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La Fiscalía General de la Nación, ha sido blanco de graves señalamientos por parte de personas de diferente pelambre por el desacierto en su conducción, la inoperancia en su funcionalidad, la ineficacia en sus resultados, como también, por un alto grado de impunidad y corrupción que se anida en sus entrañas. Para unos y otros, la desidia, la impunidad, la connivencia con agentes al margen de la ley, la manipulación de las pruebas, las violaciones al Debido Proceso, las filtraciones e infiltraciones y otros desafueros, son comunes y corrientes dentro de su seno.

El diario El Tiempo, en un editorial titulado “Condecoración indecorosa”, por demás muy superficial y un poco timorato, se refería al inmerecido, ininteligible y deshonroso homenaje que le hizo la Fiscalía, en cabeza de su jefe, a una “periodista” de apellido Springer, y señala que dicho acto “parece un ‘desafío’” del Fiscal a una sociedad que, con justa razón, formuló críticas razonables y bien fundamentadas a la celebración de unos jugosos y millonarios contratos, con tinte leonino, entregados en bandeja de plata a la homenajeada, dizque para adelantar unos análisis, estudios y conclusiones sobre el conflicto armado en Colombia.

No es un desafío, como creen en el diario, es simple y llanamente una afrenta de un megalómano y patético Fiscal a un pueblo que ha permitido que lo dobleguen, que sus clamores sean inocuos, que lo irrespeten, que le mientan, que lo mantengan en el oscurantismo, que lo crean ignorante, que lo han reducido a su mínima expresión, que sigue creyendo que lo último que se pierde es la esperanza, olvidándose así, de su dignidad, que perdió la noción del poder de constituyente primario, que terminó depositando su voto y vendiendo su conciencia al mejor postor a cambio de prebendas económicas y burocráticas, hipotecando así su futuro y el de su descendencia.

Los omnipotentes y los omnímodos sólo se dan en los regímenes dictatoriales, con el sátrapa a la cabeza. Tenemos que proscribir ese temor reverencial y pánico que se le tiene a ciertos funcionarios, en especial al Fiscal General, quien ha procurado vender la imagen y la idea de su desmesurado poder, entremetiéndose en todas las esferas de la administración pública en donde quita, pone y encarcela, sin fórmula de juicio, como ha ocurrido con tantos, entre ellos con Sigifredo López o amenazando con investigar delitos como el aborto de Carolina Sabino o haciendo creer con sus desmanes que su efímero cargo está por encima del Estado de Derecho. Ah, hasta tuvo la osadía de amenazar a la plenaria de la Cámara de Representantes, si no votaban el caso del magistrado Pretelt.

Y sucede como en el viejo refrán: “cada Alcalde manda su año”. En su corta vida institucional, la Fiscalía, ha tenido un variopinto de Fiscales de diversas condiciones éticas, morales, sociales y académicas, enfermizos mediáticos, prepotentes, alcahuetes (léase corrupto) y perezosos y brujos, y le han dado a la institución un manejo como si estuvieran administrando su finca o la despensa de su casa, sin controles efectivos y la mayoría de sus subalternos haciendo lo que les venga en gana, sin Dios y sin ley, siguiendo el ejemplo de su timonel y, por supuesto, el despelote es total.

En la misma forma como se organizan protestas multitudinarias para rechazar actos de violencia que atentan contra la paz o de cualquier reclamación por cobro injustificado de servicios públicos, de igual manera se debería de proceder a rechazar cualquier abuso o desafuero o actos de corrupción, cuando son cometidos por cualquiera, máxime si estos son de los más encumbrados funcionarios del Estado y que, por regla general, quedan en la impunidad sin castigo alguno o por el síndrome del “arribismo” o por temor reverencial.

Hasta el momento no he oído decir que la tal Springer, quien resultó ser portadora de un espurio apellido y de unas certificaciones de asistencia a Seminarios de relleno que se inventan algunos Centros educativos, sea una reconocida Socióloga o una estratega militar o muy conocedora del campo colombiano, para hacerle el encargo “millonario” de realizar o, mejor dicho, plagiar estudios y análisis sobre nuestro conflicto armado; lo que sí creo, sin lugar a ninguna duda, es que a la bella viuda de Springer, más que esos certificados de asistencia a conferencias, lo que más le valió fue su figura y atributos corporales para deslumbrar al “patético Montealegre”, porque aquí, no creo que se haya dado la “coima”, aunque al recordar el desfalco a la salud por parte de SaludCoop, me asalta la duda.

Hay inferencias que lo llevan a uno de manera rápida y acertada a establecer o llegar a la verdad, sin recurrir a ciencias esotéricas, sino al dictado de una razón lógica que motive la ocurrencia del hecho, como es el caso que nos ocupa, y que no se calle ni se recurra a eufemismos para describir soterradamente lo que pensamos y creemos y que al final es la pura verdad, sólo porque se trata de un alto funcionario del Estado. La corrupción en estos altos dignatarios, está cobijada por una impunidad ignominiosa amparada en su fuero y en la ineptitud y cobardía de sus jueces naturales.

Ojalá el nuevo Tribunal de Aforados, entre todos las denuncias y procesos que van a recibir, y que no deben de ser pocos, investigue a fondo este caso y descargue todo el peso de la ley, no sólo por la calidad del protagonista, sino por las aberraciones que se presumen encierra este negocio millonario, además, por la violación a normas éticas, morales y legales, en obedecimiento a las desaforadas veleidades de un patético Fiscal que no tuvo la suficiente madurez para manejar el poder que absorbió, y el cual lo tiene ad portas de un delirium tremens.

Tampoco se puede concebir que el fiscal Montealegre, en medio de sus arrebatos veleidosos y mediáticos, aproveche una ceremonia tan importante y que merece el respeto y reconocimiento nacional, como lo es la entrega del premio Low Murtra, el cual se concede anualmente al mejor funcionario judicial por la excelencia en su labor, y con cinismo y prepotencia extrema la aproveche para hacerle un inmerecido y bochornoso reconocimiento a una timadora de primer orden, buscando así justificar un derroche de dinero en los atributos corporales de Natalia Springer. Toda la razón les asiste a las hijas del mártir jurista para estar indignadas por este irrespeto a la memoria de su finado padre.

Es inadmisible que el fiscal Montealegre trate de ignorar que las inversiones públicas tienen que estar sujetas a la racionalidad del gasto, a la premura y necesidad del servicio y que sea indispensable para mejorar la calidad de éste, que haya proporcionalidad en el valor con la obra o la labor realizada, que esté ajustada a las normas de la contratación, sin olvidar que los dineros públicos son sagrados. El Fiscal, como cualquier ordenador del gasto, debe de ser parco, diáfano y responsable en el manejo de estos recursos, y recordar que la inversión estatal es parte de lo que se conoce como la redistribución del ingreso.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, diciembre 17 de 2015.

Apostilla: Este es el país de las ignominiosas roscas: en días pasados pregunté a una de las personas encargadas del manejo de la sección de los Blogs en el diario EL TIEMPO, por qué no se destacaban en ese portal ciertos escritos que eran de actualidad y encerraban temas de suma importancia, especialmente cuando se trataba de denuncias sobre conductas corruptas, y que, sin embargo, sí se destacaban unos que pareciera no tener lectores por el poco aporte que encerraba su contenido. La respuesta fue escueta y me dejó atónito y “boqueabierto”: “Esa orden para destacarlos viene de muy arriba”.

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