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TENEMOS QUE SER NACIONALISTAS, PERO… ¡CON DIGNIDAD!

Existe un refrán milenario en el que se sostiene que: «La esperanza es lo último que se pierde». Pero, no, lo último que se pierde es la dignidad. Un individuo de la especie humana sin dignidad es un cero a la izquierda, es un fardo estorboso en la comunidad y, además, se convierte en un «orín» que coadyuva en la corrosión prematura de sus congéneres. Es un deber de todos y de cada uno de los colombianos ser buenos y fieles nacionalistas, sin ambages y con dignidad, ser férreos solidarios en las causas comunes pora el bien de Colombia y que tengan una lógica y razón de ser, sin alterar la convivencia con los demás; somos muy proclives al plagio, de manera acentuada en todo lo que es perjudicial o vergonzoso, sería provechoso que le copiáramos al pie de la letra el nacionalismo que ostentan orgullosamente los Mexicanos, y aunque el ejemplo es un poco baladí frente al tema, solo basta observar a los ‘manitos’ en un partido de fútbol internacional para darse uno cuenta de como sudan la camiseta y les duele el tricolor que representan.

Ha sido una tendencia o, mejor dicho, una desafortunada manía del pueblo colombiano recurrir a algunos procederes poco decorosos en busca de lograr ciertos objetivos y cuya finalidad, en la mayoría de los casos, se desconoce. En las manías mas relevantes tenemos: la creación o el invento de ciertos  ídolos o lideres, casi fetiches, especialmente en el campo político o las críticas que se hacen de manera injustificada y sin conocimiento de causa, y corre por cuenta de los medios de comunicación, a través de sus columnistas que alegremente fabrican su apología o los ataques y que calan fácilmente en la ignorancia pueblerina, así sea escribiendo lo más desproporcionado y contraproducente, pero se da por verdad sabida y se rotula como de «fe publica», solo por el prurito de pertenecer a la logia mediática y de estar arropados o sobreprotegidos por sus directores con la extravagante solidaridad de cuerpo; el arraigo en nuestros gobernantes de la penosa costumbre de estar mendigando públicamente la merced de otras naciones en diferentes campos, ya sea militar, tecnológico o económico para el desarrollo de cualquier programa por simple que este fuere, sin importar ni analizar los altos costos que implica y cual es la tasa de retorno que puede conllevar su reciprocidad, y lo que es mas grave, no medir o calcular las consecuencias geopolíticas en la región con repercusiones graves en las relaciones internacionales o aún mellando la soberanía aunque se trate por todos los medios de disfrazar u ocultar su violación.

Leí, el pasado domingo 16 de los corrientes, el artículo titulado «Nosotros, el 97% de los colombianos» publicado por El Tiempo y cuya autoría es de una señora perteneciente al Club «ASPAM (Asociación de Periodistas amanuenses), fundado por el ex -director de noticias de RCN – televisión, Álvaro García, y del cual son socias Viky Dávila y la’ Guri’, debo confesar que me sentí una sabandija en la medida que leía el plañidero artículo,  invadiéndome a la vez una nostalgia profunda por el presidente del Brasil, Lula da Silva, por la desilusión que a última hora le causó a la cizañera columnista. No se requiere ser adivino, ni futurólogo, ni el más inteligente del planeta para deducir o concluir que el presidente Lula da Silva es un gobernante moderado, cauteloso,responsable y respetuoso de la soberanía de los demás Estados, así lo manifestó en la visita del presidente Uribe a ese país, advirtiendo que el convenio militar entre USA y Colombia era bilateral y de su exclusiva soberanía, que a él no le gustaría que el presidente colombiano se entrometiera en los asuntos de Brasil, que de igual manera no se inmiscuía en asuntos internos de Colombia; no veo ningún vestigio de irrespeto a nuestras angustias por causa de los farianos y, mucho menos, que nos ignore el presidente brasileño; no creo que tenga tiempo de ponerse a pensar en estulticias como de que Brasil por error quedó geográficamente mal ubicado; no se puede pretender que las apreciaciones subjetivas que uno tenga de una persona, como la del presidente Chávez, tengan obligatoriamente que ser acogidas por otro para que su actitud no sea ambigua ni complaciente; tenga la absoluta seguridad de que el presidente del Brasil toma al de Venezuela con pasmosa frivolidad, no tiene porque preocuparle si en Venezuela se prohíbe la práctica del golf, ni como se va a desarrollar la nueva ley de los procesos educativos; de acuerdo con su abierto comportamiento no creo, bajo ningún punto de vista, que al presidente Lula le guste el presidente Uribe, ni mandatario alguno; no obstante ser producto de una filosofía sindicalista, su sensatez lo lleva al convencimiento de que Colombia es por excelencia pacifista y que el incidente con el Ecuador fue un hecho excepcional; el presidente Lula tiene su atención puesta en asuntos de mayor monta, no en nimiedades, no es un populista, es un hombre centrado y su mira es afianzar y consolidar su política socialdemócrata; ¿si uno no espera nada de ningún mandatario latinoamericano para qué ese extenso glosario de reclamaciones?.

Yo me cuento dentro de ese 97% que rechazan a las FARC, a los Paramilitares, a la delincuencia común y a las ‘ratas de cuello blanco’. Es evidente que Colombia desde hace muchísimos plenilunios carga unos sambenitos o lacras que no se merece como son la guerrilla y el narcotráfico, necesitando el país  determinar de manera urgente e inequívoca cual de esos males es de sola incumbencia interna de Colombia y cual de corresponsabilidad con otras naciones, a fin de presionar la lucha conjunta, pero con la frente erguida, y en caso de toparse con oídos sordos, analizar fríamente si es aconsejable imitarlos con el  uso de los tapones.

La solidaridad no se puede presionar y su ausencia no se puede criticar, ni considerarse un acto de felonía, pero lo que sí se puede es repudiar toda conducta o comportamiento hipócrita. Con ocasión de la Feria del Libro que se celebra en Bogotá D.C., se escogió a México como país invitado de honor y tuvimos la presencia del presidente Calderón quien públicamente declaró su solidaridad con Colombia respecto al convenio militar con los Estados Unidos, y en unas pocas horas como cualquier hetaira cambiándose las bragas a su llegada al Brasil, tuvo otro parecer y le entregó a los medios las siguientes perlas: «Nunca admitimos ni admitiremos actividades militares de los estadounidenses, de ningún tipo, en nuestro territorio. El acuerdo militar de Bogotá con Washington para combatir el narcotráfico y el terrorismo, no puede ser considerado un modelo para México. México es la frontera de Estados Unidos con América Latina, y es una frontera que hemos defendido con dignidad durante siglos. Más que apoyo militar, la ayuda que México espera de USA es la reducción del consumo de droga en ese país. El Plan Colombia fue diseñado como un plan de ayuda e intervención. Nuestro plan es de corresponsabilidad y no de intervención. Considero razonable la preocupación de los países suramericanos con el acuerdo para que Estados Unidos utilice bases colombianas».

Ahora sí, señora Rueda, léase con calma estas declaraciones del presidente Mexicano a los medios Brasileños y compare con las que dio en Bogotá, y quiera el Todopoderoso que no se le vayan a olvidar las palabras que le sobrarían para explicarle al presidente Lula su desilusión, y déle rienda suelta a un verdadero nacionalismo de entrañas.

Marco Aurelio Uribe García
Manizales, Agosto 21 de 2009

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