delictivo oscuro y/o pertenecientes a otras tendencias o colectividades a los cargos de elección popular y al Congreso, sin pena ni gloria, y a cambio de prebendas económicas.
Si bien es cierto que la democracia tiene sus sinsabores por la poca restricción para acceder al libre juego democrático, como elegir y ser elegido, también lo es, de la gran responsabilidad que tiene el electorado para elegir, sin coacciones económicas o burocráticas, al más indicado, al más apto, al más preparado, al más honesto y más diáfano, logrando así con orgullo y dignidad, tener un mejor gobierno y parlamento que todos nos merecemos.
El presente y futuro del Partido Liberal en Caldas, es incierto y aciago. Su conducción requiere ser legítima y acertada, con tino y moderación, sin ostentación de poderío económico ni de la fuerza bruta, sin recurrir a veleidades, sólo a la lógica y al sentido común como arma controversial.
Estas reflexiones me hacen recordar cuando en 1996, apareció en el escenario político Víctor Renán Barco, como suplente de Víctor de la Cuesta, Abogado aguadeño, de excelente formación intelectual y académica, de buena retórica y sindéresis, pero de pocos principios éticos y morales, de enfermiza morbosidad y codicia, y quien sin esgrimir el poder dominante del dinero, se fue granjeando con sobrados méritos y dedicación el apoyo de un electorado liberal mayoritario que le sirvió para consolidarse como Jefe indiscutible del liberalismo en Caldas, aplastando a sus contendores sin mayor esfuerzo, y con inéditas estrategias politiqueras. Después de consolidarse como tal, le sobrevino una repudiable “metamorfosis cerebral”.
Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, agosto 31 de 2017.
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